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Hablemos de ser nosotros mismos

Publicado el

por Marcela Elorriaga.

Ser uno mismo en un mundo que te empuja a ser otro no es egoísmo: es valentía.

Ser nosotros mismos implica mostrarnos tal cual somos ante los demás, algo que no siempre resulta fácil. Desde pequeños nos enseñan a ocultar emociones, a ser amables, a comportarnos como se espera. Pero rara vez nos enseñan a amarnos y a valorarnos por lo que realmente somos.
Ser uno mismo, en una sociedad que premia las máscaras, es un acto de valentía.

El arte es ser uno mismo en un mundo de máscaras

Vivimos tras disfraces que se adaptan a cada situación. Nuestra vida se vuelve una puesta en escena donde asumimos el rol de un personaje casi perfecto. Si no lo hacemos, pareciera que no pertenecemos, que no encajamos.

Entre lo que somos y lo que esperan de nosotros hay una brecha profunda: es el desafío de la autenticidad.

¿Será esa distancia una de las causas del vacío emocional que tantas personas sienten? ¿Será la falta de autenticidad lo que nos impide sentirnos aceptados por quienes realmente somos?
Tal vez sea eso lo que nos lleva al agotamiento, a la tristeza, a la desmotivación.

A veces, incluso en la intimidad, seguimos representando. Sonreímos cuando no queremos, decimos “sí” cuando todo dentro nuestro grita “no”.
Y cuando nos atrevemos a mostrarnos tal cual somos, aparece el miedo: miedo al rechazo, a la crítica, a quedarnos solos.

Aprender a ser —y entender a los demás— es fundamental. Vivir solo para los otros, sin escuchar nuestra propia voz, puede enfermarnos.
Y cuando finalmente decidimos pensar en nosotros, lo hacemos con culpa, como si priorizarnos fuera un error.
A eso se suma un entorno que nos acostumbra a resolver los problemas ajenos antes que los propios. Nos convertimos en sostenes emocionales, mediadores de conflictos, cuidadores eternos.
Pero, ¿quién nos cuida a nosotros?

Recuerdo una vez, después de una jornada agotadora, alguien me preguntó por qué estaba tan seria. Le respondí que simplemente estaba cansada. Me miró con desconcierto y dijo: “Pero vos siempre estás bien, siempre estás sonriendo”.
Esa frase me hizo pensar en cuántas veces había actuado sin darme cuenta. Cuántas veces elegí el silencio para no incomodar, o la sonrisa para no preocupar.

Es hora de empezar a ser quienes somos. De hacer lo que queremos. De mostrarnos tal cual somos.
No se trata de egoísmo, sino de honestidad.
Solo siendo auténticos podemos dar el ejemplo —especialmente a nuestros hijos, que observan más de lo que creemos.
Ellos también merecen crecer en un mundo donde ser uno mismo no sea una rareza, sino una forma de vivir.

Ser nosotros mismos, aunque imperfectos, es lo que necesitamos para vivir.
No para agradar. No para cumplir. No para encajar.

Porque ser uno mismo es, quizás, el primer acto de libertad.

 

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