Por Arturo Serna.
La última etapa del capitalismo se caracteriza por el realce de lo financiero: la especulación. Dicho modo del capitalismo prioriza el valor de cambio de la mercancía por sobre el valor de uso. Es lo que Marx llamó el fetichismo de la mercancía. Este fetichismo implica la tendencia contemporánea a la abstracción monetaria, a la abstracción económica. Las cosas adquieren valor a partir de la jerarquización económica, en términos abstractos.
Lo que vale no es lo volátil ni lo inútil sino lo que puede cambiarse en el mercado. Aún más: solo vale lo que gira en torno al valor de cambio.
La poesía trabaja con el ímpetu de un individuo que escapa a los dictámenes del ahora, que escapa (o no tiene en cuenta) a la demanda del mercado. No se hace poesía para satisfacer una necesidad monetaria o mercantil. La poesía no cotiza en la bolsa. En todo caso, produce un movimiento opuesto. No se rige, en principio, por los vaivenes del mercado de valores. En este sentido, la poesía es volátil, inútil y escurridiza. Es un objeto (¿es un objeto?) insulso, invisible e inconmensurable. ¿Cuánto pesa un verso? ¿Cuánto mide un poema? Los criterios cuantitativos no le hacen justicia al poema. En todo caso, si alguien mide al poema por la cantidad (de versos o de palabras) no está haciendo foco en lo importante. Si un poema conmueve o dispara mundo es porque ha ido más allá de las palabras, incluso. Un poema es un artefacto verbal que puede suscitar un universo no verbal: aroma, color, densidad, emoción, pasado, galaxia.
También puede pensarse a la poesía como un elemento de la realidad, es decir, como aquel componente extraño e inesperado de las cosas o del encuentro de las cosas con los sujetos en ciertas circunstancias. En ese caso, lo poético es un elixir de la realidad, un elemento difícil de definir, un hálito de nada, un aire o un brillo o una opacidad o un entresijo que aparece en ciertas situaciones. La poesía de la vida o la maravillosa explosión de lo poético acaecen sin que nadie se lo proponga o, a veces, ocurre por la decisión esmerada de un artista de circo o del trapecio. Me refiero a eso impensado y único que sucede cuando nos deslumbra el horizonte, el paisaje de un aeropuerto o la velocidad de las cosas. Lo poético es ese instante en el que el mundo estalla. O nosotros sentimos que estallamos. Surge, o puede surgir, de la combinación de factores que hacen del mundo un instante irrepetible.
Tanto en la primera acepción de lo poético como en la segunda vemos que no se rige ni por el mercado ni por la deliberada intervención del culto a la propiedad privada. El canillita, el poderoso, el humilde hacedor de versos o el niño que encuentra una forma en la sombra se encuentran con la poesía.
Si la poesía es inútil y surge en un instante inesperado, ¿por qué sobrevive? ¿Cómo ha podido escapar a las garras del capitalismo?
Estas preguntas no tienen respuesta. Pero hacernos la pregunta puede ayudarnos a pensar en la situación de la poesía y en la condición del capitalismo.