por José Mariano.
La angustia es el vértigo de la libertad.
Søren Kierkegaard
Hay algo en el aire que no es entusiasmo, ni tampoco es esperanza. Es una inquietud densa, que se cuela en el cuerpo antes que en las palabras. Se parece más a la fiebre que al fervor. Un malestar colectivo que antecede a cada elección como si la democracia, en vez de ser una celebración, siempre de algún modo anunciara un posible colapso.
Porque en Argentina, cada vez que se aproxima una votación, reaparece el síntoma. No importa el partido, ni la coyuntura, hay algo más profundo que se activa y no se puede eludir. Una especie de angustia que se apodera del inconsciente colectivo. Una mezcla de ansiedad, desconfianza y agotamiento moral. Como si supiéramos, aunque no lo digamos, que estamos a punto de repetir el mismo trauma de siempre.
Se nos enseñó que la democracia era el mecanismo para renovar el pacto social. Pero en este país, la renovación es una ilusión óptica. Siempre, de una u otra manera, son las mismas caras; si no se ven, están en las sombras, pero ahí están. También puede suceder que se repitan los mismos nombres en otros cuerpos. Lo que no falla es que siempre es la misma lógica, prometer lo que nunca se cumplió ni se va a cumplir, y señalar enemigos que antes fueron aliados de una u otra manera; hablar del futuro como si el pasado no estuviera ahí, intacto, sin resolver.
La angustia no nace del conflicto político, nace de la farsa. Del déjà vu de ver cómo se recicla el poder mientras se disfraza de ruptura. El presidente que juró ir contra la casta gobierna con casta. Los que prometían dinamitar los privilegios están más cómodos que nunca entre despachos históricos, sobresueldos, roscas recicladas y gestos televisados.
Hay una nueva clase social que nunca se presenta como tal, la clase dirigente. No importa el color, ni la ideología. Es una clase que se alimenta del Estado, que convierte el presupuesto público en una red de favores, cargos y blindajes. Una clase que sobrevive a todas las crisis porque aprendió a mutar, a disfrazarse de indignación, a hablar el idioma de la bronca popular con tono ensayado.
Mientras tanto, los problemas estructurales siguen ahí, repitiéndose como pesadilla. La educación pública colapsa, la salud es una ruleta, la jubilación una condena. La corrupción no escandaliza porque se ha naturalizado como parte de lo que ya no podemos dejar de ser. Y la violencia institucional, en sus formas más visibles y también en sus formas más sutiles, se vuelve parte de lo cotidiano, se vuelve parte del lenguaje del poder.
Se reprime con total impunidad, se justifica con frialdad tecnocrática, y lo más grave, se vuelve costumbre. Y cuando la violencia se naturaliza desde arriba, desde los despachos, se desborda también hacia abajo, hacia la calle, hacia los vínculos, hacia el humor social. Por eso cada día se siente más tenso el aire, más cerca el estallido, más frágil la convivencia. Porque hay algo que se rompe cuando el Estado lastima y nadie se asombra.
Y los pibes, que deberían estar proyectando sus vidas, están pensando cómo escapar.
¿Cómo no angustiarse si todo vuelve? ¿Si el futuro siempre llega averiado? ¿Si cada elección parece diseñada para confirmar que no hay salida? Kierkegaard decía que la angustia es el vértigo de la libertad. Pero en Argentina, la angustia no es vértigo, es en cambio nuestra única certeza. La certeza de que elegimos, sí, pero dentro de un guion que ya conocemos de memoria.
Y entonces asistimos otra vez al espectáculo. Las listas, los spots, los afiches, los enemigos de turno, las promesas de refundación. Todo ocurre como si nada hubiera ocurrido antes. Como si esta vez fuera distinto. Como si no supiéramos que, al final, el decorado se cae y el elenco es el mismo.
No estamos ante una campaña electoral. Estamos ante una reedición de la desilusión. Lo que está en juego ya no es solo el rumbo económico o el modelo de país. Lo que está en juego es la salud psíquica de una sociedad que ya no puede sostener más frustraciones sin romperse por dentro.
Porque cuando todo se repite sin cesar, el país deja de ser una comunidad y se convierte en un síntoma. Un síntoma colectivo que no se cura con urnas, sino con verdad. Con memoria. Con ruptura real.
Y esta vez, una vez más, parece que eso tampoco va a pasar.
Por eso existe Fuga.
No para ofrecer respuestas.
Sino para incomodar las certezas.
Para romper el ciclo, aunque sea con una pregunta.
Bienvenidos a la Edición 19.
Esto es Fuga.
«No estamos ante una campaña electoral. Estamos ante una reedición de la desilusión». Tan cierto que espanta. Eres grande, José Mariano. Bienvenida Fuga a mis días.
Muy buena reflexión sobre esta actualidad que transitamos. Mis mejores augurios para FUGA
Maravillosa columna que nos habla de lo que padecemos como sociedad. Muchas gracias
Toda la razón. Todos se reciclan, y sin las mismas caras siempre. El poder engolosina y si va acompañado de corrupción mejor. Claro ejemplo del kichnerismo que no quieren soltar el poder y cuando no lo tienen hacen lo posible por voltearon. Romper esa matriz de corrupción, de esa casta, no es algo que pueda hacerse en corto tiempo, tiene muchos seguidores que lo único que les importa es el beneficio propio. Llevará varios años cambiar y renovar la cultura de lo fácil, del engaño, y cambiarla por el esfuerzo, el mérito, la cultura del trabajo y no pretender que el estado de todo sin hacer nada
Sigamos rompiendo el ciclo!
Angustia, elección,urnas,candidatos,los mismos de siempre, el guión ya está escrito… El guión ya está escrito?
Mejor descripto no podría estar José! Lastima como influye en la sociedad como el aumento de la desesperanza y no como un impulso de querer el cambio real e ir por ello…nuestra gran vulnerabilidad nos deja como presa fácil de manipulación de los que tienen el poder.
Qué claridad en tus palabras, José expresas con contundencia y lucidez lo q muchos sentimos, es admirable cómo resumes esta realidad q parece no cambiar,gobierne quien gobierne,coincido plenamente: hablar de castas mientras se forma parte de ellas, es una hipocresía q ya no sorprende.
Muy buena reflexión Jose
Mucha verdad redactada de manera clara y elegante. Creo que resumís el sentir de todo un país en tus palabras. Excelente artículo.
Tengo 79 años desde los 25 años siento esa misma sensación que comenta y explica en la nota. Fuga siempre adelante muy buena
Y ahí es donde nos toca sembrar semilla de nuestro sentido. Para nunca perderlo y nunca perdernos. Gran nota José!
Excelente nota José, buen llamado a la reflexión de lo que padecemos como sociedad..
El eterno retorno
Una descripción exacta de lo que vivimos, me quedo con la frase :….para incomodar las certezas.
Para romper el ciclo, aunque sea con una pregunta.
Que todos digamos en voz altas las preguntas.
Excelente artículo, José.
Gracias Fuga.
Muy bueno! Querido jose ! Me gusta mucho tu columna! Te felicito!!
Es la realidad que estamos viviendo, nunca tan bien explicado como ahora! Excelente columna ! Gracias fuga!!!
Se reprime con total impunidad, se justifica con frialdad tal cual se vuelve costumbre . Excelente realidad . FUERTE ABRAZO
Impecable José. Comparto cada una de tus palabras. Angustia… que bueno que exista este espacio para escapar un poco de la impotencia y la resignacion…
«Hay algo en el aire que no es entusiasmo, ni tampoco es esperanza»… Una frase cargada de poesía y de drama. Atravesamos nuestros días entre luces y sombras. Lo que es luz, adopta más importancia cuando necesitamos aferrarnos a una esperanza. Muchas gracias por tus palabras