El Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 179/2025, firmado por el presidente argentino Javier Milei, fue el primer paso para establecer un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La medida generó controversias políticas y judiciales por el modo en que fue implementada. Sin embargo, el Congreso finalmente ratificó el acuerdo, consolidando su aprobación institucional. ¿Qué deja entonces esta urgencia ya legalizada? ¿Una oportunidad económica o un avance del poder por sobre los límites democráticos?
El nuevo escenario: ¿crecimiento o dependencia?
Argentina atraviesa una etapa de transformación económica profunda. El Gobierno impulsa una política de ajuste y desregulación que ya empieza a mostrar efectos: la inflación, aunque aún elevada, ha comenzado a descender, y el déficit fiscal está siendo combatido con una estrategia de superávit financiero. Estos resultados son presentados como señales de éxito, aunque su impacto real en la vida cotidiana sigue siendo incierto.
En este contexto, el nuevo Programa de Facilidades Extendidas con el FMI implica el ingreso de USD 20.000 millones, con compromisos de pago por más de USD 14.000 millones en los próximos 48 meses. El acuerdo extiende los plazos hasta 2035 e incluye un período de gracia de cuatro años y medio. Además, contempla la cancelación de Letras Intransferibles del Tesoro en poder del Banco Central, lo que podría mejorar su posición de reservas.
La legalidad en cuestión: DNU, Congreso y Justicia
La Ley 27.612 de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública establece que cualquier acuerdo con el FMI debe ser aprobado por el Congreso. El uso inicial de un DNU generó cuestionamientos legales que siguen abiertos: aunque fue luego ratificado por Diputados, el proceso dejó al descubierto una tensión entre urgencia económica y procedimiento democrático.
El juez Martín Cormick exigió al Ejecutivo que presente documentación sobre el acuerdo, en el marco de una medida cautelar impulsada por Claudio Lozano y otros referentes sociales. Si bien la ratificación legislativa da marco legal al acuerdo, el debate sobre los límites del uso del DNU y el rol del Congreso continúa vigente.
¿Un acuerdo necesario o una oportunidad perdida?
Los defensores del programa destacan su potencial para estabilizar la economía y atraer inversiones. Los críticos, en cambio, advierten que el costo social de la política económica puede ser alto: caída del consumo, pérdida de derechos laborales, y un nuevo ciclo de dependencia financiera bajo la supervisión del FMI.
Más allá de los indicadores, el fondo del asunto es otro: ¿qué modelo de país se está construyendo? ¿Quién decide en momentos de crisis? ¿Qué margen queda para la discusión democrática cuando las decisiones vienen ya firmadas?
La urgencia puede ser real. Pero también puede convertirse en la excusa perfecta para tomar decisiones sin consultar a nadie.