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El Repliegue del Yo Moderno

Publicado el

Por Fabricio Falcucci.

 

Estética del Aislamiento. De la Polis al Confinamiento

Cada época se define por sus modos de habitar. Las formas arquitectónicas son, en el fondo, formas del alma colectiva. No hay muro ni plaza que no exprese una concepción del mundo. Durante siglos, la polis fue el espacio donde el individuo se reconocía en los otros. El ágora, la plaza, la calle, eran territorios de la palabra compartida. Allí se tejía lo común, allí la comunidad encontraba su ritmo y su horizonte.

Hoy ese pulso se ha debilitado. Las ciudades ya no laten al compás del encuentro, sino de la distancia. Donde antes había bullicio, hay auriculares; donde había tertulias, hay pantallas; donde había plazas llenas, hay parques segmentados, corredores de vidrio, terrazas con límites. Hemos pasado —sin darnos cuenta— de la polis al cubículo, del ágora al algoritmo. El aislamiento ya no es una patología, sino una arquitectura vital.

En este paisaje emocional, la soledad dejó de ser ausencia para convertirse en estilo. Y allí aparece una figura simbólica de nuestra época: el animal de compañía. El perro ocupa hoy el centro del mapa afectivo de las grandes urbes. Su presencia modula las rutinas, reorganiza los espacios y redefine el modo en que concebimos la intimidad.

En Buenos Aires, la Encuesta Anual de Hogares de 2022 registró 493.676 perros en los hogares porteños, superando los 394.000 niños menores de diez años. Y para 2024, los nacimientos se redujeron a la mitad respecto de ocho años atrás. El dato, más que sociológico, es metafísico, la ciudad ya no proyecta su porvenir en la descendencia, sino en la contención inmediata. 

 

La Fatiga de la Diferencia y el repliegue del Yo

En la Grecia clásica el equilibrio entre polis (la vida pública) y oikos (la vida privada) garantizaba la plenitud humana. La comunidad no era sólo una red de vínculos: era la condición de la existencia política. El que se apartaba del espacio común, el idiotes, quedaba reducido a una vida sin mundo.

Hoy esa figura se invierte. El que se retira ya no es objeto de desprecio, sino de admiración. La sociedad contemporánea glorifica al individuo que “se cuida”, que se basta a sí mismo, que logra un equilibrio personal sin necesitar a los demás. Se reivindica la renuncia al otro. La soledad es bienestar, el aislamiento es madurez.

Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio, describe al sujeto contemporáneo como un ser que se explota a sí mismo bajo la ilusión de la libertad. Ya no hay amo, ni disciplina exterior: hay rendimiento. La opresión se ha internalizado. “El sujeto de rendimiento es más rápido y más eficiente que el sujeto de obediencia —dice Han—, pero también más vulnerable”. En La expulsión de lo distinto, su diagnóstico se vuelve más grave: la diferencia ha sido expulsada del mundo. La sociedad digital busca transparencia, homogeneidad, positividad. Lo distinto se vuelve amenaza.

En ese marco, el otro real —imprevisible, complejo, contradictorio— se convierte en obstáculo. El animal, en cambio, ofrece una forma de alteridad apaciguada. Es compañía sin riesgo, afecto sin conflicto, presencia sin exigencia. Sloterdijk hablaría de una “inmunología del afecto”: el animal crea una esfera emocional cerrada, un microclima de ternura controlada que protege del contacto con la otredad humana.

No es casual que durante la pandemia del COVID-19 este vínculo haya alcanzado su punto más alto. Cuando el mundo exterior se volvió peligroso, el perro se transformó en pasaporte emocional. Salir a pasear al animal era el único gesto permitido, la última conexión con el aire libre. En aquel confinamiento, descubrimos que el perro no era sólo compañía, era la excusa para seguir siendo cuerpo en movimiento. Desde entonces, la relación entre soledad y animalidad ha quedado fijada en el inconsciente urbano.

 

Redefinición de la ternura urbana

El urbanismo contemporáneo refleja esa metamorfosis afectiva. Las ciudades ya no se diseñan para la convivencia, sino para la coexistencia. La diferencia entre ambas es sutil pero decisiva. Convivir implica compartir; coexistir, simplemente no estorbar.

En Buenos Aires, los nuevos complejos residenciales incluyen Dog Wash Rooms, pet gardens, terrazas pet-friendly y hasta consultorios veterinarios en consorcios. En Tokio o Seúl, las cafeterías para mascotas, los spas caninos y los cementerios de lujo son parte del paisaje. En Berlín, los parques para perros son los nuevos espacios públicos. Allí se cruzan miradas, se intercambian frases breves ¿cuántos años tiene? y la conversación termina tan pronto como el animal se aleja.

Peter Sloterdijk decía que la modernidad es un proceso de esferización donde cada sujeto vive en su burbuja de inmunidad, protegido del contagio del mundo. El departamento con balcón y perro, el gimnasio con auriculares, la pantalla con filtro; todos son síntomas de una misma tendencia.

Hannah Arendt advirtió que “la política nace entre los hombres, no dentro de ellos”. Si el espacio del entre desaparece, desaparece también la posibilidad de lo común. La ciudad, convertida en archipiélago de soledades, se vuelve un sistema de refugios más que de encuentros.

 

El Derecho ante la Mutación del Afecto

El Derecho fiel espejo de la cultura también está mutando. Durante siglos, el animal fue considerado una res, una cosa. Pero el siglo XXI está desafiando esa ontología jurídica. En 2022, España reformó su Código Civil para reconocer a los animales como “seres sintientes”, lo que implica derechos concretos: custodia compartida en divorcios, prohibición de embargo, reparación por daño moral. En Córdoba, el Código de Convivencia recientemente aprobado prevé sanciones específicas por maltrato y reconoce el deber de cuidado como valor cívico.

Estos cambios legales más que tecnicismos son síntomas culturales. Revelan que el Derecho intenta llenar el vacío afectivo de las sociedades posindustriales. 

Pero esta expansión ética no está exenta de ambigüedad. Por un lado, representa un avance moral ya que reconocer sensibilidad es reconocer vulnerabilidad. Por otro, puede encubrir una sustitución del lazo social. 

El animal ocupa, así, el lugar paradójico de ser el último vínculo que nos queda, pero también el espejo donde se refleja nuestra renuncia a la comunidad.

 

De la Soledad a la Escenografía del Afecto

Bauman describió este fenómeno como “modernidad líquida” compuesta por vínculos que se diluyen tan rápido como se forman. Pero quizás estamos más allá de la liquidez, vivimos en una modernidad evaporada donde las relaciones ni siquiera alcanzan a cuajar.

En ese contexto, el animal funciona como tecnología de sostén emocional. Proporciona rutinas, contacto físico, un tipo de ternura que no contradice. No hay política en su mirada, ni conflicto, ni historia. Es una presencia que nos devuelve una imagen amable de nosotros mismos.

Sin embargo, esa comodidad tiene un precio. Al acostumbrarnos a la compañía sin desafío, perdemos el valor de la alteridad. La otredad con su complejidad y sus límites. La sociedad se re estructura emocionalmente, busca afecto sin contradicción, placer sin riesgo, identidad sin roce.

 

El Pacto de la Rendición

En las ciudades del siglo XXI existe un aislamiento elegante con ascensores inteligentes, puertas automáticas, delivery sin contacto, oficinas virtuales y auriculares con cancelación de ruido. 

En esta escenografía, los perros pasean entre balcones y parques acotados. Las terrazas pet-friendly son las nuevas ágoras en las que no se debate el mundo, se comparte un flat white. 

La soledad, antes sufrimiento, se convierte en estética que se amuebla, se decora, se exhibe. La cultura del bienestar se funde con la cultura del aislamiento. “Nadie soporta la negatividad —dice Han—. Vivimos bajo el imperativo del gusto suave, de lo que no hiere”. El resultado es una sociedad sin fricción, pero también sin profundidad.

La rendición adopta formas dulces. No se siente como derrota, sino como confort. Y, sin embargo, toda rendición implica pérdida, la de la intemperie compartida, la de la vulnerabilidad recíproca.

El ladrido sustituye al grito; la correa reemplaza al abrazo. La comunidad se convierte en un rumor lejano.

 

La Última Frontera del Nosotros

Hannah Arendt escribió que “el mundo no es humano porque lo habiten los hombres, sino porque entre ellos se da el mundo”. Si el espacio del “entre” se desvanece, desaparece también el mundo como casa común.

Las ciudades, llenas de perros y vacías de conversación, revelan algo más profundo que un cambio demográfico: muestran una mutación ontológica. Hemos perdido la práctica de estar con otros y en su lugar hemos perfeccionado la técnica de estar solos.

Pero toda civilización que renuncia a la alteridad firma su propia clausura. Cuando el otro deja de ser espejo y se convierte en amenaza, el yo se encierra en su propia jaula de afectos controlados. Tal vez el desafío contemporáneo consista, precisamente, en recuperar el riesgo del encuentro, aceptar que la comunidad no es una zona de confort, sino una forma de exposición.

Quizás el futuro de la ciudad no dependa de cuántos perros tenga, sino de cuánta capacidad recupere para el diálogo, la sorpresa y la diferencia. De lo contrario, las urbes seguirán expandiéndose como vastos refugios emocionales donde el único sonido que interrumpe el silencio humano será el ladrido de nuestra rendición.

 

10 COMENTARIOS

  1. La transformación que detalla es correcta , pero el hombre siempre , piensa que a él no le afecta . Por favor debemos todos mirar para atrás , añorar lo que perdemos y acomodar nuestra forma de vivir , SIN PERDER ante esta nueva sociedad del VERTIGO que nos atropella. Los cambios no deben perjudicar al ser HUMANO . Por favor empecemos con el Saludo , cortesía, escuchar , observar y darle más importancia al ser vivo , los cambios son para mejorar 😉 👍

  2. me pareció re cierto… ahora todos vivimos medio aislados, aunque los perros son una compañía hermosa. Pero igual creo que el texto te hace pensar que no hay que perder el contacto con la gente Y con los nuestros ya que vivimos desconectados del mundo exterior por fijarnos solo en las pantallas o más allá de eso fijarnos solo en lo nuestro…

  3. Hermoso artículo. Felicitaciones Fabricio y gracias por interpelarnos a traer a la conciencia estos temas y a re pensarnos con mayor profundidad y compromiso, tan necesario en la sociedad que describis.

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