por María José Mazzocato.
Salís de tu casa, esquivas una bolsa rota, tres perros disputan lo que parece una mortadela vieja, el sol la fermenta. Esa escena que parece una postal postapocalíptica es, en realidad, parte de la cotidianeidad urbana en la provincia de Tucumán. La gestión de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) es, a esta altura, un emergente del desorden político, la falta de planificación metropolitana y la ausencia absoluta de empatía por parte de los gobiernos locales. Y la basura no se esconde: está ahí, acumulada, y también revela un secreto desgarrador y grita política en todas sus formas.
Esta semana, salí a recorrer las calles de San Miguel, Yerba Buena y Tafí Viejo, para entender cómo se percibe el servicio de recolección, qué piensan las vecinas y vecinos, y cuánto hay de relato y cuánto de verdad en los discursos oficiales. Spoiler:la ciudadanía no miente.
En la capital tucumana, se anunció con bombos y platillos un refuerzo en el equipamiento para la recolección. Camiones nuevos, contenedores, y hasta un Centro de Monitoreo Ambiental con GPS y cámaras para supervisar el recorrido de los recolectores. Pero en las calles, el panorama dista de parecer controlado.
“En Barrio Sur, si no salimos con los vecinos a barrer la esquina, nos tapa la mugre”, cuenta Graciela, jubilada y residente de la zona, “en el microcentro: los contenedores están desbordados o ausentes, y muchas veces la basura permanece más de 48 horas sin ser retirada” expresa la vecina. Quien comenta que las nuevas políticas son muy bien recibidas, aunque luego de su implementación el seguimiento correcto de ellas se esfuma en los aires. El contrato con la empresa 9 de Julio —adjudicataria del servicio de recolección— ha sido, desde hace años, uno de los puntos oscuros de la política capitalina. Poca transparencia, servicios mal prestados y una ciudadanía harta. “El problema no es solo la basura. Es lo que representa: el abandono institucional”, sentencia un comerciante del mercado del norte.
En Yerba Buena la historia es otra, pero no necesariamente mejor. Desde que el municipio estatizó el servicio, se impulsaron iniciativas más amigables con el ambiente: separación en origen, recolección diferenciada, eco-canjes, un Centro Verde para clasificar materiales reciclables, y una planta de compostaje que convierte residuos verdes en fertilizante. La foto suena bien, pero el video tiene ruidos, “los lunes y jueves toca reciclable, pero el camión a veces no pasa. Entonces la gente se cansa y tira todo junto”, comenta un vecino del barrio Los Alisos. En el centro de la ciudad, los tachos de colores conviven con bolsas negras que nadie recoge, además de que el municipio solo cuenta con cuatro camiones para toda la ciudad, que según la vecindad son demasiado viejos y pequeños para la tarea que se desea realizar.
La falta de educación ambiental sostenida y de inversión en logística hace que muchos vecinos no comprendan bien cómo ni cuándo sacar sus residuos. “El sistema se diseñó como si todos viviéramos en countries con vigilancia y canastos. Pero hay barrios con zanjones, sin veredas, donde no llega ni la luz. ¿Ahí también compostamos?, falta educación no para la clase pobre, para ellos que viven en sus barrios privados, quienes vienen a llenar nuestros contenedores, ¿Donde está el castigo para ellos?”, ironiza Marta, maestra y vecina de la Delegación de San José, que muy amablemente me escribió por redes contándome sus situación..
A diferencia del caos de San Miguel y las contradicciones de Yerba Buena, Tafí Viejo viene siendo, desde hace tiempo, la joyita recicladora de Tucumán. Recolección diferenciada casa por casa, uso de bicicletas para reducir emisiones, y una planta modelo como el CIAT, donde se clasifican y valorizan más de 40 tipos de residuos. Además, la municipalidad cuenta con una planta de compostaje industrial desde 2020, y una red de Puntos Verdes con composteras comunitarias. El modelo funciona, sí, pero no sin grietas.
“El sistema está bueno, pero no todos los barrios están cubiertos igual. Y hay semanas en las que los residuos orgánicos no pasan a tiempo”, señala un vecino del barrio UTA, que no quiso dar su identidad por redes, ya que comente que aun así, la gestión de Javier Noguera dejó una estructura robusta en materia ambiental que la nueva administración intenta sostener con más voluntad que presupuesto. Hoy el municipio se sienta en una gran deuda municipal, lo cual deja a los vecinos inquietos, preguntando si esto no permitirá el avance de obras públicas.
Consorcio Metropolitano: un escándalo sin contenedor
El Consorcio Metropolitano para la Gestión de RSU fue pensado como una solución integral para todo el Gran San Miguel. En la práctica, fue otra caja política opaca, sin resultados visibles. En el podcast No Estamos Locos, dirigido por Carlo Cazón, se denunció el desmanejo de fondos, la falta de ejecución de planes reales, y el desvío de responsabilidades entre intendentes. El escándalo terminó con denuncias cruzadas, parálisis institucional y cero impacto en la calle. Ni coordinación, ni planificación regional. Tucumán sigue enterrando basura a cielo abierto mientras sueña con ciudades sustentables para la foto de campaña. Esto pasó hace unas semanas, pero ya olvidamos y dejamos que siga sucediendo frente nuestros ojos.
Lo más poderoso de todo esto, es que nuevamente vemos una fuerte desunión entre los gobiernos locales, donde el color político sigue teniendo más peso que la gestión institucional, a pesar de los avances en materia de RSU, los municipios no consideran este tema relevante dentro de sus presupuestos anuales, sino lo ven como un gasto antes que una inversión, empresas como SEPARAPP quienes traen propuestas innovadoras y soluciones para la falta de actividad del consorcio, no son escuchadas y no se les da el espacio verdadero que estos actores necesitan.
Nuevamente vemos como los RSU son atacados en zonas céntricas, pero las periferias son olvidadas, en todo sentido. La basura es uno de los principales indicadores de la calidad democrática: lo que desechamos, cómo lo hacemos, quién lo recoge y qué se hace con eso dice mucho de una sociedad. Hoy, Tucumán presenta un panorama fragmentado, desigual y profundamente ineficaz. Los intendentes ensayan discursos verdes, pero los contenedores rebalsan. Las plantas de reciclaje existen, pero muchos barrios siguen en la lógica del basural a cielo abierto.
Desde FUGA lo decimos claro: la basura también vota. Está en cada esquina, expone la miseria política y la falta de planificación metropolitana. Si no podemos organizar algo tan básico como la recolección de residuos, ¿cómo soñamos con gobernar una provincia?
Muy buena columna que nos muestra una mirada profunda del paisaje cotidiano de San Miguel de Tucumán. Creo que por momentos esa mirada se vuelve repetitiva pero al mismo tiempo es eficaz. Me gustó de verdad y al mismo tiempo m4 generó una sensación de desamparo