por José Mariano.
El caos no se explica. Se transmite en vivo.
Hay semanas que no parecen semanas. Parecen siglos comprimidos. Todo sucede al mismo tiempo: una guerra que escala en Medio Oriente, una cumbre que fracasa en Europa, una nueva tecnología que promete reemplazarnos, un algoritmo que predice elecciones, una moneda que se desploma, otra que se inventa. Y en el centro, nosotros: corriendo detrás de las imágenes, como si alcanzarlas fuera lo mismo que comprenderlas.
En Argentina, la simultaneidad se ha vuelto obscena. Mientras se discuten reformas estructurales que afectan la vida de millones, la atención pública gira sobre una escena cuidadosamente guionada: la prisión de Cristina Fernández. No se trata sólo de una decisión judicial. Es un gesto simbólico que condensa el deseo de un sector de clausurar un ciclo político, de reducir la historia reciente a una escena de castigo ejemplar. Y al mismo tiempo, reactiva la polarización: una grieta que ya no separa ideas, sino afectos, identidades heridas, lealtades tribales.
Lo que debería conmovernos —la precarización del futuro, la pérdida del lenguaje común, la imposibilidad de proyectar un horizonte— queda relegado. El ruido tapa todo. La narrativa del orden necesita enemigos, y el show debe continuar. Se habla más de lo que se detesta que de lo que se defiende. Y las elecciones que vienen, lejos de proponer un rumbo, se perfilan como otro capítulo de este eterno presente crispado.
Peter Sloterdijk escribió que vivimos en una “edad cínica”, donde todos saben lo que ocurre, pero actúan como si no lo supieran. Un cinismo sistémico, que ya no niega los problemas, sino que los asume como inevitables. Así, el colapso se naturaliza, y toda resistencia parece ingenua. A este cinismo se suma la aceleración: como advirtió Paul Virilio, cada nueva tecnología de velocidad produce su propio accidente. La hiperinformación no nos vuelve más sabios, nos vuelve más vulnerables. Vivimos atravesados por una simultaneidad que desactiva la reflexión: todo sucede ya, pero nada se comprende.
Byung-Chul Han lo dijo con claridad: ya no nos domina el secreto, sino el exceso. No hay un ocultamiento sistemático de lo importante, sino una sobreexposición que desorienta. Ya no se oculta nada: se muestra todo al mismo tiempo. Y sin embargo, hay algo que se oculta: el sentido. El porqué. La estructura que hilvana lo que pasa con lo que importa.
Vivimos gobernados por lo que no comprendemos. Usamos tecnologías que funcionan, pero cuya lógica nos es ajena. Creemos estar informados porque estamos conectados, pero confundimos presencia con claridad. El misterio volvió, pero no como revelación, sino como algoritmo. No como sagrado, sino como operativo. Lo medieval no ha muerto: se ha adaptado. Avanza bajo nuevas formas. Ya no necesitamos inquisidores: nos alcanza con los términos y condiciones. Ya no hace falta censura: basta con la velocidad.
Como advertía Nietzsche, no hay hechos, sólo interpretaciones. Pero incluso las interpretaciones han sido tercerizadas. Ya no pensamos, reaccionamos. Ya no decidimos, respondemos. Nos gobierna la interfaz.
Por eso existe FUGA.
No para gritar más fuerte, sino para pensar más claro.
No para competir por la atención, sino para rescatar la contemplación.
A veces, la forma más radical de resistencia es la pausa. El silencio que organiza. La palabra que no busca likes, sino sentido.
Porque el caos no es lo contrario del orden.
Es su prehistoria. Su reverso. Su potencia no decodificada.
Hay un orden en el caos, pero no es el que espera el poder, ni el que mide el algoritmo.
Es el orden que emerge cuando alguien, por fin, se detiene a mirar.
Bienvenidos a la Edición 14.
Esto es FUGA.
Muy buena presentación que resume la esencia de Fuga y que nos muestra de form literal y simbólica qué la búsqueda es una constante
Felicitaciones por este espacio y por tus reflexiones José: clarísimas y consistentes. Muchas gracias por darnos está fuga, que también puede ser musical!
Uno de tus artículos q más me gustó José. Creo q estamos saturados de datos pero la mirada se queda en la superficie. Somos muy críticos , nombramos los defectos somos expertos en lo inmediato pero no vemos lo esencial
Volvamos a lo simple, a lo q no se mide pero se siente.No es saber más, es sentir mejor. Como dice Daniel Posse Fuga es una»búsqueda constante.
Excelentes reflexiones José.
En el mundo del revés, quizás fugar sea «quedarse», «parar la pelota», para pensar.
Felicitaciones.
Muy bueno Jose!!te felicito!!
Felicitaciones José,excelente análisis de realidad con una exquisita redacción, con metáforas alineadas ,con una claridad que nos interpela como sociedad.
Un aporte sin duda de gran valor.
Fuga, tiene filosofía que nos hace reflexionar sobre lo esencial que nos mejora como seres humanos y no detenernos en lo accidental que es lo que abrumadoramente nos rodea
GRACIAS por tus reflexiones.
José, tu texto es una ráfaga de lucidez en medio del caos: logra poner en pausa el ruido y devolverle sentido al pensamiento. Gracias por escribir con tanta claridad y profundidad. Gran bienvenida a la bien aventurada edición 14. Gracias.
Esto es FUGA!
Decía el M.F. «La ley es tela de araña, y en mi ignorancia lo explico, no la tema el hombre rico, no la tema el que mande, pues la rompe el bicho grande y sólo enrieda a los chicos».
Pareciera que si enrieda a los grandes es un castigo ejemplar o político. Si bien, los fallos tienen política y son políticos, no obstante ello, algunas veces, nos muestran que el sistema, funciona. Eso debiera darnos esperanza.
D.F. Sarmiento escribió,
Civilización o Barbarie, en 1845.
En el 2025, pareciera que seguimos eligiendo «barbarie».
Excelente reflexión!!!