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El Carnaval de las Vanidades

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Por Daniel Posse. 

La hipocresía exterior, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política.

Francisco de Quevedo.

La política académica y universitaria argentina a menudo se presenta como un ámbito regido por la meritocracia, la excelencia y el compromiso social. Sin embargo, una mirada más atenta revela un profundo pozo de hipocresía que socava estos ideales.

La hipocresía estructural

El discurso de la inclusión vs. la realidad de la cúpula.

Se pregona la universidad como un espacio abierto e inclusivo, promotor de la movilidad social y la diversidad. No obstante, las estructuras de poder (decanatos, rectorados, consejos superiores) suelen estar rígidamente controladas por círculos endogámicos y facciones políticas que se perpetúan a sí mismas. Quienes exigen “más democracia” en la sociedad operan con lógicas internas de clientelismo y pacto de élites, donde la trayectoria personal muchas veces pesa menos que la filiación política o el contacto adecuado.

La excelencia declarada vs. la comodidad burocrática.

Existe una constante reivindicación de la “alta calidad” de la investigación y la docencia. Sin embargo, en la práctica, las designaciones de cargos docentes y las promociones a menudo priorizan la lealtad por encima del desempeño académico o la producción científica de vanguardia. Esto configura una doble moral: se condena públicamente el acomodo mientras se lo utiliza privadamente para asegurar la permanencia y el avance propio o de los allegados. Pero cuidado: quienes hablan de esto y lo cuestionan muchas veces terminan reproduciendo lo mismo.

El compromiso ético vs. la búsqueda de recursos.

La universidad se erige como faro de la ética pública y la crítica social. Sin embargo, la intensa competencia por recursos económicos (subsidios, convenios, fondos para investigación) lleva a los actores académicos a silenciar críticas o flexibilizar principios al interactuar con el sector privado o el poder político de turno. El discurso de la autonomía se mancha cuando la necesidad financiera empuja a la dependencia y al oportunismo.

El espejo societal y el vacío

La hipocresía se manifiesta en la disociación entre los valores elevados que la universidad dice representar (transparencia, mérito, igualdad) y las prácticas reales de su establishment político (nepotismo, inmovilismo, cálculo estratégico). Esta brecha no solo desmoraliza a las nuevas generaciones, sino que debilita la legitimidad social de la institución.

Claro está: las excepciones existen, pero no son el común denominador. El concepto de política es absorbido por el partidismo y el gregarismo ideológico, diluyendo la supuesta diversidad en una suerte de espejismos voraces. Esta dinámica, común en universidades públicas, también se observa en muchas privadas, cuyo estatus suele cuestionarse debido a exenciones impositivas o subsidios estatales. No se trata de una supuesta autonomía, sino de su inserción en engranajes empresariales que, en más de un caso, se vinculan a grandes negociados. No son todas, pero si hiláramos fino, nos llevaríamos grandes sorpresas.

Todo fluye en un ir y venir de egos grandilocuentes y hambrientos que terminan por consumirse en una ilusión frente a sus propios reflejos. Esos reflejos son ecos vacíos de antecedentes, a menudo sustentados por plagios disimulados o por contenidos que a nadie interesan realmente. Quienes observan miran hacia otro lado para evitar confrontaciones o futuros perjuicios.

Se evidencia un desfile atroz de vanidades que pululan en una búsqueda caníbal de fama y supuestos triunfos, cuyos protagonistas rara vez son recordados por la sociedad o por el propio ámbito académico una vez que se marchan. Todo se transforma en un festivo ir y venir carnavalesco que deviene parodia circense, anidando en una feria que engulle y reduce los ideales y los valores a meros simulacros.

Muchas universidades privadas, además, viven de exenciones impositivas o subsidios del Estado y hacen creer a sus asistentes que, porque pagan una cuota —que no suele reflejarse en los sueldos docentes—, eso las vuelve mejores.

En el prisma de la miopía

La hipocresía en la política universitaria argentina no es una anomalía, sino un reflejo nítido y concentrado de la miopía de la sociedad actual. Si la universidad —templo del pensamiento crítico y la ética— prioriza la lealtad clientelar sobre el mérito y se enreda en juegos de poder, es porque imita la lógica que domina la esfera pública.

Existe una miopía de valores: nos escandalizamos por la corrupción, pero celebramos la “viveza criolla” y toleramos el acomodo en pequeña escala. También hay una miopía temporal que prefiere la ventaja inmediata (un cargo, un subsidio) al beneficio de largo plazo (la calidad institucional, la excelencia).

La universidad, al replicar estas dinámicas, traiciona su rol de faro moral. Se convierte en un espejo que nos devuelve la imagen de una sociedad que, aunque exige transparencia y excelencia a sus instituciones, está demasiado cómoda con las trampas de su propia conveniencia. Entonces, ¿por qué habría de sorprendernos que la clase política o la supuesta “casta” actúe diferente, si muchos se forman en esos ámbitos, incluido el poder judicial?

Como ya lo sentenció Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache, que retrata la “desigualdad de la igualdad” al nivelar los valores hacia abajo:

“¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor.”

Para cerrar, otra frase de Milán Kundera, que se refiere a los políticos, pero que también describe a quienes transitan los claustros académicos:

“La máscara, sobre la máscara, sobre la máscara. Para el político no hay otra vida que la pública. No tiene vida privada, no tiene otra cara. Se ha comido su propia cara.”

 

28 COMENTARIOS

  1. La nota funciona como un espejo incómodo: desnuda cómo la universidad argentina repite las mismas lógicas que después criticamos en la política, no se queda en el diagnóstico moral; apunta al mecanismo de fondo: el reemplazo del mérito por la conveniencia, de la ética por el cálculo y de la vocación por la vanidad. Es un texto que incomoda porque revela que el problema no está afuera, sino adentro del propio “templo del pensamiento crítico”

  2. Existe como sociedad una miopía de valores y la universidad como espejo de una distorsión cultural y de valores que invita a la reflexión como está nota. El asunto es que se perdieron también construcciones de valor de la palabra «Política».

  3. Excelente nota….. Tenemos ceguera social….. Nuestra educación (primaria, secundaria y universitaria) los docentes dejan mucho que decir, no saben lo que es la ética….
    FELICIDADES ME GUSTA MUCHO DESDE EL PUNTO QUÉ LO PODES VOLCAR AL PAPEL….. ÉXITOS QUE BIEN MERECIDO LO TENES

  4. ¡Tan bien expresado! Aplaudo tus palabras, con el claro convencimiento que es lo que casi todos pensamos y si bien algunos levantan su voz, la mayoría se llama a silencio, por las consecuencias que puede tener.
    Te mando un fuerte abrazo y mis sinceras felicitaciones.

  5. Como siempre, mí querido amigo es un placer leer todo lo que escribís, y como plasmas la realidad actual de nuestras instituciones educativas ( escuela primarias, secundaria y universitaria) y como se fue distorsionando el verdadero objetivo, que era la educación, la formación académica que x muchos años fue de excelencia y ahora es como la letra de la canción Cambalache, como mencionaste, es una lástima 😞 Muy buena descripción de nuestra educación 👍🏻

  6. Lamentablemente la política hizo que la Univerdidad al menos en la UNT perdiera su rumbo.Antes donde la investigación para producir conocimento era bandera ahora replicamos vagos conocimientos adquiridos como podemos porque nuestros sueldos son tan paupérrimos que poco podemos perfeccionarmos.Viví la otra UNT siendo estudiante de arquitectura y vivo hoy la UNT siendo docente de la de misma.La falta de respeto de las autoridades por los pares que no son proclives a poner el voto que suelen poner en el bolsillo cuando son las elecciones quita toda posiblidad de comunicación y de crecimiento conjunto.»Me das… te doy» bajo este lema padecemos hace años la docencia al menos en la unidad académica de la cual no puedo decir formó parte. Los estudiantes padecen lo antiguo de la forma en que se imparte la enseñanza…pero si en tu unidad académica no hay Internet en la aulas estamos hablando de decadencia.

  7. Excelente nota!
    La Universidad es la institución que mayor conocimiento brinda a la sociedad. Quienes egresan de ella pertenecen a una élite y son los herederos naturales de los puestos de liderazgo.
    Pareciera ser que nadie quiere abordar el tema que escribiste. La hipocresía está ganando por el momento.

  8. Muy fuerte columna, tiene un semblante enriquecedor, fusionada con una realidad preocupante.. Palabras justas La máscara, sobre la máscara, una cosa cierta, esas máscaras siempre de fondo siguen viendo sus vidas solamente.
    Muy buena percepción. Daniel. Felicidades.

  9. Excelente y descarnada nota donde devela interpelando la degradada vida universitaria.Es asi !!dentro de sus claustros feudos se ha enquistado lo peor de la politica. SIN embsrgo HAY quienes hicimos docencia extension.investigación y gestion,rendimos concursos,fieles a ideales convicciones.Casi invisibles para el poder pero no para los alumnos ¡¡Gracias Daniiel!!

  10. Excelente Nota.
    La universidad como cualquier institucion publica es un ambito habitados por hombres y por lo tanto perfectible. En este contexto que atravesamos como pais, tambien es importante entender que la universidad se la hace entre todos y que es un espacio de todos.
    Igual es sorprendente la claridad de tu pluma. Gracias Daniel

  11. Hace unos años, bajo un gobierno neoliberal, una docente me echó del aula y me dijo que la universidad ya no era para hijos de obreros. Esa misma docente dio clases en la Facultad de Filosofía y Letras durante años, exluyendo. En ámbitos donde prevalecen discursos e idiologías empáticas, también hay violencias.

  12. Excelente nota mi querido amigo!!! Una verdad incómoda que tiene que decirse aunque los miedos a represalias siempre están. Felicito a los docentes fieles a sus principios en su vida vida privada y pública, que aportan a diario a la excelencia en la educación. Felizmente conozco a muchos así… y lamentable también a algunos de los otros.

  13. Un análisis profundo y real de la gestión y funcionamiento de nuestras universidades.
    El ser humano es tan necio que prefiere acostumbrarse a la ignorancia de ser oprimidos
    Desde hace un tiempo que no hay meritocracia, no hay excelencia y no hay compromiso social. Sólo ver el informe estadístico del lugar que ocupan nuestras universidades en el mundo. Son recetados que agiornan las caretas de las autoridades y algunos docentes de las universidades.
    Lo plasma con excelencia en este párrafo:»La hipocresía en la política universitaria argentina no es una anomalía…».
    Nuestras universidades deben construir nuevos sustratos de financiamientos. Transformaciones y reformas internas. Es lo que el mundo les está exigiendo.
    Universidades centradas en y para los alumnos.
    Adelantarse y fíjate posiciones en el futuro de los estudiantes.
    Financiamiento desde una gestión ética y transparente para asegurar la sostenibilidad y el desarrollo de las Universidades públicas y privadas.

  14. Un buen ensayo sobre la política universitaria, con ese don que tienes para la crítica serena y valiente, sin ocultar los puntos débiles.
    Sobre el particular distingo, como egresado de la Universidad de Buenos Aires y de universidades privadas en posgrados. Tengo la impresión que hace falta un gran esfuerzo para la verdadera democratización de las universidades tradicionales (publicas o privadas) y sobre todo en las facultades humanísticas , en dónde la injerencia de la política partidaria, la afinidad ideológica o el amiguismo parecen más fuertes que en carreras técnicas y médicas. Al mismo tiempo, en lo económico levantar la bandera de la transparencia, para evitar casos como los de la UNT (rector y secretarios de obras en juicio por manejos turbios de propiedades y dineros) que desprestigian el quehacer académico. Para ello: valentía y tomar las críticas, sin enceguecerse ni justificarse en «la ideología» o en «la política». Volver a los valores que dieron nacimiento a la gran universidad pública argentina.

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