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La palabra como vector de descarga y mandato

Publicado el

por Daniel Posse.

Las palabras son poderosas: pueden construir o destruir, inspirar o herir.Los mandatos, a menudo, son órdenes o expectativas impuestas que pueden tanto limitar como motivar.
Es importante ser consciente del impacto de nuestras palabras y reflexionar sobre la naturaleza de los mandatos que aceptamos.

El escritor Scott Fitzgerald decía: “La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha”, una frase que nos puede sonar hermosa y, a la vez, contundente, pero nada es tan simple y tampoco tan unidireccional. Todo es un todo que se compone de una diversidad tan divergente como los significados y los significantes de las palabras, donde fluyen y confluyen lo lingüístico, lo paralingüístico, lo metalingüístico y aquello que está fuera de lo lingüístico pero que, en el acto, acompaña y dimensiona lo que se dice.

Aquí me parece oportuno aclarar qué es el discurso, porque, a mi parecer, debe entenderse de forma clara. Un discurso es una expresión formal de comunicación, ya sea oral o escrita, que se utiliza para transmitir un mensaje, una idea o un pensamiento. Puede tener diversos propósitos: informar, persuadir, entretener o simplemente expresar sentimientos.
El análisis del discurso, por su parte, se enfoca en estudiar cómo se construye y se interpreta en diferentes contextos sociales y comunicativos.

Y por lo menos para mí, es esencial entender las diferencias entre todos estos conceptos, pero también cómo se nutren unos de otros, más allá de esas diferencias, para forjar los sentidos de una representación que, de una forma u otra, se instrumenta como una herramienta que dimensiona el poder, desde el poder y con el poder.

La palabra no deja de ser ese vector que carga con el peso de transportar y transferir sentidos, donde al final habita la descarga de esos mismos sentidos, e instrumenta la descarga y el pulso del universo y el territorio del mandato.
Lo peligroso de estas texturas, que en apariencia son invisibles demasiadas veces, es lo que representan. Porque el juego de las decodificaciones y las descalificaciones puede convertirse en un malón salvaje que lleva en sí la bestia de las subjetividades.

En otras palabras, quien detenta el poder puede inferir desde su lugar la habilitación para dar rienda suelta a querer o pretender, en concreto, qué es lo que se siente, lo que se piensa o se elabora.
Dar por hecho que el prejuicio —y no la razón— es la representación acertada.
Entendiendo que esa misma representación puede tener su origen en la ley o no, en la voluntad o no, en un estatuto de sociedad o no. Allí el mandato puede encontrar su origen, y ese origen, empujado por la voluntad de lo que se cree (y no de lo que es o debería ser), pasa a corporizarse en una voluntad sin discusión, uniforme, que al final se convierte en la aparente suma de las partes.
El poder moldea desde allí lo que le interesa que se crea.

Este efecto, creo, puede transformarse en el arte y parte de una uniformidad que extermine o aniquile la disidencia. No detenerse a pensar en esta cuestión puede ser muy peligroso, porque da lugar a que la mentira, a que los datos subjetivos inferidos en esos discursos —que se toman como parte de una realidad ficticia— sigan su curso.
Solo al final, cuando el efecto del eco se termina, se puede ver y percibir la realidad, pero ese camino, quizá, se nos aclare de forma tardía.

¿Quién se atreve hoy a perder el tiempo en cotejar un posteo, un discurso, una sentencia? Si eso implica un tiempo valioso para vivir en la fragmentación de juegos esporádicos, donde, al final, los datos de la verificación también pueden ser erróneos. ¿Quién lo dice, cómo lo dice, desde dónde lo dice?
Eso nos infiere que si debemos o no creerle.

Lo peligroso de lo uniforme en el periodismo

Hace tiempo que vivimos sumergidos en una avalancha de opiniones periodísticas que avalan este juego del poder.
Esta observación me recordó el juego de poder en el infierno de Dante, en la Divina Comedia, que se manifiesta en la organización jerárquica de los círculos —quizá las verdaderas castas de hoy—, la presencia de demonios y guardianes, la lucha interna de Dante contra el pecado, la figura de Lucifer como símbolo del mal, y la esperanza que se deposita en la fe y la guía espiritual.

El uso del discurso narrativo, donde las herramientas parecen ser milagros inesperados, cifras erróneas, la asunción del pecado y los circuitos circulares o hasta concéntricos del infierno, configura un escenario donde la razón se anula por el halago. Porque, al final, lo que importa es la pauta, el sobre escondido, la pantalla en prime time.

No importa lo que duele ahora; importa que el sacrificio actual nos llevará algún día a vivir en el paraíso. Al fin y al cabo, esto parece renovar una suerte de actitud oscurantista medieval. Lo circular continúa.

No puedo dejar de pensar en el sermón que convierte pesos en dólares, en un rito, en la inauguración de un templo gigantesco en medio de la miseria de una tierra arrasada por la desidia y el ostracismo.
No puedo dejar de pensar en la cobertura circense —o cirquera— que asume el discurso del poder, imponiendo un mandato fatuo o grosero, donde importa la descalificación, la culpa y un ejercicio de poder que se usa como analogía berreta. Un espejismo de malabarismo absurdo, que se cree más que nadie, que se presta y presta a seguir sosteniendo una arquitectura que denota y connota hartazgo.
Donde es mejor cubrir, enmascarar, que decir la verdad.
Quizás porque de esa forma duele menos.
Quizás porque la resignación hace suponer que es mejor creer que se vive en un purgatorio desde el cual, tal vez, se pueda llegar al paraíso, sin entender que ya se vive el inicio del infierno.

Los pocos que entienden este juego macabro del poder y del uso de las palabras y los discursos, al final, pueblan la resignación. Prefieren cambiar de canal, mirar otra cosa que ayude a no pensar, porque el acto de pensar angustia y duele.
Pero eso no los hace inmunes al acoso de vectores que los forjan y atraviesan, incluso día a día.

¿No sienten el espanto y la risa cuando escuchan las frases hechas de un montón de relatores complacientes y mercenarios?
Quizá la ira que emana desde allí puede ser, al final, un elixir que transforma el pecado capital en un acto de justicia humana —pero no divina.

¿Debemos aceptar esos mandatos inferidos?
La ira puede ser disruptiva, y el poder lo sabe. Tal vez por eso ajusta los mecanismos de control con una violencia más profunda.

Lo peligroso de un mesianismo discursivo

Si a todo este continente le agregamos una pulsión con el uso banal de una supuesta sacralidad, la cuestión se vuelve aún más peligrosa.
Es cierto que el mesianismo hace décadas se manifiesta desde una concepción donde los líderes políticos o supuestos dirigentes se consideran eternos salvadores, y por eso no generan espacios para nuevos líderes o sucesores.

Pero ahora los gestos y lo discursivo intentan apoderarse de una burda y aparente legitimidad que solo la da una elección ganada, y por eso, desde la palabra, lo que se dice resulta casi profético.
Queda en evidencia cuando se usan frases o designaciones, títulos o rótulos, donde ellos son “las fuerzas del cielo” y los otros “los degenerados”, que van desde la perversión sexual hasta lo económico.

Los actos simbólicos —en lo lingüístico, lo paralingüístico y lo que está fuera y acompaña— forman parte de un ritual, donde lo ecuménico se fusiona con creerse el pueblo elegido para ser parte de una comunión protestante. Y la conversión de un Papa que, en la percepción externa, pasó de ser el representante del demonio en la Tierra a ser único e indiscutible.

Todo se vuelve válido en el discurso. Todo se incorpora a un cuerpo discursivo donde predomina lo dogmático cerrado, en el que no ser parte del mismo te vuelve lo contrario de un “argentino de bien”.
Porque el bien son ellos, y todo lo que esté fuera es el mal, sin lugar para la redención.

Lo diestro es lo legítimo; lo siniestro (lo digo por ser parte de la izquierda) es lo que está fuera y, por lo tanto, debe ser aniquilado, aunque en el mismo acto se distorsione la ley. En ese cambalache subsiste la justificación de que se debe sufrir ahora por lo vivido en el estado de bienestar perdido, con una culpa que amordaza la acción. Para que la palabra —también sinónimo de acción— despliegue la fuerza del poder.

Así se festejan frases que anuncian que saldrán a cazar a todo aquello que no tenga sintonía con el poder ejercido.

“Todo lo que se hace por amor se hace más allá del bien y del mal.”

No olvidemos que la creencia ciega puede no ser amor, sino fanatismo.
Allí debemos intentar dilucidar qué amor impulsa y qué tipo de amor es.
El amor trasciende la moral convencional, dice Nietzsche, porque nace de una fuerza vital más profunda. Quizá sea el amor la puerta de salvación, o por lo menos un camino.

Al fin y al cabo, seguimos siendo prisioneros de las palabras y dueños de los silencios: los propios, los nuestros y hasta los ajenos.
Las palabras, los mandatos y los discursos son solo herramientas y destrezas, que dependen de quién las use, cómo y por qué.

35 COMENTARIOS

  1. Muy válida reflexión. Este es un tiempo extraño para quienes conocimos otro menos contaminado. El vértigo de la comunicación en redes contribuye a ese no-pensar, no-digerir; las personas tragan el discurso altisonante emanado del poder, sin mastigar. El lastimoso resultado es una espiral de violencia y estupidez (en su estricto sentido etimológico) que impregna las relaciones humanas.
    Buen artículo, Daniel.

  2. Un análisis excelente, creo que se a derramado el vaso cultural del respeto y el compromiso por la construcción de ciudadanos educados con cultura de labrado. Las políticas educativas promueven como pecados pedagógicos la exigencia y la persistencia en.la escritura y la lectura a los alumnos, lamentablemente en todos los niveles.un reflejo de esta realidad se aprecia a diario en los discursos degradentes y siempre ofensivos de nuestros dirigentes políticos. Un fuerte abrazo Profe querido.

  3. El lenguaje tiene ese el inconmensurable poder de influenciar y hasta de transformar realidades hasta el punto de crear un paralelismo en el que muchos se pierden cuál minotauro en el laberinto.

  4. Muy buenas y oportunas reflexiones, siempre muy bien fundamentadas.
    Un comentario: Pienso que a veces la palabra puede liberarnos y el silencio nos hace seguir dominados, por eso de «quien calla, otorga»

    • «la palabra tiene poder,ya sea para bien o para mal lamentablemente. En está nueva sociedad dónde aparentemente se puede decir lo que se quiere y se interpreta como libertad de expresión,el ser humano no se da cuenta que se esclaviza a si mismo por sus propias palabras y a la vez a los que lo escuchan y la hacen propia. Debemos saber que somos seres emocionales y que todo lo que nos rodea puede afectarnos para bien o para mal como es el caso de escuchar palabras negativas o positivas y si lamentablemente no sabemos distinguir cuál es el objetivo de ese discurso somos arrastrados por aquellos que solo piensan ganar a las masas para beneficios propios.

  5. Tan claro y jugado como siempre , dónde las opiniones son tergiversadas, por los cerebros lavados y por los ensobrados de siempre, que juzgan , alegan y condenan antes que un tribunal real , con sus opiniones y discursos dogmáticos.

  6. Sí desde la más tierna infancia contribuyes emos a qué desarrollen el juicio critico no habría creencias ni opiniones. Y la palabra volvería a empoderarse. Pero la docencia sólo busca que los chicos lean( no importa si lo entienden), y escriban. Excelente reflexión Daniel Son tantos los significantes en un mar de ambigüedades que el significado se desdibuja…lamentablemente

    • Excelente análisis del poder del lenguaje como herramienta de control social. La analogía con el Infierno de Dante resulta efectiva. El autor expone con claridad cómo el discurso dominante silencia la disidencia y genera una realidad distorsionada. Invita a la reflexión crítica.

  7. Una palabra, no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo…por eso, en esta madeja de palabras, hay palabras que despiertan, y construyen para quienes deciden apropiarse de ideas.
    Excelente nota Daniel Pose.

  8. Gran escrito. Es un texto potente, valiente y necesario. Un ensayo que no se acomoda al lugar común, sino que sacude, provoca y exige pensar. Tiene la forma de una advertencia que no grita, pero resuena como eco que duele.

  9. Es asi….siempre…actualmente de una forma diferente la tecnologia ayudo a que sea mas rapida la llegada….
    Siempre se uso la palabra para alabar o denostar..

  10. QUERIDO DANIEL: POR MOMENTOS ME SENTÍ EN LAS AULAS DE FILOSOFÍA Y LETRAS, UNA NOTA DE UN NIVEL EXTRAORDINARIO, BRILLANTE COMO SIEMPRE. UN ABRAZO

  11. Si Dani Querido…tremenda reflexion, tremendo tanto!!!! Finalmente el Amor y las Obras siempre cuentan y nos trascienden….y es un camino que todavia nos posibilita…. mientras el verbo crea…. La palabra maravillosa nos construye…. sera el momento de la construccion del discernimiento… Siempre un orgullo Ud.

  12. Una sola pregunta me surge con esta realidad que vivimos…¿ De dónde nacen los liderazgos?.¿.que fuerzas alimentan estos fenómenos.energentes?… Pruebo con una suerte de hipótesis, Los jóvenes desde su inmadurez intelectual y emocional sospecho que son parte importante de este proceso, cargados de bronca, iracundia, y de irracionalidad juvenil, y cansados de tanto presente horrible y futuro oscuro…la caida estestrepitosa de los modelos en el mundo, muestran la orfandad de líderes en casi todos los planos de la vida ..y terminamos enfermando de incertezas y desesperanzas, de exepticismo y nihilismo…y pensando la posibilidad de creer que todo forma parte de una constelación de fuerzas malignas y diabólicas que terminará con los harapos de felicidad que aún nos queda…tal vez y solo tal vez seamos parte de una violenta transformación de el mundo y una era.. no lo sé.. gracias por compartir tus palabras

  13. Estimado Daniel.
    Leyéndote me traslado hacia el análisis de Genette en cuanto a la palabra en la narración. La intencionalidad del escritor, la de la voz narrativa y el efecto en el lector. Construir mundos posibles… pero, ¿será ese mundo que descubre el lector el mismo que el autor quiso transferir?
    Entonces, ¿dónde reside el verdadero ‘poder de la palabra’?

  14. Buenas y acertadas reflexiones Daniel.
    Ciertamente la palabra posee la capacidad de ser polisémica. Descosificada a través del discurso que depende de las ideologías o subjetividades de emisor/ receptor, ingresa actualmente, más que en otros tiempos, a la galantería falsa de los deditos y a las travesías de poder, que manipula, ya, sin máscaras. El periodismo, otro poder orquestado para manipular en un gran porcentaje, y así, la palabra, en todas sus variantes, padece del desvalor. ¿Recuperará sus signos vitales?
    Gracias por hacernos pensar.

  15. No podría ser más oportuno este artículo, en estos tiempos de la Argentina, donde las palabras y discursos se han empleado para la destrucción del otro. Abrazo grande.

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