por María José Mazzocato.

Lo que no se dice también duele. Y también gobierna.

INTERNACIONAL | El último adiós del Papa, la conversación entre Trump y Zelensky, y una Unión Europea totalmente dividida

El 21 de abril de 2025, el mundo se detuvo para despedir al Papa Francisco, una figura que supo trascender los márgenes del catolicismo para convertirse en un emblema global de diálogo, humildad y justicia social. Su funeral en la Plaza de San Pedro reunió a más de 250.000 personas y a mandatarios de todo el mundo. Entre ellos, Donald Trump y Volodymyr Zelensky —dos presidentes que personifican polos ideológicos y diplomáticos opuestos— protagonizaron una imagen que recorrió el planeta: un apretón de manos sobrio, sereno, incluso cordial. La escena, tan improbable como simbólica, pareció inaugurar una nueva etapa de escucha activa, aunque no exenta de cálculo político. ¿Es Donald Trump el pacifista que le pondrá fin a la guerra de Rusia – Ucrania?

Mientras tanto, Europa se agrieta en su interior. Entre la burocracia institucional y el avance de corrientes ultraconservadoras, el viejo continente enfrenta una crisis de identidad. Esta semana, el primer ministro húngaro Viktor Orbán viajó a China para estrechar aún más sus lazos con Xi Jinping. La imagen de ambos líderes sonriendo ante las cámaras es más que una postal diplomática: representa la consolidación de un eje euroasiático autoritario que desafía abiertamente al orden liberal internacional. En un contexto marcado por la prolongada guerra en Ucrania y la fragilidad de las democracias, la alianza sino-húngara despierta alarma tanto en Bruselas como en Washington.

La gira de Xi por Europa —que incluyó escalas en Francia, Serbia y Hungría— no fue inocente. La elección de Orbán como interlocutor privilegiado evidencia el posicionamiento estratégico de China: apuesta a profundizar su influencia en el corazón mismo de la Unión Europea, usando a Budapest como cabeza de puente. Hungría se presenta como un socio funcional al modelo chino, con afinidad ideológica en cuanto al control estatal, el nacionalismo económico y el rechazo al multilateralismo liberal. Las inversiones chinas en infraestructura ferroviaria, energía nuclear y redes 5G consolidan esta alianza a largo plazo.

El silencio de la Unión Europea frente a esta avanzada desnuda su impotencia. Incapaz de actuar con una sola voz, el bloque se muestra fragmentado y vacilante ante un desafío geopolítico de enorme magnitud. La paradoja es elocuente: mientras promueve valores democráticos hacia afuera, hacia adentro tolera el ascenso de gobiernos iliberales como el de Orbán. El proyecto europeo, alguna vez esperanza de integración y paz, hoy navega entre la retórica institucional y el repliegue autoritario.

NACIONAL | Milei entre el marketing y el ajuste eterno

En Argentina, el gobierno de Javier Milei cumplió cinco meses. Lo hizo con una fuerte carga simbólica y mediática: su primer “informe de gestión” fue transmitido en cadena nacional como si se tratara de una TED Talk. Frente a una escenografía austera pero cuidadosamente diseñada, el presidente se dirigió a la ciudadanía con tono profesoral, plagado de autoelogios, gráficos sin fuentes verificables y afirmaciones difíciles de contrastar. La escena reflejó con claridad el núcleo de su estilo político: comunicación directa, desprecio por los intermediarios y un uso sistemático del storytelling como herramienta de poder.

El mensaje fue claro: «el ajuste está funcionando», «la inflación ya no es un problema» y «la casta está perdiendo». Sin embargo, la realidad cotidiana muestra un país distinto. El poder adquisitivo de los salarios sigue en picada, el consumo se desploma, la actividad industrial se encuentra en mínimos históricos y la pobreza alcanza niveles alarmantes. La motosierra no solo recortó partidas, también fracturó el tejido social y profundizó la desigualdad.

En el Congreso, la Ley Bases —rebautizada y reformulada— intenta avanzar con concesiones a algunos sectores opositores, pero enfrenta un escenario complejo. El rechazo a la delegación de poderes extraordinarios, la reforma laboral regresiva y la amenaza sobre los recursos provinciales genera resistencias incluso dentro del oficialismo blando. La calle, por su parte, se volvió protagonista. La multitudinaria marcha universitaria del 23 de abril desbordó todas las expectativas y encendió una alarma política. El paro nacional del 9 de mayo promete ser un nuevo hito en la agenda de resistencias al modelo de Milei.

El presidente, sin embargo, parece cómodo en el conflicto. Cuanto más lo critican, más alimenta su narrativa de outsider heroico enfrentando a una “casta” que busca sabotear su gobierno. Esa lógica binaria —tan efectiva en campaña— empieza a mostrar sus límites cuando la gestión concreta no ofrece respuestas. El riesgo es que, en nombre de la pureza ideológica, se dinamite la institucionalidad democrática y se consolide un modelo de poder unilateral, sin contrapesos ni diálogo.

PROVINCIAL | Tucumán, entre la asfixia presupuestaria y el pacto incómodo

La provincia de Tucumán no escapa a los impactos del ajuste nacional. La gestión de Osvaldo Jaldo camina por una cornisa: por un lado, su alineamiento con el gobierno nacional busca garantizar la gobernabilidad y preservar ciertos flujos de fondos. Por el otro, ese mismo alineamiento lo expone a críticas crecientes por parte de gremios, organizaciones sociales y sectores productivos que ven cómo se deterioran las condiciones de vida en la provincia.

La asfixia presupuestaria es evidente. Sin subsidios al transporte, sin recursos para comedores escolares ni programas de salud comunitaria, Tucumán enfrenta una crisis silenciosa pero constante. La situación de las universidades del NOA es alarmante: la UNT y otras instituciones denunciaron esta semana que no podrán sostener su funcionamiento si el ahogo financiero persiste. La cultura, el deporte y la ciencia son otras áreas golpeadas por el ajuste, con consecuencias directas sobre la inclusión y la equidad.

Mientras tanto, el gobernador apuesta a mantener la paz social a través de una estrategia de equilibrio. Busca evitar la confrontación directa con Nación, pero al mismo tiempo intenta contener el malestar interno. Sin embargo, la protesta social crece. La participación masiva de la comunidad tucumana en la marcha universitaria fue un punto de inflexión: mostró que la paciencia social tiene un límite y que el silencio institucional no es sostenible.

El desafío para Jaldo no es solo financiero, sino político: ¿hasta cuándo podrá sostener un pacto incómodo que pone en tensión la autonomía provincial a cambio de recursos que no llegan?

Lo que no se dice: la estrategia de la desinformación

Vivimos una época marcada por el control, la crisis y, sobre todo, el silencio. Un silencio que no es casual ni neutro. Es un silencio gestionado, administrado, intencionado. Los gobiernos —ya sean autoritarios o democráticamente elegidos— parecen haber entendido que, en la era de la sobreinformación, lo más eficaz no es reprimir la verdad, sino diluirla. Inundar el espacio público con discursos ambiguos, datos incomprobables, promesas vacías y enemigos imaginarios.

La desinformación se ha convertido en una herramienta estratégica de poder. Se ejerce desde los discursos oficiales, pero también desde las plataformas digitales, los medios alineados y los influencers funcionales. No se trata solo de ocultar lo que ocurre, sino de saturar el debate con versiones, simulacros y narrativas diseñadas para distraer, dividir y desmovilizar.

En este contexto, el silencio también puede ser una forma de resistencia. El silencio que guarda memoria, que se niega a repetir consignas vacías. Pero más urgente aún es la palabra. La palabra crítica, comprometida, honesta. Frente al avance del autoritarismo, el colapso de las economías y la fragmentación de las sociedades, necesitamos volver a pensar en voz alta. Romper el cerco del miedo y del cinismo. Hablar, escuchar, incomodar. Porque lo que no se dice, también duele. Y también gobierna.