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La voluntad de hacer lo vial inviable

Publicado el

por Enrico Colombres. 

Argentina presume de libertad, pero sus rutas se desmoronan bajo la indiferencia institucional. La liquidación silenciosa de la Dirección Nacional de Vialidad no puede atribuirse a un error técnico: es un sabotaje planeado al corazón de nuestra conectividad y desarrollo nacional. Desde finales de 2023, los fondos para mantenimiento se redujeron dramáticamente, un derrumbe del 75 % del presupuesto,  mientras más de la mitad de las rutas nacionales se han degradado a condiciones  malas o intransitables. ¿Podés seguir llamando “austeridad” a esto, o ya tenés el diagnóstico claro?

El daño no se limita al asfalto, tiene efecto domino, cada kilómetro mal cuidado obliga a reparaciones de emergencia que pueden costar mucho más que el mantenimiento programado. Es evidente que el Estado prefiere licitaciones apuradas, contratos onerosos y excusas cortoplacistas antes que inversión real. ¿De verdad te creés que este modelo representa ahorro, o es simplemente una construcción trucha de eficiencia?

Grave también es la dimensión social de este desamparo. Cada tramo roto representa aislamiento, poblaciones que pierden acceso a escuelas, centros de salud y oportunidades laborales. Técnicos formados fueron despedidos y reemplazados por jaurías de nuevas agencias sin oficio ni historia. Se licua la capacidad técnica y desaparecen los operarios de ruta. Con un desplome de casi el 80 % en obra pública vial, las rutas no solo se rompen: se evaporan desde la institucionalidad.

Y lo más evidente, la privatización encubierta se ha convertido en estrategia de Estado, traen concesionarias, esas “gestoras eficientes”, para administrar más de 9 000 km de caminos. ¿Resultado? Reconvertir en peajes lo que ya pagamos con impuestos. Extranjeros o amigos del poder someten a nuestra movilidad y transito a peajes dobles. No es una modernización, es un remate de la infraestructura pública.

Mientras tanto, el Congreso mira para otro lado, los proyectos quedan dormidos en comisiones y el Ejecutivo avanza por decreto, sin control. Vialidad queda desarticulada mientras el único argumento en boca de todos es “ahorro presupuestario”. ¿Qué país estamos construyendo cuando vendemos puentes por peaje y regalamos caminos por migajas? Parece que la política nacional ha decidido pagar el costo de su discurso de orden con el precio de la movilidad popular.

Argentina necesita un plan sólido para sus rutas. No una idea al paso ni números maquillados. Hablamos de una estrategia a 20, 30 años, con mantenimiento preventivo, obras estratégicas y vigilancia ciudadana real. No basta con quejarse, necesitamos que nuestros caminos sean programas de progreso, no testimonios de abandono.

Como comunidad, tenemos mejores herramientas. Si el Estado puede ofrecer datos sobre el COVID, turnos médicos, o mostrarnos en una app que controla tus multas, ¿por qué no habilitar una plataforma para decidir sobre rutas y obras públicas? No se trata solo de protestar, sino de votar, que el ciudadano capaz de ver su posición en Waze o Google Maps, y describir los problemas de los caminos y rutas así tenga voz para marcar prioridades en su región gestionándolas eficientemente. Plataformas como estas construyen transparencia y responsabilidad colectiva.

Esta no es una provocación tecnológica, es una revolución cívica, si podés denunciar un bache, denunciar un exceso de velocidad y ver qué sucede cerca de vos en tiempo real, estás más que listo para exigir votaciones digitales sobre el destino de cada ruta. ¿Querés invertir en autopistas o en caminos secundarios? ¿Querés pagar un peaje o mantener tu acceso libre? Asegurado en tus derechos en la constitución nacional, el poder de la participación ya está en tu dispositivo móvil, solo faltaría el desarrollo para usarlo.

La crisis vial no es un mal momento, es un acto de decisión deliberado, hay una destrucción sistemática, silenciosa, encuadrada en discursos que venden ahorro mientras vacían el país. El imperativo es institucionalizar una política vial que respete a cada región, reconozca las prioridades territoriales y transparente cada peso invertido. Hay que devolverle al pueblo la dirección de sus caminos, porque los caminos son la columna vertebral del país.

Y a diferencia de aquel viejo dicho romano, en este país ya no todos los caminos conducen a Roma o mejor dicho nunca lo hicieron. En Argentina, todos los caminos de la medida de ajuste sin medir consecuencias conducen al caos. Al deterioro proyectado por la inacción así será, como siempre, más caro en su remedio que en la prevención. Una enfermedad que pudo evitarse, pero que decidimos ignorar por necedad o por cálculo político predeterminado.

En las enseñanzas de Séneca, uno de los grandes estoicos, encontramos una frase que calza justo para el ejemplo “No es poco tiempo el que tenemos, sino que perdemos mucho”. No tenemos falta de recursos, sino de voluntad, no tenemos déficit de caminos, sino un déficit de dignidad institucional. Cada kilómetro abandonado nos empobrece moral y materialmente. Cada ruta que queda sin mantenimiento es una declaración de que ya no nos importa conectarnos.

Ahora, vos que estás leyendo esto, pensalo bien. ¿Cuántas veces más vas a dejar que decidan por vos hasta el último camino que pisás, porque inevitablemente es el que transitas, ¿no? Porque la historia no la escriben solo los que hacen, también la sufren, los que no se atreven. Y hoy, ya no se puede alegar ignorancia. Lo que le pasa al pueblo te atraviesa, siempre.

 Y cuando te toque transitar ese camino, será tarde para decir que no sabías.

2 COMENTARIOS

  1. Está claro que la buena conexión entre los pueblos , es un signo de federalismo, y los caminos la herramienta indispensable sin caminos no hay progreso y nos condenan al retroceso social, comercial y educacional.

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