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Serie: ¿Y si el futuro fuera colectivo? — Un viaje al cosmismo ruso Entrega 9: Evangelion y el alma del porvenir: tres mitos para imaginar el futuro humano

Publicado el

por Nicolás Salvi.

[ALERTA SPOILERS DE NEON GENESIS EVANGELION]

“Quiero enseñar a mi hijo su brillante futuro”

Yui Ikari – Neon Genesis Evangelion – EP. 21

El género de ciencia ficción ha sido, desde su nacimiento, una forma moderna de misticismo. Bajo sus naves espaciales y cerebros positrónicos, laten preguntas que siempre fueron cercanas a la religión: ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Podemos superar nuestra condición actual? A falta de teologías compartidas del mundo globalizado, la imaginación futurista se transformó en el nuevo discurso del mito. La carrera espacial, la biotecnología, la inteligencia artificial, todas son escenas de una nueva metafísica, donde la humanidad se reinventa en busca de sentido.

La tradición del cosmismo ruso, como vimos, no fue ajena a este impulso. De hecho, lo anticipó. Antes que la ciencia ficción se consolidara como género, Fiódorov, Tsiolkovski y Bogdanov ya hablaban de viajes interestelares, resurrección técnica y comunismo planetario. Pero no lo hacían como entretenimiento ni como advertencia distópica. Lo hacían como programa espiritual. El cosmos era una tarea a tratar. La tecnología un deber moral hacia los muertos. Y el futuro, lejos de ser propiedad de los pioneros, era el lugar donde se saldaría la deuda de los vivos con la historia entera de nuestra especie.

Esa dimensión espiritual de las tecnologías de punta es una constante en la mejor ciencia ficción. A lo largo del siglo XX, desde Solaris de Stanisław Lem hasta El fin de la infancia de Arthur C. Clarke, y ya en el siglo XXI con el mega film Interstellar de Christopher Nolan, la narrativa futurista se ha poblado de presencias que desdoblan lo humano con inteligencias abismales, vínculos transfigurados y memorias que trascienden la carne. Pero quizás ninguna obra haya llevado esa tensión tan lejos como el anime de culto Neon Genesis Evangelion. Una obra que atreve a preguntar —con brutal honestidad— cómo llegaremos a la condición posthumana, y qué quedará de nosotros cuando lo hagamos.

Neon Genesis Evangelion es una serie japonesa de animación creada por Hideaki Anno (1960-) en los años 90, considerada una de las obras más influyentes del mecha (subgénero centrado en máquinas antropomorfas gigantes) y de la ciencia ficción contemporánea. En apariencia, Evangelion narra la historia de un grupo de desdichados adolescentes reclutados para pilotar enormes robots biomecánicos llamados EVAs, con el fin de defender a la humanidad de unos misteriosos enemigos conocidos como Ángeles (entidades que solo buscan nuestra extinción). Pero bajo esa trama de acción apocalíptica, se desarrolla una profunda meditación sobre el dolor, la identidad, el deseo y la imposibilidad del vínculo humano en un mundo marcado por la pérdida.

La serie se sitúa en un futuro cercano, tras un cataclismo global, donde una organización secreta (NERV) ejecuta un programa militar que esconde múltiples agendas ocultas. A través de sus múltiples capas narrativas —que incluyen referencias psicoanalíticas, religiosas, científicas y filosóficas— Evangelion despliega una alegoría compleja sobre el destino de la especie humana. Sus personajes, en mayor o menor medida, encarnan visiones del mundo en pugna sobre cómo afrontar el sufrimiento, la muerte y la posibilidad de una evolución más allá de la imagen humana actual.

Entre los personajes clave en lo que a trascendencia refiere se encuentran SEELE, Gendo Ikari y Yui Ikari. SEELE es una poderosa organización secreta (que controla NERV tras bambalinas) la cual impulsando un proyecto conocido como la “Instrumentalización/Complementación Humana”. Gendo Ikari, el comandante de NERV y padre del niño piloto protagonista, persigue a través de manipulación tecno-política su propia meta personal de reencontrarse con Yui, su esposa fallecida. Por último, la propia Yui Ikari, científica que sobrevive a su muerte física al fusionarse con el robot denominado EVA01, desde donde protege y acompaña a su hijo (piloto del EVA01) y a la humanidad.

La serie culmina con una serie de episodios simbólicos y ambiguos, donde la distinción entre realidad y subjetividad se diluye, y las distintas propuestas de trascendencia se ponen a prueba. Es desde esa encrucijada que este anime se convierte en un espejo crítico de las utopías tecnológicas de nuestro tiempo. Como adelantamos, Evangelion presenta tres proyectos de trascendencia. Tres formas de afrontar el dolor de estar vivos, el abismo de la muerte y el enigma de la relación con el otro. 

El proyecto de SEELE es el que más claramente representa al transhumanismo contemporáneo. Desde las sombras, una élite tecnocrática diseña su plan de complementación humana, para disolver los cuerpos, las diferencias y los afectos en una gran conciencia colectiva, sin conflicto ni separación. Es la utopía de la fusión total, del fin de la muerte, pero también de la disolución del yo. Detrás de su apariencia espiritual, se esconde el terror a la fragilidad. La carne se vuelve error, la individualidad se transforma en obstáculo y la técnica se impone como destino de redención forzada. No es casual que los miembros de SEELE aparezcan como monolitos, sin rostros y sin cuerpos. Antes de ejecutar su plan ya no son humanos, sino algoritmos de un proceso de perfección inhumano.

Gendo Ikari, por su parte, encarna una forma distinta de trascendencia. Toma la forma de un futurismo solitario. A diferencia de SEELE, su proyecto es una revancha personal contra el dolor. Usando los mismos recursos tecnológicos de sus empleadores, Gendo quiere reordenar el tiempo y el espacio a su gusto para reunirse con su esposa perdida Yui mediante una operación de poder individual absoluto. Para ello, no duda en manipular a todos los que lo rodean —incluido su propio hijo— como piezas sacrificables en su cruzada tecnomística. En su visión, el amor es deuda y la paternidad una herramienta. Gendo no quiere salvar a la humanidad, quiere reescribir su propia historia privada. Lo humano es obstáculo por su insuficiencia material y emocional. El otro, en lugar de ser un vínculo, es una pérdida a reparar. En él, el futurismo es individualismo puro, manipulado por una técnica instrumental que no conoce el límite político, afectivo ni ético.

Finalmente encontramos a Yui Ikari. Su proyecto es menos visible para el espectador distraído, pero es sin dudas el más profundo. Al integrarse con el EVA01, Yui no escapa de lo humano, ni lo suprime, ni lo manipula. Lo contiene. Su acción no es de huida de la carne ni de dominio del espacio, sino que es el acto de una centinela de las almas. Desde dentro de la máquina, Yui decide cuidar a su hijo, y a través de él, a todos nosotros. 

Hay una dimensión silenciosa pero clave en su decisión. Yui proyecta el EVA01 como el contenedor de todos los seres humanos que existieron, existen y existirán. Es una especie de testamento cósmico, un relicario viviente que, tras el Armagedón del planeta Tierra, podrá vagar por el universo como archivo de la experiencia humana. En caso de que su hijo —en representación de la humanidad— no elija reiniciar la historia para intentar otros caminos de trascendencia separada, su madre ha previsto que el EVA se convierta en un museo estelar que preserve, dentro de sí, la memoria misma de lo que el homo sapiens fue y será. Se diseña como un monumento flotante al amor, al duelo y a la dignidad de todo lo humano.

Yui-Fiódorov no quiere un mundo sin muerte, sino un mundo donde la muerte no sea la última palabra. Allí donde Gendo-Marinetti busca cerrar la herida con violencia, Yui la abraza con responsabilidad. Donde la oligarquía de SEELE suprime el deseo, Yui lo custodia. Donde el transhumanismo extropiano propone una especie nueva, Yui afirma una humanidad ampliada por la memoria del todo.

Este es, en el fondo, la exaltación del cosmismo clásico. Una tecnología que sostiene el cuerpo y expande la historia hanta incluir a todos los que han sido y serán. Una espiritualidad sin iglesia, pero con compromiso. Yui-Fiódorov, como los viejos cosmistas, sabe que el futuro no es nada si no está habitado por el amor.

En la próxima y última entrega, volveremos sobre las enseñanzas de Yui- Fiódorov para imaginar juntos el manifiesto del futuro colectivo. Será el momento de reunir todo lo aprendido en esta travesía por el cosmismo ruso, para dar una propuesta viva para nuestro siglo. Puesto que, después de todo, el único verdadero salto evolutivo será aprender a no dejar a nadie atrás. Empezar a imaginar, con decisión y ternura, qué mundo podría surgir si le diéramos otra oportunidad a lo común.

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