por María José Mazzocato.
No hay un solo frente, ni una sola causa. Lo que vivimos no es una guerra total, pero tampoco una paz sostenida. Es un presente que se rompe por todos lados, un orden internacional que se agrieta desde sus bordes, pero también desde su centro, y cuya descomposición no se da por colapso, sino por superposición de crisis que ya no pueden leerse por separado.
En Ucrania, la guerra sigue su curso con una crudeza que el tiempo ha vuelto costumbre. Lo que comenzó como una ofensiva puntual se transformó en una guerra de posiciones, una disputa prolongada entre dos concepciones del mundo: de un lado, un proyecto de integración europea, occidental, atlántica; del otro, una Rusia que no solo busca recuperar influencia, sino también desafiar los límites del sistema internacional que la rodea. El conflicto ya no puede explicarse únicamente en términos territoriales: es un ensayo sobre las nuevas formas del poder, donde las armas, la energía, la información y la legitimidad se disputan en simultáneo.
Mientras tanto, en Medio Oriente, la inestabilidad es constante y, en muchos casos, estructural. La guerra en Gaza ha dejado miles de muertos y millones de desplazados en apenas unos meses, en una escalada que sigue sin encontrar techo ni solución, mientras la frontera con el norte del Líbano se torna cada vez más volátil, con Hezbollah respondiendo a la ofensiva israelí en el sur y arrastrando al país hacia una nueva espiral de crisis. Irán observa, interviene, se reconfigura como actor central de la región, desafiando tanto el cerco diplomático como las amenazas directas. Siria, tras más de una década de conflicto, es hoy un territorio fragmentado, escenario de influencias cruzadas que ya ni siquiera buscan una salida política, mientras Afganistán vive bajo el control talibán una normalidad que no es paz, sino disciplinamiento, y donde la sociedad civil desaparece entre prohibiciones, exilios y silencios. En Irak, el equilibrio es siempre inestable: el legado de la invasión, la tensión sectaria y el juego regional mantienen al país en un estado de transición sin horizonte.
En Asia Oriental, la península coreana sostiene una tregua que nunca fue paz. Corea del Norte continúa ensayando misiles, provocaciones, demostraciones de fuerza que parecen responder tanto a necesidades internas como a la lógica de disuasión global, mientras Corea del Sur refuerza su alianza con Estados Unidos y Japón, construyendo un escudo común ante lo que perciben como una amenaza inminente. La posibilidad de una escalada existe, aunque las partes parecen moverse con la conciencia de que un conflicto abierto sería devastador. Pero la paz verdadera, la que repara, la que proyecta, sigue siendo una promesa lejana.
En África, los conflictos adoptan otras formas, muchas veces invisibilizadas por la distancia o la falta de cámaras, pero no por eso menos graves. En Sudán del Sur y Sudán del Norte, los enfrentamientos armados, las crisis alimentarias, los desplazamientos forzados y la ausencia de Estado generan una emergencia humanitaria de proporciones inmanejables. Etiopía intenta reorganizarse tras el trauma de la guerra en Tigray, pero lo hace sobre una base frágil, con heridas recientes y tensiones étnicas latentes. Yemen vive una guerra larga, sucia, sostenida, donde las potencias regionales disputan poder por intermedio de grupos locales, mientras millones de personas dependen de ayuda humanitaria para sobrevivir. La violencia en África no siempre tiene nombre, pero sí consecuencias: vidas interrumpidas, estructuras estatales colapsadas, generaciones enteras atravesadas por la urgencia.
En Asia Meridional, India y Pakistán sostienen una rivalidad estructural que excede las coyunturas. Cachemira sigue siendo el núcleo visible de esa disputa, pero también el símbolo de una historia inconclusa. Ambos países avanzan por caminos divergentes: India, fortalecida por el respaldo occidental en su proyección como potencia emergente y contrapeso a China; Pakistán, inmerso en una crisis económica, política y social que no termina de encontrar cauce. La región entera se ve afectada por esa tensión persistente, que puede escalar o contenerse, pero que nunca desaparece del todo.
Lo que une a todos estos escenarios no es una ideología ni una conspiración global, sino una sensación común: el mundo ya no puede explicarse con las categorías del siglo XX.
El orden internacional nacido tras la Segunda Guerra Mundial, consolidado durante la Guerra Fría y rediseñado luego de la caída del Muro de Berlín, atraviesa un momento de agotamiento estructural.
Las instituciones que supieron ordenar el juego global —la ONU, el sistema multilateral, los acuerdos marco— muestran hoy límites evidentes frente a una realidad que se mueve más rápido que su capacidad de respuesta.
¿Hacia un nuevo orden o hacia el desgobierno global?
La suma de estos conflictos no configura una guerra mundial en el sentido convencional, pero sí una dispersión del poder y un agotamiento del sistema internacional nacido tras la Segunda Guerra Mundial.
China y Rusia, por un lado, buscan debilitar el predominio occidental. Estados Unidos, por otro, intenta rearticular alianzas en un mundo donde su hegemonía ya no es incuestionable. El Sur Global reclama voz, pero se enfrenta a una deuda estructural, a crisis climáticas y a un acceso desigual a los recursos estratégicos.
Hablar de una Tercera Guerra Mundial es, quizás, imprudente. Pero no hablar del carácter estructural de estos conflictos —interconectados, persistentes, cada vez más civiles y menos estatales— es aún más riesgoso. El mundo no está en guerra abierta, pero sí en un estado de tensión continua, donde un pequeño incidente puede convertirse en chispa.
Quizás no estemos ante una guerra global, sino ante una globalización de las guerras.
Me encantó tu columna. Me sentí o percibí a través de la misma quizá lo que sentían en la paz armada. Te felicito sos muy buena y un ser pensante extraordinario. Creo que de verdad estamos inmersos en una gran guerra. Gracias por iluminarme
Muy buena nota ,felicitaciones y me ciento honrado de q seas columnista del streamig CONTALO COMO QUIERAS saludos querida periodista