por Marta Valoy.
El desamparo ya es
una foto insostenible.
El precario resguardo de cartón
deja pasar el frío
y toda la lluvia.
Ya casi no importa
si se mojan,
importa si sobreviven.
El enemigo invisible
acecha sin misericordia.
A veces, el lodo de las promesas,
tan vacías como sus ollas,
pone los ojos donde no hay horizonte.
Encerrados en un presente eterno
no encuentran el salva-pobres,
mientras la noticia inútil
desbarata toda esperanza.
Ya no son parte
de la naturaleza que renace.
Ellos, ellas, son la mano vacía
de los desterrados,
mueren sin remedio cada día.
Los ejecutan las mentiras,
la piedad efímera,
la maldad con nombre y apellido.
Pedimos que llegue
la justicia necesaria
que los salve
y… nos salve.
Merecen la alegría
de haber habitado el mundo.