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La comodidad mató al gato

Publicado el

por Ian Turowski.

La inteligencia artificial no es lo que muchos prometen. Desde mi punto de vista, los tecnócratas no están diseñando herramientas para liberar a la humanidad, sino productos licenciados para facilitarnos la vida a cambio de dinero. No hay un interés genuino en el bienestar colectivo, sino una oportunidad de mercado cuidadosamente empaquetada bajo el disfraz del progreso.

Cuando escucho a voces influyentes advertir sobre el supuesto peligro que representa la IA para la humanidad, tampoco les creo. Si verdaderamente existiera un riesgo tan alto, se podría detener, revisar, replantear. No se trata de una fuerza vital, ni de un fenómeno imparable. Es una creación humana que puede y debe ser regulada. Pero no se quiere. Porque detrás de todo esto hay un plan perfectamente secuenciado, ejecutado desde las altas esferas del poder.

El verdadero impacto de la IA no será una rebelión de máquinas, sino el colapso silencioso de las estructuras profesionales que hasta hoy daban sentido al esfuerzo y la preparación. En un futuro cercano, ya no será necesario ser ingeniero, escribano, médico o técnico con años de formación, práctica y conocimiento académico. Bastará con saber manejar bien las nuevas herramientas de inteligencia artificial para realizar tareas que antes requerían carreras enteras.

Este fenómeno traerá un quiebre profundo en el sistema de valores, tanto del trabajo profesional como del mercado laboral. Las empresas no buscarán más al que estudió cinco, seis o siete años, sino al que mejor sepa operar las herramientas que reemplazan ese conocimiento. La experiencia será reemplazada por funcionalidad. La vocación, por eficiencia. La formación, por simple habilidad técnica.

La inteligencia artificial también será un instrumento de manipulación en los mercados globales. Pero de esto se habla poco. Veo a muchísima gente obsesionada por analizar sus supuestos avances y su impacto social o ético, pero muy pocos se atreven a señalar lo evidente: esto no es espontáneo. Es un diseño deliberado, planificado, ejecutado por los mismos sectores que manejan el poder financiero y político mundial.

No seremos dominados por una inteligencia robótica todopoderosa. No. El mundo simplemente se convertirá en un lugar aún más pasivo, donde las personas, producto de la comodidad, irán perdiendo su esencia. Se adoptará un rol más espectador que protagonista. Un rol menos influyente en la arquitectura del dominio. La comodidad nos vuelve vulnerables. Hoy, el 40% de los jóvenes desearía haber crecido sin internet. El 70% de los hombres no logra sostener un trabajo ni alcanzar una mínima solvencia económica. Los estudios lo dicen sin vueltas: la comodidad mató al gato.

Y esa es, quizás, la mayor tragedia. No será la IA la que destruya a la humanidad, sino la renuncia voluntaria a lo que nos hacía humanos: la búsqueda, el esfuerzo, el sentido, la acción.

 

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