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LA ARENA DE LOS ESPEJISMOS

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Por Daniel Posse.

«Mientes tan bien que hasta tú te lo crees», o que hay que tener buena memoria para sostener una mentira, y que la mentira más común es engañarse a uno mismo.

Fiodor Dostoievski.

La arena era el elemento definitorio en los espectáculos públicos de la antigua Roma, sirviendo como el campo de batalla brutal y el escenario central de la lucha circense. Esparcida sobre el suelo, su función principal era la de absorber la sangre derramada por los gladiadores, los animales sacrificados y los condenados a muerte, manteniendo la superficie relativamente transitable y ocultando parcialmente la carnicería a la vista del público. Este manto rojizo no solo era una necesidad práctica, sino un símbolo potente del espectáculo sangriento, transformando el espacio en un lugar sagrado y profano donde la gloria, la agonía y el destino se encontraban bajo el rugido de la multitud.

La arena que alguna vez fue el escenario para la sangrienta verdad del Coliseo, hoy se reencarna metafóricamente en el espacio literario: un vasto y polvoriento circo donde el verdadero combate es contra el olvido, pero la batalla se libra con mentiras y egos inflados. Los escritores, cual gladiadores modernos, se visten de supuestos logros y trayectorias impecables, armando con retórica y auto-bombo un espacio de ilusión donde todo parece grandioso. Claro que en algunos casos es entendible —quizás sea el mío— porque entendí que necesito del marketing y la comunicación para poder vender. Asumí hace mucho tiempo que soy una suerte de fariseo, y ese lugar a mí me complace. También existen los supuestos puristas a quienes esto les molesta porque cuando lo hacen ellos, nadie los mira, ya sea porque cosechan lo que sembraron o porque su aspecto puede ser desagradable (cuestiones de luz, de edición, de lo que dicen, o porque se ve la falta de higiene).

La cruda realidad yace justo bajo esta superficie: el «éxito» que pregonan se sostiene sobre pilas de libros que no se venden. Sus eventos, presentaciones y encuentros son el equivalente a una munera (eventos de combate de gladiadores financiados privadamente que buscaban entretener al público y validar la posición social del anfitrión) para unos pocos iniciados, donde siempre desfilan los mismos rostros y la misma cohorte de amigos leales. Peor aún, en esta arena del ego, la mentira suprema es la soledad intelectual: apenas si se leen entre ellos. Cada escritor está tan absorto en pulir su propia armadura verbal y en asegurar que su voz retumbe, que la lectura genuina del trabajo del otro se convierte en un acto de traición a su propia necesidad de validación.

Así, la arena se convierte no en un lugar de absorción de sangre, sino de absorción de tiempo y energía en el vano intento de sostener la ilusión de una audiencia, un mercado o una relevancia que es, en esencia, tan efímera y delgada como la capa de arena que oculta el sucio suelo del circo. Por eso crean una y otra vez la ficción de que el sello literario que fundan es selectivo para editar solo a quienes consideran únicos, talentosos e irreemplazables. Cuando ven que necesitan vivir de esto, crean otros sellos y, dependiendo de la consideración o del canon ficticio que ellos manejan, es con el que te publican, donde por lo general, todos los escritores deben poner dinero, como en cualquier sello editorial de servicios. Claro que me parece importante definir cuestiones técnicas y de calidad, pero no creo que ese sea el verdadero sentido de lo que hacen. Creo, por lo menos para mí, que es una cuestión de ejercicio de poder, de un poder ficticio que creen tener, porque al fin y al cabo, a muchos de los eventos que realizan casi no asiste público.

Los libros terminan por estar acumulados en estantes, donde nadie los lee ni los consume. Es muy extraño porque intentan ganar dinero, pero viven encriptados, en una suerte de rebaño gregario, donde todos terminan viéndose a sí mismos, porque no registran la otredad. Es raro en un territorio que busca consolidarse en la periferia como parte de la industria cultural, y esa industria necesita que sus bienes culturales se consuman.

Es verdad que debemos decir y aclarar que mucha de la producción literaria del NOA es mala o de mala calidad, no posee un trabajo de reescritura o corrección, que muchos de los que producen ni siquiera leen; por lo tanto, sus destrezas a la hora de escribir son mediocres. Y esos mediocres, como los supuestos sabios, ambos navegan en la ceguera de egos inflados, de sueños vanos o de espejismos brillantes, solo para ellos mismos. Como no soportan el ninguneo continuo o la supuesta invisibilización, entonces crean un alud de eventos, uno tras otro, superpuestos, a veces con la misma fecha, lugar y horario, y con la avalancha de certificados creen que vivieron su momento de gloria. Eventos que cuando no les queda lugar en un territorio, buscan otros.

Perdón, no digo todos. Hay muchos que sí sirven para escucharse, verse, conocerse y tejer redes, que al final es lo único que puede hacer la diferencia a la hora de ser visible. La pregunta que me hago, si es que es válida, es: ¿qué pasa con el público común, el que compra libros? El que si asiste a las presentaciones y llena los espacios, que de por sí son pocos en los que sucede. O cuando esos escritores, en la mayoría de los casos, van como una manada a ver qué pueden criticar, a quién pueden despedazar, o qué pueden comer o beber gratis. Aclaro, no son todos, pero sí es una moneda bastante común. Digo, todo esto funciona como una metáfora y analogía cruda de lo que sucede en un ambiente que debería ser de otra forma, porque supuestamente trabajan con la sensibilidad. Sé que me dirán que esta cuestión pasa en todos los ámbitos, que no es algo que solo ocurre entre los escritores, que en el mundo artístico los egos resplandecen en luces ficticias. Pero en la literatura, quizás la más pobre de las artes, y la más esencial, esto desencanta, abruma y decepciona.

Quién no recuerda a ese o esa escritora que, antes de decir —»hola»—, repite la cantidad de libros que ha publicado, como si eso fuera una sinonimia de calidad y venta. Y peor aún, a esos que despotrican contra el mercado, pero que hace años que venden hasta el alma. Todo este flujo se esparce por una arena sangrienta y cruel, donde la mayoría parecen aves de carroña que, incluso, esperan desesperados, surcando las redes y el mundo digital, para amargarse cuando ven a un conocido que fue entrevistado o ganó un premio. Donde buscan entre líneas qué pueden destruir. Tanto uso de la palabra en vano. Tanto uso fértil de la imaginación que no se potencia en un proceso creativo.

Quizás el camino no sea solo ser escritores, sino ser mentores. Enseñar, intercambiar, tener la humildad de aprender de verdad, de enseñar de verdad, más que sentirse jueces de un tribunal que a muchas veces a nadie le importa. Quizás el camino sea convertirse en mentores además de editores, y abandonar la descalificación, porque esos comportamientos hacen de un territorio que se retroalimente en esos vicios, sin poder salir jamás de un círculo vicioso, pero que a pesar del tiempo y de los esfuerzos, sigue habitando la periferia, que hace que no se pueda salir de ese lugar. Ni qué hablar de los que después logran ocupar un espacio de funcionario público, que solo busca realizarse a sí mismo o a su par de amigos o amigas. Es verdad, no son todos; existe una minoría que busca hacer la diferencia, y ellos son los que me empujan, en silencio, a decir esto.

Quizás la única forma de escapar de esta arena de egos y espejismos no es fingir la grandeza, sino aceptar la humildad del trabajo en sí. Como dijo el poeta Rainer María Rilke: «No busques ahora las respuestas, que no se te pueden dar porque no podrías vivirlas. Y de lo que se trata es de vivirlo todo. Vive ahora las preguntas.» La verdadera trayectoria literaria no reside en los aplausos vacíos ni en los libros no vendidos, ni siquiera tal vez en los que sí se venden, sino en la fuerza silenciosa de vivir, escribir y enfrentar las preguntas difíciles de la propia obra, dejando de lado el circo para enfocarse en la página en blanco. Pero a la vez que maravilloso es poder vivir de lo que uno ama hacer.

Claro que esto implica, por lo menos para mí, aceptar por qué uno escribe, para qué lo hace, para quién lo hace, domar el ego, entender que, por lo menos en mi caso, y no me atrevo a hablar por otros en esto: busco el reconocimiento, ser leído y vivir de mi pasión, que es escribir.

24 COMENTARIOS

  1. Excelente nota, Daniel. Es cierto, hay mucho ego en el mundo literario. Conozco escritores buenísimos que tienen algo muy importante, que es la humildad y otros que no son tan buenos pero les sobra el ego. Encontramos de todo en la Viña del Señor. Abrazo.

  2. Reflexión corta:
    La nota muestra cómo muchas veces nos dejamos engañar por promesas vacías que suenan bien pero no cambian nada. Es como caminar sobre arena movediza: parece firme hasta que te hundís. Invita a no comprar espejismos y a exigir coherencia entre lo que se dice y lo que realmente se hace. Cómo quien dice, pan y circo

  3. Alguna vez hablamos sobre este concepto «la vanidad de los escritores». Sobre la calidad de la literatura del NOA, sacaría NOA para separar Tucumán y Santiago de Salta y Jujuy. En estas últimas dos provincias se da una auténtica tradición de grandes escritores como Héctor Tizón (candidato al premio Nobel) , Libertad Demitrópulos , José Murillo, una gran tradición de literatura oral y escrita reconocida por el mismísimo Ricardo Rojas, que arranca en la lucha por la independencia. Revistas históricas que marcaron época como Tarja, con notorios ensayistas. La primera novelista sudamericana como Juana Manuela Gorriti, anterior a Mármol y Hernández. Grandes poetas como Raúl Galán , Domingo Zerpa y Choquevilca. Y una hermosa tradición de coplas rescatada por Juan Alfonso Carrizo que está muy viva, oral, cantada y escrita. Al estar lejos del circuito comercial porteño, no trasciende, aunque haya escritores Salteños y jujeños en la Academia Argentina de Letras

    • Totalmente de acuerdo con vos querido y admirado amigo escritor y académico. Es un largo debate porque no lo grabaremos cambiar la matriz si no actuamos con coherencia en conjunto dejando la ceguera y sordera del ego. Abrazos

  4. Te doy la mano querido Dani,todo eso lo viví en mi ciudad,con gentes egoístas ,q creen q solo sus palabras son válidas,pasa en todo el hambito del arte , ya ni se trata de un sentimiento puro,se trata de cagarse en el prójimo.

    • Asi es amigo. Yo lo sufrí. Ya no me pasa porque juego en otros ámbitos. Lo gracioso es que esos que me intentaban invisibilizar son los mismos que hoy me palmean y luego me calumnian, pobres. Claro que el precio que pagué fue la del dolor profundo del desarraigo. Abrazos

  5. Hola mi querido amigo Daniel escritor y poeta,muy elocuente y acertado tu editorial de Las Arenas del Espejismo,describe perfectamente la actualidad de este circo cotidiano en el que tenemos que sobrevivir muy a pesar nuestro, desgraciadamente, por qué es el mundo en el que no toca vivir,y muchas veces con la mascara de la hipocresía para estar a tono con este circo al que tapan las arenas del cinismo económico y político que obliga a gran parte de la sociedad a ser titeres o arlequínes mendicantes de los que dicen tener el poder pero que no satisfacen a ese pueblo esclavizado y humillado por sus apetencias políticas y economicas. Espero no haber abusado de tu tiempo mi querido amigo Daniel,sera hasta pronto, te mando un gran abrazo 🫂

  6. Daniel tu texto es una sacudida honesta, de esas que incomodan porque dicen en voz alta lo que muchos murmuran (o piensan en silencio mientras aplauden). El comentario que emerge no es el de un juez, sino el de alguien que conoce la arena desde adentro, que se reconoce parte del circo y aun así se anima a correr un poco la lona
    Te felicito

  7. Como siempre que leo tus escritos, Daniel me dejas asombrada con la lucidez de tu mirada analítica. Comparto lo que dices. Y te confieso que yo aspiro a que mis textos se lean. Tal vez, sea muy ambiciosa. La arena del circo literario suele ser muy traicionera.

  8. La arena de los espejismos habita mucho en la literatura. Allí, donde algunos escritores se miran a sí mismos como si fueran oasis, confunden brillo con profundidad y eco con voz propia. Caminan sobre dunas que ellos mismos levantan, creyendo que su sombra basta para iluminar al mundo. Pero la arena no miente: todo espejismo se desvanece cuando llega el viento. Solo queda en pie quien escribe para ver, no para ser visto.

  9. De egos inflados y personas toxicas me alejo,y si disfruto yendo a escuchar a mis colegas, si creo en la reciprocidad.Escasea la gŕandeźa de la humildad pero no todo esta.perdido Coincido con tus reflexiones

  10. Muy buena exposición tuya, Quizás la única forma de escapar de esta arena de egos y espejismos no es fingir la grandeza, sino aceptar la humildad del trabajo en sí. Tremendas palabras Daniel. Felicidades

  11. Querido Daniel : Lo importante cuando uno escribe es tener algo para decir . Es verdad que a veces uno lee cosas que parecen bonitas y académicas y en realidad cuando las analiza no dicen nada . También es cierto que no todos los escritores escriben para que sus libros se compren sino para dejar una verdad que el tiempo se encargará de descubrir …. O no . Nadie es profeta en su tierra y yo le aumentaría “ni en su tiempo “ .

  12. Estimado Daniel. Tu editorial es una interpelación profunda del accionar de ciertos escritores sobrevaluados por sus gigantes EGOS.
    Acuerdo con lo que dices. Gracias por tu humildad, honestidad y tu creación bella desde el poder de la palabra.

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