InicioActualidadUna voz, muchas vidas

Una voz, muchas vidas

Publicado el

por Virginia Calvi.

Nací en la provincia de Tucumán, en 1986. Yerba Buena todavía tenía calles de tierra y los veranos olían a albahaca y pan casero. Me crié ahí, entre patios soleados, radios encendidas y juegos con mi mamá que siempre incluían canto, baile, actuación. Jugábamos a ser otras. Jugábamos a ser muchas. Y yo, sin saberlo, estaba empezando a buscar mi voz.

Desde muy chica supe que no me iba a quedar. No lo decía con tristeza, era una intuición. Como si el cuerpo supiera antes que la cabeza que algún día iba a partir. No porque no amara ese lugar, sino porque sentía que había algo mío esperándome en otro lado. El arte era la manera en que mi deseo se proyectaba. Veía Jugate Conmigo y me imaginaba ahí, bailando, cantando, existiendo con intensidad. Era fanática de Cris Morena, de Chiquititas, de ese universo entre la niñez y la ficción.

Dormía muchas veces en la casa de mis abuelos, que dejaban la radio prendida toda la noche. Esas voces fueron mis primeras compañeras. Jugaba con los grabadores de mi abuelo, con sus cassettes, con el tocadiscos del living. Me acuerdo de un piano que había en casa cuando era muy chica. Se lo llevaron un día, y lloré como si se hubieran llevado una parte de mí. Yo pasaba horas tocando las teclas sin saber tocar, pero algo me llevaba ahí, una conexión que no necesitaba explicación.

A los ocho años me eligieron para grabar una canción en una radio de barrio, como parte de un grupo escolar. Éramos cuarenta chicas, y me eligieron a mí. Fue un sábado a la mañana. Mi papá renegaba porque el lugar no le gustaba, pero yo estaba feliz. Iba a cantar, a grabar, a usar mi voz. A veces nos olvidamos de esas primeras veces que nos dicen «esto sos». Años después, recordé ese momento y entendí su valor.

En casa se escuchaba folklore y rock nacional. Los Chalchaleros por un lado, Charly y Fito por el otro. Pero cuando descubrí a Soda Stereo, algo me explotó en la cabeza. De música ligera me sacudió entera. Tendría nueve años, y ya me fascinaba pasar de dial en dial buscando la canción que me obsesionaba. A los catorce descubrí Radio Mega: puro rock nacional. Ahí supe que no era solo música: era identidad. Era una manera de estar en el mundo.

Con una amiga empezamos a ir a recitales. Nos lookeábamos con remeras de bandas, pantalones anchos, íbamos a todo lo que podíamos. También organizábamos, inventábamos eventos en el colegio, vivíamos con una energía creativa que no tenía descanso. En algún punto, siempre estuve armando cosas.

Después del colegio me anoté en la carrera de Teatro en la Facultad de Artes de Tucumán. Hice dos años. Después me cambié a Relaciones Públicas. Estaba buscando mi lugar, mi lenguaje. La vida me fue llevando por otros rumbos: más nocturnos, más intensos. Me mudé a Córdoba. Estuve ocho años ahí. Y desde hace unos años, estoy en Buenos Aires. Hace veinte años que estoy fuera de Tucumán, aunque vuelvo seguido. La extraño. Pero mi vida hoy está acá, en Capital Federal, muy cerca del Obelisco.

Entre tantos caminos, armé mi propio estudio. Estoy cursando la carrera de Locutora en el ISER, algo que me costó años animarme a hacer, pero que ahora siento como una decisión profundamente mía. Ya había estudiado en un instituto privado durante la pandemia, pero ingresar al ISER era otra cosa. Lo logré. Y estoy feliz.

En paralelo, hace cinco años que vengo construyendo mi estudio en casa, de a poco, comprando los equipos que puedo, aprendiendo, grabando, haciendo cursos, buscando mejorar. Lo vivo como un acto de amor propio.

Durante mucho tiempo estuve inmersa en la noche. Tuve una banda, dimos shows durante tres años en Capital y en el conurbano. Subirme al escenario era una adrenalina que no se puede explicar. Ahí aprendí lo que sí quiero hacer, y lo que no. Estudié canto con Marisa Mere, una coach increíble. También con Dana Montes. Me formé como pude. Pero cuando llegó la pandemia, todo cambió. Sentí que no quería más ese ritmo de vida. Que necesitaba un giro.

Una colega me regaló El club de las 5 AM, y lo tomé en serio. Dos años de vida ordenada, saludable. Empecé a hacer yoga, a entrenar, a cuidar mis hábitos. Eso me ayudó a pasar el examen de ingreso al ISER, a enfocarme en lo que verdaderamente quería. Cambié la noche por la voz. La dispersión por la dirección.

Mientras cursaba, me ofrecieron participar en un programa de radio en Córdoba, Esquizosónica, por la 105.5 FM. Un programa con 25 años de historia. Estuve tres años en el staff, todos los miércoles, sin faltar. Fue una experiencia increíble, un aprendizaje continuo. Me afirmé como comunicadora.

Pero lo que más me gusta de todo lo que hago, es la publicidad. Me apasiona desde chica. Leía carteles en voz alta. Jugaba a ser la voz que vendía cosas. Me divierte, me sale natural, y me encantaría dedicarme a eso cuando me reciba. Me encanta hacer que una frase tenga ritmo, sentido, tono. Darle vida a un mensaje. Que no sea solo información, sino atmósfera.

Además, soy multifacética. Trabajé como asistente de artistas como Andrés Giles y Eduardo Capilla. Con este último, tuve el desafío de acompañarlo como asistente en Estados Unidos el verano pasado. Volví para seguir estudiando. También participé en producciones con el Luna Park, con Netflix, como vestuarista, asistente de producción, extra. Nunca me quedé quieta.

Ahora estoy armando un proyecto personal: un Instagram donde voy a subir fotos y videos de los recitales a los que fui. Aunque nunca estudié fotografía, me encanta. Tengo toneladas de material que quiero compartir. Me mueve el deseo de documentar, de compartir, de mostrar lo que veo.

Sigo cantando, aunque ya no como antes. A veces me invitan a participar en algún show. Este sábado 28 de junio, por ejemplo, voy a estar como invitada de la banda soporte de Turf, que se llama Boutique, en el Palacio de los Deportes, a las 21 horas. Y ahí voy a estar, con la misma emoción de siempre.

A veces me preguntan por qué hago todo esto. Y no sé qué responder. Pero sí sé lo que pasa cuando grabo, cuando estoy en el estudio, cuando alguien escucha mi voz y siente algo. Ahí entiendo que no se trata solo de hablar o cantar: se trata de estar viva. Se trata de transformar lo que una vivió en una forma de llegar a otros.

Soy muchas cosas. Y todavía me estoy descubriendo. Pero si tengo que elegir una palabra, elijo esta: voz. Porque no es solo sonido. Es identidad. Es historia. Es presente. Y es deseo.

Una voz no es solo un instrumento. Es una forma de existir.

8 COMENTARIOS

  1. Hermosa nota, es loco como a veces tardamos en reconocer cual es nuestro camino y probamos diferentes cosas pero cuando eso sucede es como si las fichas se acomodan y todo fluye. Te felicito! Segui por ahi!

  2. Que hermosa nota Vir. Está escrita con mucho amor y pasión, dos dimensiones fundamentales en la vida. Estás llena de energía súper positiva, y eso está bárbaro. Jamás dejes de vivir tus sueños.. en definitiva somos eso .. vivimos y concretamos sueños.. somos procesos!! Suerte y adelante !!

  3. Tengo el placer de conocerla, y puedo dar fe de que es un remolino de energía, una renacentista, creativa en extremo, inteligente y una persona alucinante.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

últimas noticas

El último círculo

por José Mariano. Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis Dante Alighieri, Infierno, Canto III En La Divina...

Las voces de adentro

por Ian Turowski. ¿Qué dicen las voces de tu cabeza cuando hablan con vos? ¿Cuántas...

Manifiesto cosmista para el siglo XXI

por Nicolás Salvi. Serie: ¿Y si el futuro fuera colectivo? — Un viaje al cosmismo...

Cuando el poder entrena la verdad: IA sin freno es IA sin libertad

por Rodrigo Fernando Soriano. A veces la realidad se disfraza de distopía sin que nos...

Más noticias

El último círculo

por José Mariano. Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis Dante Alighieri, Infierno, Canto III En La Divina...

Las voces de adentro

por Ian Turowski. ¿Qué dicen las voces de tu cabeza cuando hablan con vos? ¿Cuántas...

Manifiesto cosmista para el siglo XXI

por Nicolás Salvi. Serie: ¿Y si el futuro fuera colectivo? — Un viaje al cosmismo...