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Acompañar para prevenir: La presencia, los valores y el vínculo como claves en la prevención de adicciones

Publicado el

por Marcela Elorriaga.

“Toda prevención es, en el fondo, una forma de cuidado del lazo social.”

Las adicciones no nacen de un día para el otro. Muchas veces son el reflejo de un vacío emocional, de una necesidad no atendida o de una búsqueda desesperada de atención, seguridad y sentido. Comprender esto no sólo nos invita a mirar con más compasión a quienes atraviesan una adicción, sino también a preguntarnos: ¿qué podemos hacer como sociedad para prevenir?

“No se trata de ser perfectos, sino de estar presentes.”

Nada reemplaza la mirada presente de una madre o un padre, no solo física sino emocionalmente. Un niño o una niña que se sabe visto, aceptado y contenido, desarrolla una base sólida de autoestima, confianza y pertenencia. Esa base es un escudo frente a muchas decisiones riesgosas.

La presencia significa estar: compartir tiempo, hablar, escuchar, poner límites con amor e intervenir con el ejemplo. Los vıńculos sanos se construyen desde temprano, y son una forma de prevención primaria.

“El vínculo seguro es el primer antídoto contra la desesperación.”

Muchos rasgos que aumentan el riesgo de una adicción —como la impulsividad, la baja autoestima o la dificultad para manejar la frustración— se modelan desde la infancia. En un entorno donde se ama, se corrige y se contiene, esos rasgos pueden transformarse.

Desde chicos, es vital enseñar a: Reconocer sus emociones, confiar en sı́ mismos, respetar a los demás y a uno mismo, sentirse seguros al expresar lo que les pasa.

“Educar es introducir en el mundo de los valores.”

El respeto, la empatía , la solidaridad, el compromiso y la tolerancia son valores poderosos que deben transmitirse no solo en el ámbito familiar, sino también en las escuelas. El aula no es sólo un lugar de aprendizaje formal: es un espacio donde se modelan conductas y se construyen ciudadanía.

Por eso, prevenir también es acompañar.

Prevenir es componer

“La palabra puede herir, pero también puede cuidar.”

Prevenir no es sólo hablar de sustancias o de comportamientos de riesgo. Es preguntarse: ¿cómo está ese niño? ¿Qué siente esa adolescente? ¿A quién tiene cerca para hablar de lo que le pasa?

La prevención no se impone; se siembra. Y se cultiva con escucha, con límites, con verdad y con afecto. Es crear entornos seguros, donde el vıńculo valga más que el castigo, y la palabra pese más que el juicio.

“Una sociedad que cuida es una sociedad que escucha.”

La prevención nos involucra a todos. No es una tarea individual: es una responsabilidad comunitaria. Lo único que puede ayudarnos a enfrentar esta problemática es apostar desde temprano al desarrollo de una personalidad fortalecida. Porque el amor firme y tierno, ese que educa sin violencia pero con presencia, puede cambiar el rumbo de una vida. Y de muchas más.

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