por Daniel Posse.
Cuando todo parece diluirse, la acción se retroalimenta y la Feria destelló una luminiscencia propia, que sumergió y convocó a más público.
El espíritu de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2025 (FILBA) continúo su camino hasta terminar el lunes 12 de mayo, pero quizás tal vez de esas primeras impresiones, desde un inicio, que desnudaba sus contradicciones, buscó de forma más inteligente mejorar, desde los lugares de la organización, en los que se podía invocar más la convocatoria.
Ese sendero fue mejorando, ese peregrinar estuvo lleno de mejoras, quizás porque un público más arrojado llegó, ayudado por una apertura de promociones, lo que llevó a que la cantidad de asistentes se fue haciendo más multitudinaria, con rebajas en entradas y con ciertos atractivos, donde al final la estrella de la Feria terminó siendo el “Eternauta”. La fiebre por adquirir la obra, fue casi incontrolable, y eso que el precio no era para nada económico, pero era muy claro que esa fiebre, era ayudada por el estreno en Netflix, donde la serie terminó siendo un éxito en el mundo. Entonces la fiebre fue mutando de personajes interesados, en los que los supuestos conflictos ideológicos se fueron diluyendo en apariencia, y terminaron por sucumbir ante la demanda de un público, que lo que quería era leer, palpar, husmear, en quizá la historieta, más significativa de una época.
Cerré los ojos, por un momento, y pude sentir el espíritu de Héctor Germán Oesterheld, recorriendo el predio, quizás con una sonrisa esbozada, porque la revancha, habita y viene desde lugares insólitos.
Me pareció raro y hasta por momentos demencial, que una obra, que en estos días, parece tener cartel de kirchnerista, desplegara un fervor, de una generación que más parecían venir del cuerpo libertario que de otra cosa. Después entendí que mi mirada estaba plagada de un prejuicio injusto. Después de todo, las cosas no son lo que parecen.
Creo en mi parecer, que cuando se da un alianza en diferentes soportes de una obra, aunque se hayan convertido en otras obras, a la hora de la mejor publicidad, el éxito en las plataformas da un muy buen resultado.
Pero no fue lo único, sentados en la plaza, rodeados de cafés, y al aire libre, vimos pasar una manada, o quizás podría decir, un rebaño que seguía frenéticamente a Axel Kicillof, porque había presentado su libro “Volver a Keynes” en la Feria del Libro, seguido por Pedro Saborido, también escritor y guionista y el editor Carlos Díaz. El tumulto pasó haciendo temblar el piso e interrumpiendo el café y la conversación que nos convocaba, entre risas a escritores, periodistas y editores tucumanos, que vimos pasar el vendaval, quedándonos con las ganas, de que esa cercanía, con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, nos hubiera prestado parte de la manada.
Igual seguimos allí esperando que terminara de caer la noche, estábamos cansados, agotados de un intercambio fervoroso, quizás solo notado, por nuestras entrañas. El café iba y venía, las risas, las anécdotas, como parte de una comunión, algunos nos conocíamos desde siempre, otros nos estábamos descubriendo, a pesar de ser de la misma tierra.
El crepúsculo se llenaba por momentos de música y sonidos de tambores, en un escenario en esa plaza de la Rural, entonces los sonidos del desierto y de la arena inundaban el aire, allí es cuando más se notaba que Riad, la capital de Arabia Saudita, era la invitada de este año. Solo allí podíamos comprender la abundancia de hombres árabes vestidos con sus trajes típicos, (Solo hombres, sin compañías femeninas, y si aparecían, ya que eran escasas, apenas se podían ver sus ojos) que poblaban todos los rincones de la Feria. Pero no vi ninguna manifestación de ningún organismo de derechos humanos protestar en el stand de la Ciudad de Riad, entendiendo que es la capital de un reino, que no permite ni la diversidad religiosa y muchos menos la sexual, ni los derechos de la mujeres. Una más de las contradicciones que hace posible el mercado, y es que convivan en un predio, de una feria del libro, universos extremos, donde los grises habitan y llenan.
Cada tanto, uno escuchaba ruidos de protestas, protagonizadas principalmente por jubilados y pensionados, quienes se movilizaron contra la desproporcionada respuesta policial y el uso de fuerza en las manifestaciones. Por un momento parecieron disruptivos, pero, el bullicio y la indiferencia de un público estridente, que pareció ignorarlos, desde un lugar, en el que la indiferencia primó, los hacia quedar en anecdóticos.
Brillos Telúricos
Entre tanto brillo, era imposible no contar los que tuvieron tintes telúricos. Esos brillos los fue dando Adriana Lucero, que en el stand Norte presentó: “Más allá del borde” Acompañada la Dra. Liliana Massara. En ese texto emergió un ritmo justo, con una voz perspicaz, sólida y transparente. La Poesía del desborde y del desgarro que inundó la atmósfera.
Otro brillo telúrico fue la llegada de la Editorial Letras de Fuego. La presencia de la prolífica editorial independiente, dirigida por el periodista y escritor Manuel Ernesto Rivas, no pasó desapercibida en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, específicamente en el stand de Norte Cultura. El inicio de la participación de Letras de Fuego Ediciones estuvo a cargo de Miguel Calvo, quien destacó el rol de Rivas como gestor cultural y de la mencionada editorial que “está pisando fuerte en la provincia de Tucumán y en la región”.
Jugar de local, porque a pesar de que vivo hace más de dos décadas en Buenos Aires, me volví a sentir local y es que Las Ciénagas es parte de esta editorial también, compartiendo con otros tucumanos, como Romi Carrizo, Julio Molina, Nancy Olivera (de entre Jujuy y Santiago del Estero) Juan Carlos Mon, Cristina Guerrero, y el mismo Manuel Rivas como autor. Ese brillo, ese destello me fue llevando, a notar que el pabellón Ocre, se había vuelto multitudinario, que en esa búsqueda terminé como público en el Stand de Santiago del Estero, entonando una chacarera. Descubrir allí en esa porción de tierra santiagueña, la figura estilizada de mujer gaucha: Mabel de los Ángeles Oropel, que recitó poemas de su Libro: Mi árbol de Chirimoyas, esa mujer que viene de las entrañas de mi Aguilares natal, pero que fulgura en ese Alberdi del sur de Tucumán. Al final el Ocre pareció haberse resignificado, y el destello terminó por enceguecer.
Palpar los espacios, volver a olfatearlos, llegar a la Sala Horacio González del Pabellón Ocre, donde la Academia Nacional del Folcklore presentó «Cuchi Leguizamón. La Memoria del olvido», donde lo veo y escucho al Maestro Roberto Espinosa y a Juan Falú, y volver a sentir como el terruño me araña las entrañas.
Terminar esos días, en un café esquinero, del mismo pabellón, casi escondido, poblado de plantas artificiales, con Magui Montero, y Santiago Taboada, poetas de la tierra del Mistol y la algarroba, que exagerando sus eses, me hicieron reír hasta el hartazgo. Porque todo pareció volverse estridente. Brillo y destello, como si lo deslucido se hubiera esfumado. Sombra y añoranza, tal vez fueron parte de la alucinación. Quizá, tal vez por un momento, olvidar que el mercado, se recicla y se reencarna fuera posible, porque la feria culmina, porque los estertores finales se vuelven mandato, y por eso tal vez ya dibujamos en nuestras mentes como será la próxima.
Los tiempos que quedaron fueron los que se habitaron de búsquedas de libros, que olvidamos para último momento, los espacios de las últimas conversaciones entre amigos, entre tonadas y acentos, entre poetas imprevistos, y lectores curiosos. El destello al final estuvo poblado de nostalgias. En los que lo sueños se volvieron prolíficos, y hasta con un tono heroico, porque después de todo navegar en la feria del libro de Buenos aires, nos vuelve escépticos y soñadores, críticos e ilusos, cínicos y profundos.