por Rodrigo Fernando Soriano.
En los últimos años, el auge de la inteligencia artificial (IA) ha dado lugar a herramientas como los chatbots, que se han integrado profundamente en las plataformas digitales. Una de ellas es la incorporación de Grok en la red social X, de Elon Musk. Esta herramienta, que utiliza IA para proporcionar respuestas rápidas y aparentemente fiables, está llevando a muchos a cuestionarse sobre el futuro de la reflexión humana y el pensamiento crítico. Es común observar entre los comentarios de los “tweets” comentarios de usuarios que invocan a la inteligencia artificial “Grok” en búsqueda de interpretaciones, respuestas certeras, opiniones que definen una discusión y hasta buscan un argumento para contraatacar la postura inicial de un debate. En este contexto, no podemos evitar preguntarnos: ¿estamos perdiendo nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos?
En un mundo digital donde la información es consumida a gran velocidad, muchos recurren a estos chatbots para validar ideas y opiniones. Sin embargo, esta dependencia de respuestas automáticas plantea un riesgo fundamental: la erosión del pensamiento crítico. Al depender de respuestas generadas por algoritmos, el individuo se ve privado de la reflexión profunda y del proceso de cuestionamiento, elementos esenciales para el desarrollo de una opinión propia.
Este fenómeno resuena profundamente con las enseñanzas de Sócrates, quien a través de la mayéutica, instaba a sus interlocutores a descubrir la verdad por sí mismos. Para Sócrates, el verdadero conocimiento no se impone, sino que se extrae mediante el cuestionamiento constante, la reflexión y el diálogo. De hecho, en los diálogos platónicos, Sócrates se enfrenta a las suposiciones de sus interlocutores, guiándolos a través de un proceso de autodescubrimiento. La mayéutica, por tanto, se basaba en el poder del cuestionamiento y la interacción humana para alcanzar la verdad. El chatbot, por el contrario, da respuestas sin fomentar el cuestionamiento ni la reflexión profunda, ofreciendo una solución rápida y conveniente, pero vacía de la complejidad necesaria para un entendimiento profundo.
A lo largo de la historia, muchos filósofos han reflexionado sobre el rol de la tecnología en la transmisión del conocimiento y cómo la automatización puede afectar nuestras capacidades cognitivas. Platón, en su obra «Fedro», advertía sobre el peligro de confiar en la escritura como una fuente de conocimiento, argumentando que las palabras escritas, a diferencia de las conversaciones en vivo, no permiten el cuestionamiento ni el diálogo, y son incapaces de adaptarse a las complejidades del contexto. Hoy, en la era digital, podríamos reinterpretar esta crítica en el contexto de la inteligencia artificial: los chatbots son como las palabras escritas, una forma de conocimiento estático que no permite la interacción humana ni el aprendizaje profundo.
San Agustín de Hipona, por su parte, también reflexionaba sobre la naturaleza del conocimiento y la verdad. En su «Confesiones», Agustín hablaba de la importancia de la introspección y la meditación personal para llegar a una comprensión más profunda de la vida y la verdad. Para él, el conocimiento verdadero no podía ser externalizado ni delegado, sino que debía surgir del interior del ser humano, de su conexión con lo divino y con su propio ser. En este sentido, la dependencia de un chatbot como Grok, que ofrece respuestas predeterminadas y que depende de datos previamente entrenados, se aleja de la posibilidad de una comprensión genuina de la verdad, que exige una reflexión personal y un enfrentamiento con nuestras propias dudas y certezas.
El peligro inherente al uso excesivo de estas tecnologías radica en que, en lugar de promover la reflexión, fomentan una forma de pensamiento superficial. Si recurrimos constantemente a un chatbot para validar nuestras ideas, nos arriesgamos a convertirnos en receptores pasivos de información, en lugar de ser los activos generadores de conocimiento. Este proceso de validación externa no solo mina nuestra capacidad para cuestionar, sino que también fomenta una homogeneización de ideas, donde las voces críticas y diversas quedan relegadas a un segundo plano.
Además, el uso constante de herramientas como Grok puede contribuir a la creación de lo que el filósofo Neil Postman llamó «el amontonamiento de la información». Postman, en su obra «Divertirse hasta morir», advertía sobre la creciente tendencia a intercambiar conocimiento por entretenimiento. En lugar de buscar la verdad, las personas tienden a consumir información que reafirma sus propias creencias, lo que alimenta una cultura de conformidad intelectual. En este contexto, la aparición de chatbots como Grok puede ser vista como una manifestación de esta tendencia, ya que al simplificar las respuestas y ofrecer soluciones rápidas, minimiza la necesidad de cuestionamiento y de un análisis profundo de los temas.
El reto que nos plantea este fenómeno es, por tanto, uno de índole ética y epistemológica. En un mundo donde la información es abundante pero no necesariamente de calidad, debemos preguntarnos cómo podemos recuperar nuestra capacidad crítica y analítica. Si los chatbots, como Grok, se encargan de proporcionarnos respuestas sin cuestionamiento, corremos el riesgo de renunciar a nuestra responsabilidad de pensar, de reflexionar, y de llegar a nuestras propias conclusiones.
Es urgente que busquemos un equilibrio. Las herramientas digitales y la inteligencia artificial pueden ser aliadas poderosas en el proceso de adquisición de conocimiento, pero nunca deben sustituir el proceso genuino de reflexión humana. Como Sócrates, debemos ser los arquitectos de nuestra propia comprensión, utilizando los avances tecnológicos no como sustitutos de la verdad, sino como catalizadores para profundizar en ella. El griego nos decía “El secreto del cambio es concentrar toda tu energía no en luchar contra lo viejo, sino en construir sobre lo nuevo”. De esta manera, la inteligencia artificial tiene que ser aprovechada. Los chatbots son de gran utilidad en su buen uso. Incluso, podríamos pensar en un GPT personalizado que sólo nos haga preguntas, al estilo de Sócrates, para poder fomentarnos la reflexión crítica sobre la información.
En conclusión, la crisis del pensamiento crítico no es solo un efecto de la sobreabundancia de información, sino también de nuestra creciente dependencia de las tecnologías que nos brindan respuestas sin cuestionar. Si no recuperamos la capacidad de pensar por nosotros mismos, de cuestionar y de reflexionar, corremos el riesgo de ser meros receptores de una verdad prefabricada, sin alma ni profundidad. Y es que, al final, la verdad no se puede delegar en un chatbot, sino que debe ser el fruto de un proceso genuino de reflexión humana, tal como lo enseñaron los grandes filósofos de la antigüedad.