InicioCómo te la cuentanIngenieros del Caos

Ingenieros del Caos

Publicado el

Por Rodrigo Fernando Soriano.

¿Y si el caos no fuera accidente, sino diseño? Vivimos en un tiempo donde la provocación se volvió método y la irracionalidad, estrategia. Donald Trump llegó a la presidencia del país más poderoso del planeta a fuerza de tweets incendiarios; Bolsonaro jugó a ser el mesías del machete mientras el Amazonas ardía; Milei convirtió una motosierra en símbolo político; y en Bolivia, Rodrigo Paz Pereira promete reinsertar su país en el mapa del poder global. ¿Y si todo eso —la rabia, la desmesura, la puesta en escena— no fuera voluntad popular, sino un guion escrito por manos invisibles que aprendieron a programar nuestras pasiones?

Vivimos donde el caos no es un accidente, ni siquiera una fuerza natural de las cosas. Es una orquestación estratégica. El ensayo en que me baso para escribir esta nota es “Ingenieros del Caos” de Giuliano Da Empoli, que me ha dejado sin palabras. Detrás de cada tweet polémico, de cada discurso que parece espontáneo, hay matemáticos del odio, físicos de la emoción y programadores del miedo. Lo que antes eran pasiones políticas hoy son datos. Y mientras creemos elegir, alguien mide cuántos segundos tarda nuestro enojo en volverse algoritmo.

Lo política, según Da Empoli, es un carnaval. De los personajes que antes nos reíamos, hoy son presidentes. Detrás de ese carnaval se encuentran los ya tan temidos algoritmos. Y preceden a éstos personas sumamente estudiosas que planifican junto con el Big Data para que el circo nunca pare. La idea central es esta: el caos vende. Y estas personas aprendieron a venderlo mejor que nadie. 

Así podemos reconocer figuras como Steve Bannon, que se reconoció como un soldado en la “batalla cultural” para hacer explotar occidente desde adentro. Sostiene que la globalización corrompió a los líderes políticos. Él es el que sostiene que para liderar primero debe darse batalla a la cultura, porque es la propia cultura que está primero antes que la política. Hasta ahora, mal no le fue.

Otro es Gianroberto Casaleggio, quien diseñó el primer partido exitoso de outsiders digitales del mundo: Movimiento 5 estrellas de Italia, hoy con representación en el parlamento italiano. Todo su modelo se basa en data, feedback digital, y una supuesta ausencia de ideología. Muestra lo que el usuario quiere, porque es propietarios de lo datos de cada persona. Usa el sesgo de confirmación en su máxima expresión. Cada clic, cada comentario, cada hate que efectuamos en redes, es una demanda política.

Dominc Cummings, es el genio del mal detrás del brexit. Fue precursor de dejar de contratar politólogos, y empezar a emplear ingenieros para las campañas políticas. Su fin era segmentar a los votantes. Logró mandar mensajes personalizados a cada votante, logrando un éxito arrasador.

También, encontramos figuras como Milo Yiannopoulos, un influencer británico que logró su fama básicamente por ser muy bueno en “hatear” (insultar en redes). En este mundo si alguien logra el enojo del sector progresista es un éxito asegurado. Cada mensaje será de gran repercusión digital. 

No nos olvidemos de Arthur Finkelstein, un asesor de campaña que ideó la teoría de que creer en lo absurdo es una muestra de lealtad. Inventó una formula que pregona lo siguiente: “Nosotros contra ellos, siempre”. Quizá sea familiar esta frase.

Entonces, no podemos afirmar que hubo una “avanzada” genuina de la derecha. Sino que hubo personas poderosas que estudiaron a cada individuo como si fuera un target de publicidad para poder diseñar estrategias que moldean hoy la política en el mundo. Saben a quién queremos, a quien odiamos, y a quien culpamos de todos nuestros males. Y si decidimos dejar de lado a nuestro candidato, justo nos llega ese meme, esa polémica, ese mensaje que nos llena de pasión y emoción para volver a rendirle lealtad a quien creemos que nos representa. Porque cuando sucede eso, compartimos. Mandamos ese meme a nuestro amigo en un grupo de Whatsapp, lo subimos a nuestras historias de Instagram, o lo citamos en X. Compartir da viralidad, hace más amplio el mensaje. No buscan llegar a un consenso, buscan generar enojos.

El mundo hoy se encuentra en una -podríamos llamar- paradoja: Todo es caótico. Nada es planeado. Lo cotidiano es tener noticias que antes parecían sorprendernos. Hace diez o veinte años si decíamos que un presidente estaría recorriendo las calles de la ciudad con una motosierra a cuestas, inmediatamente desecharíamos el mensaje por inverosímil. Por el otro lado, hablamos de ingeniería. El arte de la aplicación práctica de la ciencia, la búsqueda de la solución y el orden. El caos es la ausencia de estructura, la materia prima del nihilismo. Al fusionar ambos términos, Da Empoli nos presenta una nueva política. Ya no es el arte de lo posible como nos enseñaba Aristóteles, sino que podríamos decir es una ciencia de lo imposible: Imposible que un presidente pueda realizar maniobras que podrían llegar a considerarse delictivas en sus redes sociales; imposible que una persona pueda usar cuatro abrigos en primavera en Argentina. Imposible que una presidente de extraña jurisdicción nos condicione el sufragio.

Es que la ideología, término que hoy solo puede ser usado con connotaciones negativas, se convirtió en emoción pura. Si tenemos una ideología, no somos tenido en cuenta. Pero si accionamos desde la emoción, el desenfreno, la pasión, seguramente seremos escuchados. El mensaje de la emoción es más soluble ante el valladar de la ideología contraria. Generar permeabilidad en el otro. 

Todo esto es aprovechados por quienes tienen el monopolio de la información. Eligen qué mostrarnos. Creemos que lo que nos aparece en nuestros dispositivos móviles son aleatorios. Escuchamos a nuestros compañeros de trabajo pensando que son opiniones formadas, y no meras repeticiones de algún que otro tweet que leyó la noche anterior antes de acostarse. Estamos ante el triunfo de la post-verdad, que no es solo la mentira, sino la indiferencia calculada ante la distinción misma entre verdad y falsedad. Nos encontramos ante un ecosistema ideal para la viralización de un relato impuesto.

Las redes sociales se han convertido en laboratorios de manipulación emocional a cielo abierto. Lo que parece espontáneo, suele estar perfectamente calibrado para producir rabia, miedo o identificación. Cada reacción es un dato; cada dato, una herramienta; y cada herramienta, un arma. Los nuevos “ingenieros del caos” no llevan banderas, sino dashboards. No redactan manifiestos: diseñan engagements.

Da Empoli no escribe sobre política, sino sobre una mutación antropológica: la conversión del ciudadano en usuario, y del voto en clic. Una democracia programada por métricas, donde el caos ya no es lo imprevisible, sino lo necesario para mantenernos mirando la pantalla. Y lo peor es que funciona: el caos da clics, y los clics son poder.

Incluso, hasta hemos cambiado la forma de escribir. Usamos oraciones cortas. La respuesta debe ser inmediata. No existe espacio para aclaraciones, ni explicaciones. La idea debe ser enunciada sin fundamentar. Hasta en los medios audiovisuales cambiaron la manera de comunicar. Debe ser un impulso rápido, claro y conciso que pueda ser editado en escasos segundos para generar el “clip”. 

Así, el líder político que mejor se amolde a ello será el ganador. Sólo basta ver a Trump con una gran imagen levantando su puño luego de sufrir un intento de atentado. La fotografía es espectacular. No importa que ideología, ni que mensaje, ni que planes de gobierno tenga, esa fotografía puede hacer tambalear hasta el más férreo de los demócratas. 

La tesis de Da Empoli nos obliga a mirar más allá de los líderes histriónicos. Nos insta a reconocer que la crisis no es de personalidad, sino de estructura. El verdadero peligro no es el histrión en el estrado, sino el operador en las sombras que, utilizando el Big Data, atomiza la sociedad, destruye el terreno común del debate y convierte la complejidad del mundo en una serie de memes binarios y polarizantes. La política se reduce a un reality show permanente, un espectáculo donde la participación cívica se confunde con el engagement digital.

Si los algoritmos premian la estridencia y el antagonismo, estamos condenados a un perpetuo estado de guerra civil virtual. La única respuesta pasa por un acto de resistencia intelectual: reapropiarnos de la lentitud de la lectura, del rigor del análisis y, sobre todo, del valor de la verdad, no como un dogma, sino como el único cimiento posible para una vida en común. De lo contrario, seguiremos siendo los rehenes de un caos que no es espontáneo, sino, terroríficamente, de diseño.

5 COMENTARIOS

  1. Cómo decía Foucault, «El poder se ejerce» y los Ingenieros del Caos encontraron otra beta para seguir dominando y manipulando a las sociedades. Hoy es un acto Revolucionario y de Resistencia, defender los valores éticos que nos permitieron ver al otro como un igual y no como un holograma.
    Sigo pensando que la política es el arte de lo posible, a pesar de los Trump, Miley, etc. Creo que es posible generar el cambio a través de un pensamiento crítico y humanista.
    Excelente nota, Rodrigo, cómo siempre.

  2. Rodri, me encantó la columna, y creo que no se trata de una lucha, en el sentido de guerra civil virtual, pero si por el lado de la resistencia intelectual que nombras, porque al fin de cuentas es desde ahí que lograremos adquirir otro estado de conciencia en nuestra relación con la tecnología. «Estamos ante el triunfo de la post-verdad, que no es solo la mentira, sino la indiferencia calculada ante la distinción misma entre verdad y falsedad. Nos encontramos ante un ecosistema ideal para la viralización de un relato impuesto.» Está frase me pareció muy buena, y me hizo pensar, que de donde tenemos que salir es de la desidia.

Responder a Rodrigo Cancelar respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

últimas noticas

La rebelión de las masas

Por José Mariano.  El hecho característico del momento es que las masas han ingresado a...

La república de los desencantados

Por Tomás Anchorena.  No hay justicia donde el poder se vuelve su propio fin. Cicerón. Cicerón imaginó...

El silencio de la justicia

Por Fernando M. Crivelli Posse.  Donde la ley se detiene ante el poder, la República...

La Ideología de desinformar y sus consecuencias

Por Enrico Colombres. Vivimos inmersos en una época que confunde información con conocimiento y saturación...

Más noticias

La rebelión de las masas

Por José Mariano.  El hecho característico del momento es que las masas han ingresado a...

La república de los desencantados

Por Tomás Anchorena.  No hay justicia donde el poder se vuelve su propio fin. Cicerón. Cicerón imaginó...

El silencio de la justicia

Por Fernando M. Crivelli Posse.  Donde la ley se detiene ante el poder, la República...