Por María Virginia Calvi.
Entrevista a Sandro Pereira
“Trabajo el autorretrato desde un campo de experimentación visual, el cuerpo como materia igual a energía.”
Sandro Pereira (Tucumán, 1974) es una de las presencias más singulares del arte contemporáneo argentino. Desde su taller en Tucumán, construye una poética que mezcla ironía, ternura y crítica social. Sus obras —entre ellas El novio(1996), Supermancito (1998) y el Monumento al sánguche de milanesa (2001)— tensionan lo popular y lo culto, la identidad y el artificio. Su práctica atraviesa la escultura, la fotografía, la performance y la instalación, siempre desde un gesto autorreferencial que explora el cuerpo como espejo y campo de batalla.
—Tus obras suelen partir del autorretrato, pero no desde la vanidad sino desde la parodia. ¿Qué te llevó a convertirte en tu propio material de trabajo y cómo cambió tu relación con la idea de “yo” a lo largo del tiempo?
Trabajo el autorretrato desde un campo de experimentación visual, el cuerpo como materia igual a energía. El cuerpo como actor de un discurso sociocultural. La creatividad y la espiritualidad son parte del autorretrato en mis trabajos.
—En tus piezas hay una tensión constante entre lo popular y lo culto, entre la ironía y la crítica. ¿Cómo dialoga tu obra con la cultura tucumana y con los imaginarios nacionales que la atraviesan?
Trabajo con una estética vinculada al gigantismo, como el arte precolombino, el muralismo mexicano o Botero. Me interesa dialogar con íconos populares —del sánguche de milanesa a Marilyn Monroe— para practicar un estado de meditación. Mientras creo, practico la respiración consciente.
—“El novio”, “Supermancito” o el “Monumento al sánguche de milanesa” tienen algo de humor, pero también de dolor. ¿Qué lugar ocupa el humor en tu trabajo? ¿Es una forma de defensa, de denuncia o de ternura?
Las obras tienen una forma de presentar ternura. Reflexiono sobre la autobiografía: allí se pueden visualizar las problemáticas de un individuo en la sociedad.
—Fuiste parte de la Beca Kuitca y tus obras están en colecciones como el Malba o el MAMBA. ¿Cómo se vive esa proyección nacional desde una provincia que muchas veces es mirada con condescendencia por el centralismo porteño?
Hace treinta años que expongo de manera frecuente. Tengo el honor de que mi obra esté en prestigiosas colecciones. La proyección la manejo junto a la galería The White Lodge, con la que trabajo muy contento en nuevos proyectos e instalaciones.
—En tu práctica se cruzan escultura, performance, fotografía, pintura. ¿Qué te hace decidir por un soporte u otro? ¿Es el material el que te elige a vos o al revés?
Me gusta experimentar sobre la materialidad y la unidad. Por eso realizo autorretratos en diferentes materiales.
—Si tuvieras que pensar tu obra como una conversación con el tiempo —con el Sandro del pasado, con el artista contemporáneo que sos, y con el que todavía no existe—, ¿qué crees que se dirían?
Mi trabajo busca romper la línea temporal. Transformo la dimensión espacio-tiempo cuando hago un autorretrato de mi infancia o cuando experimento rompiendo el tiempo de exposición de la fotografía para crear una obra que sume una cantidad de imágenes y muestre otra dimensión.

excelente nota
Muy interesante, sutil.
Qué buena nota, lindo saber de artistas de mi querido Tucumán.
Una nota exqusita con preguntas que bucean y respuestas que invitan a miradas diferentes