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El abogado que convirtió a la IA en Política pública

Publicado el

por María José Mazzocato.

Del código civil al Código fuente.

“Seguir haciendo lo mismo era una forma elegante de desaparecer”, dice Marco Rossi, y no lo dice como una consigna teórica, sino como una advertencia íntima. Lo dice como quien sintió en carne propia la contradicción de amar su oficio — el Derecho — pero intuir que algo se estaba quedando atrás. Como quien escucha un rumor sordo en el pecho y decide hacerle caso, aunque no tenga claro hacia dónde lo lleva.

Marco nació en Tucumán, estudió Derecho y posterior a ello trabajó años en el Poder Judicial, aprendió a leer entre líneas, nos cuenta, a encontrar humanidad en la letra fría de la ley. Formado para interpretar normas y seguir las estructuras tradicionales del Derecho, algo en él empezó a mirar más allá de los códigos, fue así, como un día se dio cuenta que el mundo estaba cambiando demasiado rápido como para seguir habitando estructuras que no se movían. “Lo principal, para mí, fue entender que todas las conductas, o por lo menos las más íntimas, ya estaban atravesadas por la tecnología”, recuerda. “Y era cuestión de tiempo que eso llegue a los marcos institucionales”. Ese presentimiento se volvió certeza en Marco, lo que lo llevó a sentir la necesidad de cambiar algo en Tucumán, desde interiorizarse en el tema, a dictar clases con visión de IA, a dar el salto de fe que lo llevó a la acción.

Marco, podría haber seguido por el mismo camino, podría seguir siendo funcionario del poder judicial, podría seguir realizando las funciones de un abogado que sigue lo tradicional del derecho, porque él tenía todo para seguir en ese mundo seguro jurídico tradicional. Pero eligió otra cosa, un nuevo margen fértil, producto de la incomodidad de crear algo nuevo.

Hoy, Marco es Director de Inteligencia Artificial de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, un cargo no existía hasta hace poco, ni siquiera se encontraba en el imaginario político, algo impensado que hoy se lleva a cabo, sin mapas ni manuales, todo experimental en base al acierto y al error. Y en este gesto, Marcó no tan solo reinventa su carrera, sino marca un precedente en todo el ecosistema político público. Y sucedió, aquí en Tucumán, una provincia considerada periférica en el norte argentino.

“No dejamos de ser abogados por pensar con tecnología. Al contrario: si no lo hacemos, el Derecho se vuelve fósil”. Lo dice sin estridencia, pero con firmeza, su voz no es de alguien que “vende humo o slogans” como diría Marco, no está buscando parecer lo que no es, sino que hay en él una rara mezcla de prudencia institucional y rebeldía conceptual. Una convicción de que el cambio no va a venir solo, ni desde afuera, ni de arriba, sino una certeza que remarca con firmeza, el cambio hay que empujarlo para que suceda.

Todo nace de su incomodidad, ese síntoma de algo que quiere crecer “esa incomodidad que te raspa por dentro fue mi alarma”, cuenta. “Moverme implicó resignar cierta validación inmediata, el aplauso de lo conocido. Pero también me permitió habitar un lugar nuevo, más fértil. No dejé de ser abogado, pero sí dejé de actuar como si el Derecho no tuviera que transformarse”.

En vez de quedarse lamentando lo que falta, Marco decidió empezar a construir, concretamente, desde el Estado municipal, desde una ciudad del norte argentino, muy lejos de los grandes centros de innovación  como Silicon Valley o Europa, pero con una mirada estratégica que no se siente periférica “la legitimidad no vino del título ni del cargo”, afirma. “Vino del hacer. De mostrar con hechos que esto no es humo. Que se puede mejorar lo cotidiano. Que podés facilitar el trabajo sin importar el ámbito, y con eso mejorar la calidad de vida del vecino sin que nadie tenga que entender de algoritmos”.

Para Marco no fue un quiebre sino una transformación, y al entrevistarlo podemos denotar un poco de vértigo en su relato, afirma que sí, su paso al ecosistema tecnológico no fue de un día al otro, lo hizo de manera paulatina conociendo lentamente lo que rodeaba a la IA, en ese proceso además de estudiar y formarse, se interiorizó que el Derecho no se vinculaba con estos contenidos, por lo que tomó la decisión de moverse, fue así que Marco posiciono a tucuman como Laboratorio de Innovación Tecnológica.

Para él, la clave está en traducir y no en imponer, tampoco en automatizar por automatizar. “La letra de la ley y el algoritmo dialogan —o deberían dialogar— como dos lenguajes distintos que, si se escuchan bien, pueden traducirse mutuamente” lo dice con una calma que desarma, con la claridad de quien no opone humanidad y tecnología, sino que las piensa como aliadas, siempre y cuando haya voluntad política y mirada ética.

Su historia, sin embargo, no es solo personal, nos relata algo de época, nos dice sobre la nueva generación que no quiere elegir entre Derecho o innovación, entre lo público o lo disruptivo, es allí donde aparece Marco no rompiendo la tradición sino expandiendola. “Lo que uno fue no se abandona,se reescribe” afirma. Hoy no solo es un funcionario pionero, es el representante de un síntoma lúcido de que se puede hacer política tecnológica desde el interior, con rigor y sensibilidad. Que se puede incomodar a las instituciones sin destruirlas, y por sobre todas las cosas que se puede inventar futuro desde dentro del Estado. Y sobre todo, que se puede habitar el margen — ese margen donde nadie sabe muy bien qué hacer con la IA — no como exilio, sino como laboratorio.

Marco no promete magia, slogans o vender humo por moda, promete trabajo, traducción con sentido, quizás, eso sea mucho más transformador que cualquier hype pasajero, por que su gesto no es individual Marco no está solo, representa el síntoma de una generación que ya no se conforma con repetir lo aprendido, que no busca refugio en el cinismo, sino que pone el cuerpo para imaginar otras formas de lo institucional. Que sabe que el cambio no va a venir de arriba, ni de los que prometen promesas vacías, sino de quienes se animan a intervenir desde adentro.

Por eso su historia importa. No como excepción, sino como señal de época, porque cuando un abogado del interior se convierte en el primer director de IA de una ciudad argentina, algo está pasando. Es una señal de que se puede inventar un futuro desde donde nadie lo espera. Y de que lo más disruptivo que se puede pensar hoy, es transformar desde el Estado.

 

3 COMENTARIOS

  1. Me parece muy acertado el cambio, marco es un gran representante de todo eso. Orgulloso de que se de tucuman. Me encanta ver sus videos y que este trabajando con todo ese equipo. Es un gran narrador. Siempre lo vuelve magia. Saludos de comandante luis piedra buena. Santa cruz

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