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En el Margen, al Margen, entre los Márgenes de la Duda.

Publicado el

por Daniel Posse.

Cuando es conveniente dudar, y los aciertos y peligros de dubitar

Al abordar la palabra duda, intento referirme a un estado mental de incertidumbre o suspensión entre diferentes posibilidades o creencias. Puede manifestarse como una falta de seguridad sobre la verdad de algo o como una dificultad para tomar una decisión. La duda también puede ser un instrumento para la búsqueda de la verdad, como en el método cartesiano, donde la duda metódica lleva a la certeza.

Pero creo que no se trata solo de la duda metódica, sino también de las otras dudas, que —lo creo firmemente— todas contribuyen.

A nivel emocional, la duda puede ser la indecisión entre la creencia y la incredulidad. También puede ser vista como un valor, ya que cuestiona lo dado por seguro y permite la posibilidad de encontrar la verdad. En el contexto filosófico, la duda puede ser una postura escéptica, donde se suspende el juicio ante la falta de evidencia o argumentos suficientes. Creo que en todas estas definiciones radican los puntos esenciales que nos pueden condicionar en nuestra existencia, sobre todo cuando intentamos construir o sostener un sistema de creencias, en los cuales vive o debería existir cierta sacralidad que sostenga un conjunto de valores que ayudan a un orden democrático.

No se trata de una sola definición de la duda, se trata de todas las definiciones en conjunto. Porque, sin lugar a ninguna incertidumbre, todas actúan en conjunto, todas revisten nuestra percepción con su diversidad de aristas, todas actúan en nuestras miradas sobre nuestros contextos, sobre el mundo, y sobre todo en la percepción de la otredad. Por eso considero dudar algo esencial en el día a día. Pero esa esencialidad trae el peligro de la insatisfacción continua. Entonces el poder del confort actúa, intentando diluirla, para que podamos sentirnos cómodos y seguros. Así es mejor no dudar, dar por seguro y cierto todo aquello que nos dicen, que nos decimos, que nos sentencia y sentenciamos. Porque así logramos, quizás, la idea ilusoria de que la felicidad real es no angustiarnos, no preguntarnos, no pensar que estamos equivocados, o que está equivocado todo aquello en lo que no creemos. Es absoluto creer que lo que creemos es justo y es verdadero.

Quizás la pregunta sea: ¿cuándo debemos dudar, en qué momento, y hasta dónde? Preguntas a las que llegar a las respuestas es un camino lleno de incertidumbre, un sendero sinuoso, ambivalente, áspero. Una respuesta que puede tardar media o toda una vida en encontrarse, y que por fines prácticos, al final, es mejor no preguntarse, no dudar. Al fin y al cabo, no tenemos, no queremos o no nos permitimos tener tiempo disponible para esto. Por eso damos por sentado como verdad el posteo de un desconocido, donde concentramos nuestro sentir subjetivo de lo que creemos que es cierto. O nos enojamos hasta emanar un odio visceral con ese otro que dice lo contrario. Entonces el enojo y la violencia nos hacen denostar hasta la rabia irracional, y las palabras fluyen cargadas con nuestro sentir, del lado que fuere.

Cuando la certeza subjetiva ocupa el lugar del todo

Vivimos en medio de una vorágine en la cual, y quizás por eso, nos anclamos en la creencia firme de que lo que siento y creo es la verdad absoluta. Pero este proceso no es, ni es ingenuo, forma parte de una cuestión global. Por eso necesitamos convencernos de que mi certeza es la verdad. Y en ese ejercicio nos cegamos y anulamos al otro. Anulamos y negamos la necesidad de la equidad y las nociones de lo que es justo, de lo que debería ser la justicia. El lenguaje se vuelve absoluto, y la lengua se confunde con el lenguaje, parecen ser lo mismo, como si fueran sinónimos. Y esa sinonimia se expande, y en esa expansión adquiere una corporeidad que engulle, que traga y que digiere, anulando la diferencia y, en esa diferencia, a otros.

Quizás por eso los procesos de autocrítica están ausentes. Lo podemos ver y sentir en los partidos políticos y en sus dirigentes, en los líderes culturales, políticos, sindicales, deportivos, etc.

Esa certeza subjetiva, al ir ocupando el lugar del todo, ocupa el lugar de la justicia. Que ante una imagen desdibujada, donde la tardanza de los procesos judiciales —la justicia debe tener sus propios tiempos, pero cuando esos tiempos se vuelven eternos, la condena mediática parece hacer sentir que hace algún tipo de justicia, de forma errónea— dejó que ese espacio lo ocupara la prensa en lo mediático. Una prensa inducida y subjetiva, pero que conservaba cierto criterio, que nos hacía pensar, a veces de forma equivocada, pero que poseía cierto respeto y espacio para una disidencia, que hoy se ha borrado. Porque lo que vale, o parece valer, “es lo que creo”. Y por creerlo, doy por hecho que es lo cierto. Las redes sociales, donde puedo postear mi creencia como si fuera verdad, dan lugar a que solo los que piensan como yo, los que creen en lo que creo, sean válidos. Ante eso, la descalificación, que no es otra cosa que la invisibilidad de la disidencia, es o parece ser lo creíble.

Entonces solo importa cuál de los sectores mayoritarios posee más gente, quién tuvo más votos, y esa multitud es la que dice o parece ser dueña de la verdad absoluta. Los demás viven al margen, habitan el margen, y ese margen se vuelve un territorio fantasma. La duda parece que los llevó al margen. Ese espacio se llena también de los indiferentes, porque la indiferencia es parte de una pertenencia que resulta cómoda.

La contradicción de las dudas, entre lo que parece ser y lo que es, se diluye. Porque la comodidad y el confort avanzan, en una forma de supuestos en los que la libertad resignificada solo es válida para lo que se cree, como se cree, y quienes creen. Los que no creen lo que yo creo no merecen la libertad de vivirla. Allí emergen prejuicios que se solidifican como reglas únicas. El discurso se vuelve unidireccional y sustantivo. Los predicados se transforman en subversivos, en territorio hostil. Por eso hay que aniquilarlos. Se vuelven parte de un cuerpo con agentes impúdicos, que no tienen nada que ver conmigo. Porque yo creo y estoy convencido de que soy parte de la gente de bien. Los demás habitan el territorio de la degeneración, de lo sucio, de lo parasitario. Son los responsables de mis frustraciones y de mi dolor de no ser y de no haber sido.

El resultado final de todo este proceso, por lo menos para mí, es que la duda sirve, pero si se vuelve una constante, se vuelve peligrosa, porque la insatisfacción, al ser una constante, duele. Pero si falta la capacidad de dudar, ese dolor se vuelve una gangrena social, que solo deja lugar a la creencia de que la amputación es el único camino. Así se forma un cuerpo social tratado como un fantasma, que queda incrustado en el margen, al margen y entre los márgenes.

La noción de justicia como certeza

La idea de justicia como certeza se refiere a la seguridad y previsibilidad que los ciudadanos deberían tener sobre las leyes y su aplicación. Esto implica que las normas legales sean claras, estables y aplicadas de manera uniforme, permitiendo a las personas comprender y predecir las consecuencias de sus acciones. Entonces entiendo que la certeza jurídica es fundamental para la confianza en el sistema legal y para la protección de los derechos individuales. ¿Ocurre?

Las normas deben ser comprensibles y estar disponibles para todos los ciudadanos. ¿Lo son de verdad? Las leyes no deberían cambiar constantemente, para que las personas puedan planificar sus acciones con base en un contexto legal predecible. ¿Sucede así? Las leyes deberían aplicarse de manera uniforme, evitando la discrecionalidad y el favoritismo. ¿No parece?

La certeza jurídica protege a las personas que actuaron de acuerdo con las leyes vigentes, evitando que se vean perjudicadas por cambios retroactivos. ¿Los DNU y la ley Bases buscan eso? La certeza jurídica fomenta la confianza en las instituciones, la estabilidad social, la inversión. ¿Existe esta certeza? Un sistema legal predecible es esencial para un estado de derecho donde las leyes se apliquen de forma justa y equitativa. ¿Vivimos así o en la incertidumbre? ¿Solo importan los derechos de los poderosos?

La justicia como certeza debería ser un concepto absoluto, pero no ocurre. Al menos, eso percibo. Me permito dudar. Si no dudo, no puedo llegar al campo de la comprensión ante la no aprobación de la ley de Ficha Limpia. Me permito dudar del porqué solo se juzga y condena a algunos dirigentes políticos y a otros no. Creo esencial volver a creer en la sacralidad de un poder judicial que de verdad sea análogo con la noción de justicia, aun entendiendo que lo legal no necesariamente significa lo justo.

Entonces recordé un par de obras literarias que nos dejan pensando sobre estas nociones. En «Antígona» de Sófocles, la justicia se presenta como algo complejo, conflictivo, no como una verdad absoluta. Allí se explora la tensión entre las leyes humanas, representadas por Creonte, y las leyes divinas, defendidas por Antígona. Al desafiar la prohibición de enterrar a su hermano, Antígona argumenta que la ley no escrita es superior a la ley humana. La obra no ofrece una respuesta fácil sobre qué es justo, sino que invita a reflexionar sobre la naturaleza de la justicia y sus conflictos. Deja lugar a lo ético.

En el cuento «Emma Zunz» de Borges, la justicia aparece como un concepto ambiguo, desdibujando los límites entre justicia divina y humana, legalidad y venganza. Emma crea una narrativa para justificar su crimen, usando la ficción para imponer su versión de la verdad. Así acomoda la noción de lo que cree justo.

Cito estas obras porque sus autores se permiten dudar de ciertos conceptos, pero entienden que la verdad es una, y la relatividad infinita. Ambas nos dan perspectivas distintas o quizás análogas con nuestra realidad. La literatura y la ficción aún poseen un cuerpo indisoluble, en el que podemos navegar sin creernos dueños de la verdad. Donde la ética persiste, aunque la duda la cuestione.

Quizás eso sea, al fin, lo único que nos quede: seguir dudando, para no convertirnos del todo en la amputación de nosotros mismos.

 

30 COMENTARIOS

    • Concuerdo plenamente con tu concepto, y me permito dudar de la justicia, existe solo a veces?
      O mira para otro lado, por ejemplo, sabemos, por convención social, quienes son los dueños de la tierra, pero sin embargo mediante órdenes políticas se los discrimina y les arrebatan sus tierras.

  1. La duda , según la filosofía es la clave para llegar al conocimiento, eso sería muy conveniente en este momento de incertidumbre, para la casta política y dirigencial. Pero hay una duda sospechosa , que es poner en situación de sospecha lo verdadero , lo irrefutable, como lo hacen los gobiernos fascistas. Dudar es crecer en conocimiento, pero sospechar es inferir en la mediocridad , poner a los más vulnerables en más Vulnerabilidad

  2. Al márgen de cualquier opinión, de cualquier concepto, que pudiera vertir, leer las obras de Daniel Posse, es sin ninguna duda, abrir la puerta a la sociedad de la que somos parte, abrir la mente a la reflexión y abrir el corazón para aceptar, plantear y / o modificar una realidad que duele, que nos nuclea, que nos enaltece y que tratamos de transformar desde la Educación y La Cultura.
    Felicitaciones Daniel. Un abrazo.

  3. Buen trabajo reflexivo.
    Admitir la duda es saber que somos perfectibles. Navegar en la duda y no quedarse en ella, pero sin soberbia, es ir en busca de posibles caminos de conocimiento y autoconocimiento , reconociendo que no hay verdad absoluta, como apuestan los soberbios- no existe y conduce a estancar al.otro-
    Mucho para extraer. Es para mesas de dialogo donde disentir, entendida como.práctica respetuosa, integra y aclara. Las redes son cadenas de ideologías inmutables.
    Este modo de reflexiones puede construir un mapa cultural que tanto hace falta.

  4. ¡ Qué temazo Muy buen abordaje el tuyo. Felicitaciones. Soy fan de la duda cartesiano como principio de la verdad. Pero lo planteaste de una manera magnífica que te mueve las estanterías

  5. Excelente texto para hacernos reflexionar, la duda nos lleva a preguntar o a contrastar fuentes para acercarnos a la verdad, ejercicio que no muchos tienden a hacer quizás por la comodidad de quedarse solo con una parte de la información.

  6. Excelente aporte, hoy la humanidad estás en sociedades manipuladas por intereses el se humano perdió ante la manipulación y está cargado de dudas y este aporte nos permite analizar el contesto que manejamos y la mañanera de comunicar cambio abruptamente , es diversa y generalmente probocan mayores dudas de dudas.
    Estimado Daniel hermoso aporte y análisis
    Ante un mundo lleno de dudas y pérdida de valores la Palabra y concepto Duda es gigante muchas gracias Daniel

  7. La duda siempre existió y seguirá existiendo,lo mismo que la injusticia lamentablemente es un mal que acosa a la humanidad por así decirlo. Y voy a citar siempre relatos bíblicos por ejemplo el apóstol Tomás dudo cuando jesús se apareció a ellos después de su resurrección sin embargo jesús le hizo que tocará sus manos clavadas para que creyera,si la duda nos lleva en busca de una verdad y es resuelta es buena….si no no porque nos hace perder la esperanza de que a pesar de las injusticias algo bueno vendrá. Hermoso texto Daniel!!!

  8. Como siempre Daniel interesante tus

    reflexiones Se me ocurre pensar que la creencia es una operación constitutiva del sujeto y como tal inherente a todo ser hablante Operación qué me parece en estos tiempos muy usada por el poder por supuesto no ingenuamente La duda aparece como una posibilidad Me parece, de desmontar algunas cuestiones instituidas No sin incertidumbre y angustia Quizá se trate de un ejercicio a realizar Quizá desde algunas instituciones Justamente para relativizar verdades hegemonicas que nos deshumanizan Abrazo grande Siempre te leo

  9. Estimado Daniel. Creo que dudar es algo ínsito al pensamiento humano y esta muy vinculado a la intuición que no siempre es certera por otra parte. Pero lo real es que para vivir necesitamos certezas y los mensajes que recibimos desde el poder y los medios son ambibalentes. En cuanto a la Justicia tal como le plantea Antígona a Creonte no debemos dejar de lado al derecho natural como fuente de derecho y debemos cuestionarnos la validez de los DNU nacidos al margen del proceso legal de creación de las leyes. N

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