por Nicolás Vega.
El estallido de una guerra directa entre Irán e Israel en junio de 2025 marca un punto de inflexión no solo en Medio Oriente, sino también en la estructura misma del orden internacional. Durante décadas, el enfrentamiento entre ambos países se había librado en la penumbra: a través de operaciones encubiertas, conflictos por terceros y un constante juego de disuasión nuclear y retórica diplomática. Hoy, esa tensión ha estallado en un conflicto abierto y bilateral, alterando no solo el equilibrio regional, sino también los cimientos de la seguridad global.
El colapso del equilibrio indirecto
El sistema internacional ha tolerado, e incluso se ha acostumbrado, a la coexistencia de conflictos crónicos y de tensiones controladas en regiones clave. El conflicto entre Irán e Israel funcionaba, hasta ahora, como un ejemplo de guerra fría regional: con amenazas cruzadas, sabotajes, operaciones de inteligencia, y guerras mediante intermediarios (como Hezbollah en Líbano o las milicias proiraníes en Siria o Irak). Pero la ofensiva aérea de Israel contra objetivos militares y nucleares en Irán, seguida por el lanzamiento de misiles iraníes sobre ciudades israelíes, ha destruido ese equilibrio tácito.
La apertura de un frente directo entre dos potencias regionales con capacidades armamentísticas y ambiciones estratégicas marca el paso de una tensión contenida a una guerra abierta, sin mediadores claros ni líneas rojas reconocidas. Este cambio transforma no solo la dinámica regional, sino también el paradigma sobre el cual se sostiene la seguridad internacional: la presunción de que los conflictos pueden ser “manejados” dentro de márgenes geopolíticos aceptables.
El debilitamiento del sistema de seguridad colectiva
Desde la creación de las Naciones Unidas, el sistema internacional ha pretendido sostenerse sobre un principio básico: la prohibición del uso unilateral de la fuerza y la necesidad de resolver los conflictos por medios pacíficos. Sin embargo, ese marco ha venido debilitándose progresivamente frente a la realidad de intervenciones sin autorización del Consejo de Seguridad (como en Irak en 2003 o Siria en 2018).
La guerra entre Irán e Israel acentúa esa crisis del sistema de seguridad colectiva. El Consejo de Seguridad ha sido incapaz de actuar con eficacia debido al veto cruzado entre potencias, mientras los ataques se multiplican y las amenazas nucleares se reactivan. Esto envía un mensaje peligroso al resto del mundo: si las reglas del orden internacional no se aplican a los actores regionales con poder militar, ¿por qué deberían respetarlas otros?
Más aún, el conflicto ocurre en un momento de fragilidad del derecho internacional humanitario, ya que ambas partes han sido acusadas de violaciones a normas fundamentales: ataques contra hospitales, infraestructura civil y centros urbanos, utilización de drones para asesinatos selectivos, y amenazas abiertas de destrucción total.
El riesgo de contagio regional e internacional
Uno de los mayores peligros del conflicto es su potencial de expansión regional. Irán no actúa solo: cuenta con una red de milicias aliadas en Siria, Irak, el Líbano (Hezbollah), Yemen (Hutíes) y Gaza. Si estas fuerzas deciden abrir frentes paralelos contra Israel o sus aliados, el conflicto puede adquirir rápidamente una dimensión regional total, como ya ocurrió en guerras pasadas con Líbano o Gaza, pero ahora con mayor escala y tecnología de guerra avanzada.
Por otro lado, la respuesta israelí también plantea un problema geopolítico: Estados Unidos, históricamente aliado incondicional de Israel, se encuentra presionado a intervenir, directa o indirectamente. Irán ya ha advertido que la participación militar estadounidense sería considerada una “declaración de guerra total”, lo que podría comprometer la estabilidad del Golfo Pérsico, los flujos energéticos globales y las relaciones internacionales con Rusia y China, ambos actores con intereses estratégicos en Irán.
El riesgo, entonces, no es solo una guerra regional, sino una escalada global por alianzas cruzadas, intereses estratégicos contrapuestos y la debilidad del sistema multilateral de prevención de conflictos.
El rol de las potencias y el vaciamiento del liderazgo global
Frente a esta crisis, el liderazgo internacional se muestra ausente o dividido. Estados Unidos enfrenta dificultades para formular una política exterior coherente y estable. Europa, debilitada por sus divisiones internas y por la guerra en Ucrania, emite declaraciones diplomáticas sin capacidad real de mediación.
Mientras tanto, potencias como China y Rusia observan con atención, aprovechando el debilitamiento de Occidente para expandir su influencia. En particular, China ha buscado posicionarse como potencia mediadora en Medio Oriente (como en el reciente acuerdo entre Irán y Arabia Saudita), pero su respuesta ante esta crisis ha sido ambigua. Rusia, por su parte, podría ver en este conflicto una oportunidad para desviar la atención internacional de Ucrania o incluso para tensar aún más las relaciones entre Estados Unidos y el mundo islámico.
Este vacío de liderazgo no solo agrava el conflicto, sino que expone una verdad incómoda: el orden mundial, basado en reglas, diplomacia y derechos humanos, está en declive. La fuerza vuelve a imponerse sobre el derecho, y la disuasión sobre el diálogo.
¿Un nuevo orden o un nuevo desorden?
La guerra entre Irán e Israel nos obliga a preguntarnos si estamos ante el colapso del orden internacional tal como lo conocemos, o frente a una transición hacia un nuevo orden multipolar, aún no definido y profundamente inestable.
La promesa de un mundo basado en normas, pactos multilaterales y cooperación parece desvanecerse ante nuestros ojos, reemplazada por un escenario de rivalidades abiertas, estrategias de poder duro y el retorno de la lógica de la fuerza como reguladora principal de las relaciones internacionales.
Si no se detiene a tiempo, este conflicto puede actuar como catalizador de un nuevo desorden global, en el que los principios del derecho internacional se vean subordinados a las lógicas del interés estratégico, y en el que la seguridad deje de ser un bien común para convertirse en un privilegio de los más fuertes.
La responsabilidad de la comunidad internacional
El desafío es inmenso, pero también lo es la responsabilidad de la comunidad internacional. Aún es posible contener el conflicto, mediar para una desescalada y restablecer mecanismos de resolución pacífica. Pero esto requiere liderazgo real, voluntad política y una apuesta decidida por el derecho internacional como herramienta de convivencia y no como simple adorno retórico.
No basta con declaraciones diplomáticas vacías o llamamientos abstractos a la paz. Se necesita una acción firme y coordinada para exigir el cese de hostilidades, investigar los crímenes de guerra, proteger a la población civil y reconstruir las condiciones mínimas para el diálogo.
La guerra entre Irán e Israel no es solo un conflicto entre dos Estados enemigos: es una crisis global que pone en juego los pilares mismos del sistema internacional. Si el mundo no logra frenar esta escalada y restaurar las reglas del juego común, podría enfrentarse a un escenario de caos estratégico donde ningún país estará verdaderamente a salvo.
El futuro del orden mundial está en juego. La pregunta es: ¿tenemos aún la capacidad y el coraje para defenderlo?
Muy buena nota felicito a la periodista está muy buen informada.actualuzada y comenta con mucha claridad que hace que sea más fácil su comprensión.Gracias y felicitaciones
Excelente nota! Gracias por la información