por Guido Brotto.
¿Qué es el tiempo?
¿Qué es el placer?
¿Qué es formar un concepto?
¿Qué es escuchar latir tu corazón?
¿Qué es todo?
Nos hacemos estas preguntas como quien busca entre las sombras un reflejo. Y a veces, lo que encontramos es más pregunta que respuesta.
¿Tu intelecto es todo?
¿Tu hijo es todo?
¿Tu trabajo es todo?
¿Todo de todo, qué es?
El tiempo se nos escapa cuando queremos aprehenderlo. Pero a la vez nos habita. El aroma del tiempo existe porque existe todo. Y todo no existe sino porque el aroma del tiempo coexiste con la naturaleza.
Pero la naturaleza es impersonal. No tiene tiempo. No se la puede explicar. Y, a veces, incluso es difícil cohabitar en ella.
El futuro que viene nos incluye a todos. Y es desde allí que escribo: para tender un puente, para invitar a una conversación con alguien que te es ajeno y, sin embargo, te acompaña.
La razón que nos involucra es tan noble como la falta de sentido. Nos mueve la técnica. El ritmo. El gesto cotidiano. Y también la capacidad de silencio que podamos provocar.
Somos todos un poco autistas: buscamos sentido allí donde tal vez no lo hay.
A veces, querríamos acabar con todo. No es impulso destructivo, sino un cansancio más profundo: el de una conciencia que se interroga sin hallar reposo.
No podemos decir. Solo podemos mostrar.
Acción directa.
Nos gustaría que el futuro sea mejor.
No podemos decir. Pero seguimos escribiendo. Seguimos latiendo.