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LA AMISTAD ALGORITMICA

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por Rodrigo Fernando Soriano.

No recuerdo cuándo me hice amigo de mis amigos. No hay un contrato, una ceremonia ni un clic fundacional que diga: desde ahora somos amigos. Quizás fue una mirada, un gesto compartido, una complicidad que nació sin pedir permiso. Tal vez es eso: la amistad no nace, simplemente se hace.

Sea como sea, lo cierto es que la amistad no comienza con una fecha ni con una notificación. Comienza cuando algo en el otro deja de ser ajeno, y sin saber cómo, uno empieza a cuidarlo.

A alguien que conocí sin nombre, sin contexto y con más prejuicios que certezas, le fui quitando capas. Y un día —sin darme cuenta— ya le estaba confiando mis proyectos, lo que me hacía feliz, mis temores, mis proyectos, mis dolencias. Así se construye la amistad: no con eventos, sino con acumulaciones suaves, gestos que no se planifican y errores que no se juzgan.

La amistad no nace del cálculo. Por el contrario, constituye uno de los últimos refugios del misterio humano en una era donde todo —incluso lo más íntimo— parece someterse al dictado de algoritmos y métricas. Sin embargo, paradójicamente, sí sabemos con exactitud cuándo una amistad se rompe. Hemos construido un imaginario contractual donde dejar de seguir a alguien, bloquearlo o silenciarlo en redes sociales se convierte en el gesto ritual de la desvinculación. Ya no hace falta un conflicto: basta un clic. Y es en ese gesto mínimo, casi invisible, donde se revela el verdadero desplazamiento. Lo digital ya no refleja la vida: la reorganiza. La existencia virtual deja de ser una prolongación del mundo para convertirse en su guion principal. A partir de aquí, lo real ya no establece las reglas del juego: es lo virtual quien redacta la gramática de nuestros afectos, nuestras estéticas y nuestras decisiones morales.

Hay un capítulo inolvidable en “The Big Bang Theory” (Ep. 13, 2da Temporada) en el que Sheldon Cooper, incapaz de socializar, diseña lo que llama “el algoritmo de la amistad”. Lo presenta con orgullo, como si se tratara de un protocolo científico para entablar vínculos. Y aunque la escena busca provocar risa a través de sus gags, lo que deja entrever es una verdad amarga: intentamos cuantificar incluso lo que debería permanecer indócil al cálculo.

Vivimos en tiempos donde la eficiencia se volvió un valor ético. Ser eficiente es ser deseable. Ser medible es ser visible. Incluso nuestras relaciones afectivas están mediadas por números: cuántos likes, cuántas reacciones, cuántas visualizaciones. Cuánta gente “nos sigue”.

Las redes sociales decidieron transformar la amistad en un menú de opciones. En vez de preguntarnos cómo está alguien, vemos sus historias. En vez de visitarlo, reaccionamos a su selfie. “Seguimos” a amigos que no nos interesan, y muchas veces dejamos de seguir a los que más necesitamos. Nos volvimos espectadores de la vida de quienes decimos querer. 

En la lógica algorítmica, la amistad se vuelve una serie de conductas esperables: dar like, comentar, felicitar. Pero la amistad real no tiene guión. Aparece en lo inesperado. Irrumpe. Se parece más a un accidente que a una rutina.

Calcular es una forma de pensar, no de sentir. No es ilegítima, pero se vuelve peligrosa cuando coloniza espacios donde el pensamiento no basta, donde lo que se necesita es entrega, torpeza, contradicción. La amistad no puede ser un sistema de recompensas. No puede depender de un algoritmo que valide si es visible o no. Su belleza está, precisamente, en lo oculto.

En un pasaje desgarrador de Minima Moralia, Adorno escribe: “Serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad sin que el otro se sirva de ella para afirmar su fuerza”. Eso es un amigo. Ese es el lugar de la amistad: donde no hace falta estar bien todo el tiempo. Donde uno puede mostrarse roto, y aun así ser recibido.

Entonces, ¿puede una inteligencia artificial ocupar el lugar de la amistad? ¿Podemos sustituir el vínculo humano por un asistente conversacional, un algoritmo empático o un bot de compañía? ¿Que esté disponible para nosotros todo el tiempo a toda hora? No tengo una respuesta definitiva. Pero intuyo que la amistad auténtica requiere algo que ninguna máquina puede replicar: vulnerabilidad mutua. Jorge Luis Borges decía que a diferencia del amor, la amistad no precisa frecuencia, y cada vez parece que los algoritmos de las redes sociales nos exigen todo lo contrario; parece que la amistad no existe si no está atravesada por un constante consumo del otro.

Hoy invertimos más energía en construir nuestro avatar digital que en habitar la vida real. En lo digital somos exitosos, fuertes, felices. Pero en lo real, seguimos siendo vulnerables. Y allí, justo allí, la amistad tiene que nacer.

Porque la amistad verdadera no se puede postear. No busca likes. No responde a un guión. Es ese mensaje inesperado. Esa mirada que te entiende. Esa risa que no necesita explicación.

En un mundo de filtros y métricas, la amistad es eso que no se deja calcular, pero se siente con nitidez. Y si llegaste hasta acá, es porque lo entendiste.

Entonces sí:
¡Feliz día, amiga amigo!

15 COMENTARIOS

  1. En el contexto que vivimos, es importante saber identificar y apreciar a los verdaderos amigos. Con las redes sociales un cliente habitual, un compañero de trabajo, un tipo con el que charlas en el bondi, pueden parecer amigos según las interacciones en rrss, pero se debe aprender a separar.

  2. Me encanto el mensaje ! Feliz día del amigo real , del humano que deja el celu en el bolsillo y se dedica a vincularse , a tomar un café y escuchar al otro , a mirar a los ojos y establecer vínculos con corazón . Feliz día !!!!!

  3. Excelente nota que nos llama a reflexionar.
    Claramente, creo que deberíamos «renunciar» voluntariamente a las redes sociales empleandolas solo en lo que nos de provecho, pero mantenernos originales (compartir las fotos solo con quien nos interesa que las vean -y no buscando la aprobación social o, peor, la envidia-, reunirnos, charlar, etc).
    Olvidarnos de los like…cuanto vale un like frente a un abrazo, un beso, una risa que uno provoca en un amigo o él te provoca a vos?.
    Que linda sensación es que un amigo te diga…»nos veamos», «hagamos un asado», «salgamos a algún lado», o no?; y no hay red social que te contenga la tristeza como lo hace una buena charla o escucha de un ser querido.

  4. Aristóteles consideraba las relaciones de amistad como las más nobles y libres q podía tener el ser humano y a la vez sacaba lo mejor de nosotros.Miles de años después la neurociencia , comprueba q en presencia de verdaderos amigos ,aquellos con los cuales hemos logrado conexión, compromiso y entrega, el cerebro produce oxitocina, la hormona del amor, la cual produce en nosotros un bienestar de tal forma q mejora nuestra salud mental y física al punto tal de evitar lo q hoy ya son plagas, como la depresión, soledad, ansiedad etc
    Amistad, viene del griego “philei” la cual su raíz significa “querer”. Indudablemente para “querer”.Nuestra sociedad está dispuesta hoy a “querer”?
    Muy buen artículo Rodrigo, q nos lleve a reflexionar. Gracias!

  5. Muhammad Ali , considerado el mejor boxeador de la historia, rodeado de fama , fortuna , y «amigos» que se colgaban de su historia; decía «Muchos querian ser mis amigos cuando estaba en el ring , pero ninguno cuando sangraba en el vestuario. La amistad no es algo que se aprende en la escuela . Pero , si no has aprendido el significado de la amistad, realmente no has aprendido nada «

  6. Tu reflexión aporta elementos para reflexionar sobre los vínculos interpersonales y a s u vez da esperanza al saber que hay jóvenes que se ocupan de plantear la discusión. Felicitaciones y gracias por compartir.

  7. No sé puede reproducir lo que se siente por un amigo con un algoritmo, pero lo intentan. Es nuestra obligación resistir a estos intentos de superficialidades e individualismos y para ello, debemos asumir con responsabilidad y lealtad ése sentimiento que nos hace sentir Amigo!
    Cómo decía Don Atahualpa, Amigo es uno en el cuero de otro! Y éso, no se puede medir.
    Hermosa nota Rodrigo.

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