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Durmiendo con el enemigo

Publicado el

por Ian Turowski. 

Nos siguen vendiendo que la grieta en Argentina es entre el oficialismo y la oposición. Que es peronismo vs. antiperonismo. Que es izquierda vs. derecha. Puro humo. La grieta real es mucho más jodida y está metida hasta el fondo del hueso: es una grieta moral, estructural. Es el reflejo de una sociedad que hace décadas perdió el norte, el rumbo, la ética. Y no lo quiere admitir.

Vivimos peleando guerras ideológicas estériles, como si estuviéramos todavía en los 70. Seguimos actuando como si el helicóptero estuviera por despegar otra vez, como si Videla pudiera volver en cualquier momento. Estamos empantanados en una memoria necesaria, pero mal procesada, que en lugar de enseñarnos a construir, nos deja clavados en el barro del trauma. No es olvido, es superación lo que nos falta. Porque si no superás, no creces. Y nosotros no estamos creciendo una mierda.

Mientras tanto, nos seguimos comiendo el cuento de que el problema es “el otro”. Que si cambiamos al gobierno, se soluciona todo. Pero no cambiamos lo importante: nosotros. La casa, la mesa familiar, la charla con los chicos. Ahí empieza todo. Ahí se pudre o se construye la próxima generación. No es un tema de partidos, es de principios. ¿Qué le decimos a nuestros hijos? ¿Que chorear está mal, o que si zafás, sos vivo? ¿Que laburar dignifica, o que es de boludos si podés acomodarte con un conocido?

La batalla no es cultural. Basta de ese verso intelectualoide de café con medialunas. La verdadera batalla es mucho más básica y más jodida: es honestidad contra truchada, laburo contra atajo, mérito contra acomodo, verdad contra relato.

Vivimos en una sociedad donde al que la rema lo tratan de gil, y al que hace guita por izquierda lo aplauden en la tele. ¿Dónde carajo quedó el sentido común? ¿En qué momento se convirtió en revolucionario decir la verdad o laburar sin esperar que te den algo?

No se construye un país con épicas vacías ni con discursos viejos. Se construye desde abajo, con valores reales, en casa, con ejemplos, con humildad, con autocuestionamiento. No vamos a cambiar el país si no cambiamos primero nosotros. Y cambiar no es repostear frases motivacionales en Instagram: es mirar para adentro y decir: yo también soy parte del problema. Yo también avalé, me hice el boludo, me callé, zafé.

Hay que dejar de hablar de dictadura vs. democracia como si estuviéramos al borde del golpe. Estamos lejos de eso. Pero estamos peligrosamente cerca de algo peor: la naturalización de la mediocridad moral como modo de vida. Y eso sí que es dictadura. No de las armas, sino de la costumbre.

La grieta de verdad está en lo que sos cuando nadie te ve. Está en el patio de tu casa, en el jardín del vecino.

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