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Teoría del fuego que no se apaga

Publicado el

Por Milagros Santillán.

El amor es el deseo de ser uno, pero el deseo siempre divide.
Jacques Lacan.

Tengo una teoría sobre la infidelidad. No nace de un libro ni de una estadística, sino de escuchar a mis pacientes —y de escucharme también—. En esos relatos compartidos, de consultorio y de vida, fui armando esta hipótesis sobre cómo amamos, cómo deseamos y cómo intentamos escapar del tedio sin darnos cuenta.

Creo que muchos hombres tiran diez semillas para cosechar una. No importa tanto el terreno: lo importante es sembrar. Ensayar el intento, tantear la posibilidad, acumular pequeñas validaciones. Las mujeres, en cambio, elegimos distinto. No por moral ni por fidelidad sagrada, sino porque el cuerpo sólo se abre cuando algo de verdad nos mueve. Elegimos con deseo, no por costumbre.

He visto a muchos hombres sostener durante años vínculos que ya no los conmueven, aferrados a la rutina de estar “acompañados”. Mientras tanto, tantean otras pieles, otras risas, otras miradas. No necesariamente porque quieran irse, sino porque no soportan el silencio de no sentirse deseados. En esa oscilación entre una reacción con fuego y un mensaje que nunca llega, equilibran su ego al borde del vacío.

Nosotras, en cambio, nos sabemos deseadas. Lo que buscamos no es confirmar el deseo, sino encontrar un sentido conmovedor más profundo. Algo que sacuda la rutina, que despierte la piel y el alma. La infidelidad femenina no busca cantidad, sino intensidad. No acumula: elige.

Las redes sociales transformaron la validación en un deporte. Los “me gusta” y los emojis de fuego son pequeñas ofrendas digitales, migajas de deseo que no tocan el cuerpo pero lo agitan igual. Son la infidelidad simbólica del siglo XXI: no hay contacto, pero hay pulsión; no hay sexo, pero hay insinuación. Un modo de mantener encendida una llama que ya no calienta, sólo ilumina el vacío.

No creo que la infidelidad sea un error. Es más bien un síntoma. El reflejo de un deseo contemporáneo que se alimenta de la novedad y se asfixia en la rutina. Vivimos rodeados de estímulos, pero lo que buscamos —casi siempre— no es otro cuerpo, sino volver a sentirnos vivos.

Tal vez no somos infieles a la persona que tenemos al lado, sino al aburrimiento. Y en esa necesidad de fuego constante, seguimos soplando brasas ajenas para no mirar las nuestras, que se apagaron hace rato.

1 COMENTARIO

  1. Valientes las personas que sintiéndose apagadas en un relación , tienen el valor de darse cuenta que la vida se va y no la están disfrutando. Por el solo echo de seguir mandatos impuestos .

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