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El arte de habitar un espacio

Publicado el

por María José Mazzocato.

Entrevista a Fanny Aouizerate, CEO de la marca Wall in Vogue en Miami.

Cómo una mujer convirtió el papel tapiz en una declaración de belleza, resistencia y refugio.

¿Qué pasa cuando dejar tu país no es solo migrar, sino reinventar desde cero la forma de estar en el mundo? ¿Y si el diseño no fuera solo estética, sino un modo de decir “aquí estoy, así siento y así habito”? Esta es la historia de Fanny Aouizerate.

En un mundo saturado de velocidad, estímulos y desarraigo, donde “habitar” parece haberse reducido a simplemente ocupar un espacio, aparece la propuesta de Fanny como un gesto radical, delicado y profundamente contemporáneo, en donde la dicha se encuentra en detenerse, sentir, crear belleza. Su obra se despliega a través del papel tapiz —sí, ese recurso casi olvidado o marginal en el diseño de interiores— para transformarlo en una herramienta de provocación emocional, además de estética y de resistencia a lo existencial.

Fanny no busca decorar simplemente, ella busca conmover a través de su arte. Porque para ella, el arte no es una cuestión de moda ni de tendencias, sino una estética del cuidado, de la memoria, del deseo. Una estética del ciudadano, del que camina, extraña, respira y transforma. En Fanny no tan solo encontramos una historia personal que contar, sino un lenguaje que interroga: “¿Qué ocurre cuando el diseño se convierte en una forma de habitarse a uno mismo? ¿Qué pasa cuando el arte deja de estar colgado en una pared… y se vuelve la pared misma?”, nos interpela Fanny.

Esa es la apuesta que atraviesa su propuesta, situada en el cruce entre espacio emocional y lo biográfico, aquella apuesta que se volvió urgente desde que dejó París para habitar Miami.

Fanny Aouizerate nació y se formó en el corazón de una de las tradiciones artísticas más exigentes del mundo: la francesa. París le ofrecía belleza, formación, disciplina. Pero también cierta rigidez. “Sentía que necesitaba algo distinto”, recuerda. Ese “algo” apareció en Miami, una ciudad donde las culturas se entrelazan, donde lo impredecible se vuelve fértil y donde equivocarse es posible.

La decisión no fue liviana, nos cuenta Fanny. Dejar Francia implicó una ruptura vital: tuvo que renunciar a su idioma, a sus costumbres, a su historia, aprendió inglés y español desde cero, enfrentó sola la burocracia, la falta de redes y de contactos, y aceptó el inmenso desafío de empezar todo desde abajo. Pero en esa lucha, Fanny cuenta que se encontró con una nueva versión de ella. “Gané independencia, pero también experimenté un desarraigo muy profundo”, dice. “Necesitaba construir belleza y libertad, pero a mi modo. Lo hice habitando Miami desde el arte”.

Lejos de entender el papel tapiz como un simple decorado, Fanny lo convirtió en una herramienta de transformación emocional. “Para mí, el arte es energía, es lo que un espacio te hace sentir, es calma, confianza, sensualidad. Quiero que quien viva en ese lugar se sienta contenido, empoderado y en paz”.

Su proceso creativo es profundamente intuitivo: nace de una sensación, de un color que ella no puede sacarse de la cabeza, una emoción que necesita traducir. Después llega la técnica, por supuesto, pero antes de todo aquello, siempre, siempre el proceso se encuentra al servicio de lo emocional. “La magia sucede cuando me permito el caos”, explica. “Cuando dejo que el espacio me hable, y diseño desde ahí”. Cada patrón, cada textura, cada atmósfera es un lenguaje para Fanny, quien nos cuenta que desea transmitir a cada uno de sus diseños en el papel tapiz que crea para sus clientes el arte de habitar.

Crear una empresa en otro país, sin contactos ni garantías, fue una apuesta enorme. Pero también, dice Fanny, una performance, ya que fundar Wall in Vogue no fue solo emprender, sino construir un lenguaje visual, vital y poético, que para la autora fue una forma de unir sus pasiones, su mirada y su deseo de empoderar a otros a través del entorno que habitan. “La estabilidad me daba seguridad, pero no me hacía sentir viva”, confiesa. Emprender le devolvió el propósito. Y aunque el camino fue solitario y desafiante, le permitió algo más profundo, ya que pudo transformar su experiencia de desarraigo en una narrativa de creación.

La estética, en su obra, es también un gesto político. Podemos observar en su mirada cómo Fanny combina la disciplina artesanal francesa con la libertad expresiva que descubrió en La Florida. Ella nos recuerda en la entrevista que Francia, su hogar natal, la cuna del arte contemporáneo, le enseñó la técnica, el valor del detalle y el entendimiento de la elegancia. Pero fue en la efervescencia del sur de Florida donde se permitió romper con la idea de perfección, donde el caos se volvió poesía y el arte una resistencia a su desarraigo. “Miami me enseñó a seguir el ritmo, la energía, el contraste. Miami me dio mi libertad artística, mi genuinidad poética y creó la autenticidad de mi trabajo”, dice.

Para Fanny, habitar es un acto de resistencia y de amor. Si tuviera que representar su filosofía de vida basada en su arte, nos explica eligiendo elementos que crean a un papel tapiz: “En textura, elegiría el lino”, nos dice, “ya que es natural, respirable, imperfecto. Como color elegiría el terracota, porque transmite calidez, es terrestre, lleno de alma. Y como patrón, algo orgánico y fluido, algo que pueda dibujar a mano, como dibujamos a la vida misma”, nos comenta con simpleza.

Ser mujer, madre, migrante y emprendedora implicó convivir con exigencias superpuestas. Pero la identidad más difícil de sostener, dice, fue la de migrante: “Sentir que siempre tenés que adaptarte, demostrar, justificar”. Sin embargo, en la maternidad encontró su refugio, y en el arte del diseño, su voz.

Al hacer esta entrevista, comprendí que la figura de Fanny no es solo la de una artista, ni la de una emprendedora, ni de una madre o de una migrante. Fanny es la encarnación de algo elemental a todos: es la potencia de lo estético como herramienta de resistencia, de construcción de sentido y de reapropiación del territorio íntimo.

Fanny nos recuerda que habitar no es simplemente tener un techo, sino un modo de posicionarse frente al mundo. Y su arte nos interpela porque propone otra temporalidad, otra relación con el cuerpo, con el deseo, con el hogar, con la vida terrenal de sentirnos propios en un espacio. Además, su arte nos recuerda que, en un mundo marcado por la hiperproductividad y el desarraigo global, crear desde lo íntimo, desde lo poético, desde la belleza no estandarizada… eso, también, es un acto político.

Concluyendo la entrevista, le pregunté: ¿Qué le diría Fanny a aquella mujer que subía al avión para dejar París sin saber si iba a poder reconstruirse? Ella observó fijamente, buscando un recuerdo, sonrió y dijo: “Confiá en vos. Sos más fuerte de lo que pensás. Lo que hoy parece un salto al vacío, es en realidad el comienzo de tu verdad”.

Fanny Aouizerate no solo construyó una marca. Construyó un refugio, un hábitat, volviendo aquel dolor un arte que le devolvió su voz en su desarraigo. Y eso, en tiempos de ruido, velocidad y soledad, es una de las formas más sutiles y poderosas de hacer arte.

3 COMENTARIOS

  1. Que hermosa historia! ♥️ que linda oportunidad poder entrevistar a esta persona tan interesante del exterior! Excelente Fuga como siempre! La verdad me encantó

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