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Cambio de época

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Por José Mariano. 

Todo cambio profundo comienza cuando el cansancio supera al miedo.

Emil Cioran.

Después de las elecciones que sorprendieron hasta a los ganadores, el país despertó en el mismo lugar, pero con otro aire. No hubo estallido ni alivio, solo una sensación de extrañeza, como si todo siguiera igual, pero bajo una luz distinta. El oficialismo se consolidó, el peronismo entró en su laberinto, los medios improvisaron nuevas lecturas. Sin embargo, detrás de esa coreografía, algo más profundo se mueve, el presentimiento de un cierre. El final de una época que ya no encuentra sus palabras.

Durante años, la política argentina se sostuvo sobre un pacto tácito, la resignación de la ciudadanía a cambio de una dosis mínima de esperanza. Ese contrato simbólico se rompió. No fue un gesto heroico, sino un desgaste natural. Una saturación de discursos, un cansancio que se acumuló como polvo en los márgenes del tiempo. Las consignas ya no emocionan, las banderas ya no convocan, los cánticos resuenan huecos. Lo que alguna vez fue mística se volvió ruido.

El voto joven encarnó ese hartazgo. No porque represente una ideología nueva, sino porque expresa un deseo de ruptura. Una generación que creció entre la precariedad y el cinismo, que ya no cree en la pureza de las causas ni en los próceres reciclados del poder. Hijos del desencanto, educados por internet, saturados de información y desinformación a la vez, decidieron salirse del guion. Su elección no es necesariamente por algo, sino contra algo. Contra la continuidad de la mentira, contra el tedio de lo previsible. No fue un voto de fe, sino de cansancio.

Mientras tanto, los viejos mecanismos del poder siguen intentando funcionar como si nada hubiese cambiado. Reparten promesas, apelan a la emoción, operan con miedo o con dádivas, confiando en un reflejo que ya no responde. Lo que no terminan de entender es que el contrato de obediencia se rompió. Que la gente puede aceptar la ayuda y aun así votar en contra. Que la fidelidad se volvió líquida, imprevisible, descentrada. Ese cambio invisible —esa erosión del control simbólico— es el verdadero acontecimiento político de esta época.

Y en medio de ese desplazamiento, los medios de comunicación quedaron expuestos. Durante semanas instalaron la certeza de una derrota, calcularon escenarios, repitieron encuestas, construyeron ficciones. El domingo los desmintió. Lo que se desmoronó no fue solo una estrategia editorial, fue una forma entera de interpretar el mundo. La prensa que se creyó oráculo descubrió que ya nadie la escucha como antes. El algoritmo la reemplazó sin avisar. Y las redes, con su lenguaje fragmentado y su ironía corrosiva, ocuparon el lugar del relato. Hoy la verdad compite con la viralidad, y el poder con la atención.

El país atraviesa una zona incierta. Las reformas prometidas pretenden dinamizar al Estado, pero chocan con un inconsciente colectivo que aún asocia lo público con refugio. La tensión entre productividad y bienestar se volvió ideológica, casi espiritual. La sociedad está exhausta, y todo cambio corre el riesgo de parecer amenaza. El Estado, ese viejo animal fatigado, debe mutar, pero sin devorarse a sí mismo. Porque la aceleración que se impone desde el mundo —esa lógica de eficiencia que todo lo mide y todo lo justifica— puede volverse también una forma de violencia. La prisa como nueva moral, el cálculo como nueva fe.

Lo que se juega en este tiempo no es solo un cambio de gobierno, sino una transformación del sentido político de la vida. Durante décadas, la política fingió representar algo más que su propia supervivencia. Hoy ese disfraz se cayó. Lo que emerge, todavía informe, es una nueva gramática social que mezcla desencanto, ironía y deseo de pertenecer a otra historia. Un deseo que no sabe a dónde ir, pero que ya no quiere volver atrás.

La pregunta es qué haremos con eso. Si seremos capaces de leer el cambio como posibilidad o si lo volveremos tragedia. Porque un cambio de época no se decreta, se encarna. No ocurre de un día para otro, se infiltra, se respira, se vuelve costumbre. Empieza cuando las palabras de antes ya no sirven, y todavía no nacieron las que vienen.

El país no está dividido entre buenos y malos, entre pasado y futuro, sino entre los que todavía creen en los rituales del poder y los que ya no. Lo nuevo no garantiza esperanza, pero lo viejo dejó de ser posible.

Lo que viene dependerá, más que de las reformas o los liderazgos, de la capacidad de comprender que el verdadero cambio no está en las leyes ni en los ministerios, sino en la conciencia.

El cambio de época no es político. Es mental.

Y ya empezó.

 

Bienvenidos a la Edición 33. 

Esto es Fuga.

7 COMENTARIOS

  1. El cambio de epoca no es político,es mental y es gracias a ese cansancio de ver siempre lo mismo y que esta produciendo ese cambio profundo que nos llevara a evolucionar como sociedad….gracias Jose! Muy buena la nota

  2. Felicitaciones por tu compromiso en aclarar un mundo con matices dicotómicos y, muchas veces, difíciles de explicar cuando la irracionalidad avanza sobre la razón

  3. Excelente como siempre José. Es así soplan aires extraños, calles sin esperanza y ya no se espera al mesias que promete cosas que nunca cumplirá, ahora se busca culpables de una realidad que no ven , en su micro clima triunfalista que no se dio como se profetizó. Hay una sensación de catástrofe social general, donde prima el individualismo , la falta de solidaridad, gano el sálvese quien pueda y como pueda

  4. Mi querido José, hay cuestiones discutibles que no desacreditan tu brillante artículo pero que merecen ser puestas en debate. Creo que cuando ocurren situaciones sociales y políticas como las que estamos viviendo deberíamos apelar a la historia para intentar un cambio positivo. Primero creo que hay valores que permanecen , de lo contrario no seguiríamos leyendo y deleitándonos con El Quijote la Biblia , Martín Fierro, hablando de lo vernaculo. Hay algo ahí que los hace eternos. Sin duda, no es la anécdota, sino lo que ellas expresan en lo profundo. Seguimos levantando como positivas las «gauchadas y la quijotadas». Seguimos dusfrutando del genio de los grandes poetas, de los benefactores de la humanidad como Maria Curie. Sus descubrimuentos y talento siguen vigentes
    Tal vez debamos recuperar los ejemplos de las «madres de la guerra» . Aquella

    s que quedaron viudas en.medio de los escombros con hijos para enterrar y otros hijos para alimentar. Son historias tremendas de heroismo, (hoy diríamos resiliencia.) Recuperar la grandeza de corazón y la solidaridad de nuestros gauchos. Lo que hizo a Guiraldes dedicar su «Segundo Sombra»:…: a los gauchos de mi pago … al gauchos que l evo en micomo la custodia lleva la hostia».
    Volviendo al presente. Será bueno leer en lo que piensa y dicen los jovenes que votan a Milei.y aún personas adultas con ciero estudio y nivel económico No se les cae un solo argumento más que un insulto o un slogan vacío. Tengo mis reparos con Sarmiento pero aun es casi un versículo bíblico eso de «Hay que educar al soberano»

  5. Me detonas Jose! Totalmente Siiii, pensando en voz alta se me ocurre que el momento en que Ser se volvio Tener, y ante la inminencia del Humanismo que nos atravieza a algunos y se avecina a otros y aterra a otros mas porque carece.de Poder …. Poder sin el que no pueden vivir, en el fondo el mindo siempre
    giro’ entre polos de equilibrio inestable… Ya nacieron hay mas Buenos que Malos… solo los malos son mas ruidos…. ya los comera su propia voragine…. Tiempo al tiempo…. el mundo explota de acciones de Humanidad, solo hay que saber mirar y a los otros… » El Unico perdon es el Olvido….

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