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No se trata de ideologías, se trata de dignidad

Publicado el

por Enrico Colombres. 

La historia reciente de la Argentina parece empecinada en demostrarnos que no aprendemos. Que podemos tropezar mil veces con la misma piedra y que, aun así, nos tomamos el tiempo de maquillarla, aplaudirla y pedirle perdón por haberla golpeado. El caso YPF es, hoy, la síntesis brutal de una política sin rumbo, una dirigencia sin lógica jurídica y un pueblo agotado de observar cómo le saquean los sueños disfrazados de progreso.

En 2012, en un acto que se vendió como patriótico, el Estado nacional recuperó el 51% de las acciones de YPF. Se habló de soberanía energética, de recuperación de activos estratégicos, de independencia. Y todo eso podría haber sido cierto, si no fuera porque se hizo mal. Sin una planificación jurídica sólida, sin resguardo institucional y con un nivel de improvisación que hoy se paga, literalmente con miles de millones de dólares.

Porque más allá del discurso altisonante, lo cierto es que una jueza extranjera puede decidir hoy que Argentina debe pagar cifras imposibles a fondos buitres por esa misma expropiación. El conflicto no es ideológico, es estructural, es el síntoma de un Estado que no sabe proteger sus propios recursos. Que declara la guerra sin llevar municiones, que se llena la boca hablando de patria mientras firma contratos que hipotecan el futuro.

Mientras tanto, el Presidente de la Nación y el gobernador bonaerense se insultan mutuamente desde sus trincheras mediáticas, como si estuviéramos en campaña electoral eterna. Se pasan facturas cruzadas por errores que comparten, uno quiere vender todo, el otro se lava las manos. Pero lo cierto es que ninguno plantea una solución de fondo, solo se buscan culpables ajenos, como si eso resolviera algo.

Y en el medio de esa disputa, está YPF y detrás de YPF, Vaca Muerta, uno de los yacimientos más importantes del planeta. Una posibilidad real de desarrollo energético, de generación de divisas, de independencia económica. Pero para que eso suceda se necesita algo que Argentina no tiene, una política de Estado. Una decisión firme y duradera que atraviese gestiones, que no dependa del humor del turno, que esté blindada por la ley, por la participación popular.

Hoy el país podría estar aprovechando sus recursos naturales para sostener una matriz energética autónoma, para exportar con valor agregado, para saldar deudas internas. Pero en vez de eso estamos otra vez discutiendo fallos judiciales, apelaciones improvisadas y la posible pérdida de soberanía sobre nuestras principales riquezas.

Las privatizaciones nos prometieron eficiencia, pero nos dejaron pobreza. Nos prometieron inversión, pero trajeron vaciamiento. Nos prometieron modernización, pero entregaron las llaves del país. Hoy, que otra vez suenan los cantos de sirena del “mercado”, es urgente recordar que lo público no se vende, se defiende. Y que lo estatal no es sinónimo de ineficiencia, sino de oportunidad cuando se gestiona con planificación y control social.

Lo que falta no es petróleo, gas o potencial. Lo que falta es una dirigencia que esté a la altura de esa riqueza. Una dirigencia que no negocie en secreto ni hipoteque el futuro. Lo que falta es institucionalidad funcional moderna ágil, coraje político y participación popular. No se puede seguir improvisando con los recursos naturales. No se puede seguir atando el destino nacional a los vaivenes judiciales de tribunales extranjeros.

Es hora de blindar YPF. De declarar intransferible la propiedad estatal sobre el 51% de sus acciones. De construir una plataforma jurídica que impida que lo que es de todos sea rifado por unos pocos. De auditar con participación ciudadana real, con ONGs especializadas, con técnicos independientes. Y, sobre todo, con el pueblo informado y activo.

La tecnología ya permite que las decisiones clave pasen por consulta popular directa. No hay excusas para no implementar una plataforma estatal, como puede ser una evolución de «Mi Argentina», que permita votar desde el celular sobre los temas estratégicos. ¿Queremos que YPF siga siendo estatal? ¿Queremos que Vaca Muerta financie salud y educación o que engorde cuentas offshore?

El pueblo debe ser parte activa. Porque el pueblo es el único garante real de la soberanía. No alcanza con banderas ni discursos. Hay que participar, organizarse, construir espacios nuevos, honestos, profesionales. Y eso también es responsabilidad nuestra. No alcanza con quejarse en redes. Hay que involucrarse. Porque si no lo hacemos nosotros, lo harán por nosotros. Y nunca a nuestro favor.

La verdadera política de Estado no puede depender del humor de un juez en Nueva York, ni del ego de un funcionario, ni del interés de una multinacional. Tiene que ser el reflejo de una nación organizada, con ciudadanos que exijan, fiscalicen y decidan. Solo así el país dejará de ser una promesa incumplida y pasará a ser un proyecto real.

Como probablemente diría Carlos Cossío, que advirtió hace décadas en su texto ideologías, con una lucidez que hoy grita desde las bibliotecas olvidadas, que el Derecho se deshumaniza cuando se lo separa de la realidad social que lo justifica, y más aún, que toda ideología es una racionalización interesada de un privilegio. ¿Qué mayor privilegio hay que administrar los bienes del pueblo como si fueran propios, sin rendir cuentas, sin justicia, sin memoria?

Porque la soberanía no se declama, se construye. Y si no reaccionamos ahora, si no defendemos YPF, Vaca Muerta y todo lo que representan, no habrá segunda oportunidad. Lo que viene es saqueo, desindustrialización y dependencia. Lo que viene es silencio. Y la historia será escrita por los que se llevaron todo, mientras nosotros seguimos debatiendo quién fue el responsable.

Ya no se trata de ideologías. Se trata de dignidad. Y si no tenemos el valor de defender lo que es nuestro, mereceremos cada fuga, cada sentencia, cada derrota que se nos imponga desde afuera o desde adentro. Dejá de preguntar qué hacen los demás al respecto, los políticos no lo van a resolver y pregúntate qué haces vos.

¿Sos parte de la reconstrucción o solo otro espectador resignado? Porque la historia no espera, y otra vez no perdona. La inacción ya no es neutralidad, es complicidad. Lo que le pasa al pueblo te pasa a vos, aunque todavía no lo sepas. ¿Vas a seguir cruzado de brazos mientras se decide el futuro que vas a heredar? Fíjate o mejor dicho,  ideay maver.

1 COMENTARIO

  1. Felicitaciones, muy buena nota y desarrollo de una problemática importante, acorde a la necesidad de pensar que futuro queremos para nuestros hijos/los que vienen.

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