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El futuro del dinero: ¿Adiós al efectivo, hola al control digital?

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El mundo financiero está atravesando una transformación acelerada con la digitalización del dinero. Mientras los bancos centrales impulsan la creación de monedas digitales (CBDC, por sus siglas en inglés) y las transacciones en efectivo disminuyen, surgen interrogantes sobre el verdadero impacto de esta transición. ¿Estamos ante un avance que facilitará la inclusión financiera o ante una nueva arquitectura de control estatal sobre la economía y la vida cotidiana?

Del efectivo a la moneda digital: el cambio en marcha

El uso de efectivo está en declive en varias partes del mundo. En países como Suecia, menos del 10% de las transacciones se realizan con billetes, mientras que en China, las aplicaciones como WeChat Pay y Alipay han desplazado casi por completo el dinero físico. Los bancos centrales han tomado nota de esta tendencia y han comenzado a desarrollar sus propias monedas digitales, como el yuan digital en China, el euro digital en la UE y los proyectos piloto del dólar digital en EE.UU.

Si bien estas monedas prometen eficiencia y seguridad, también generan preocupaciones sobre la pérdida de anonimato en las transacciones y el poder que los gobiernos podrían ejercer sobre el sistema financiero.

Tecnología y control: el dinero como herramienta de vigilancia

El filósofo Byung-Chul Han advierte que “la digitalización no solo optimiza el sistema, sino que lo convierte en una red de vigilancia total”. En este sentido, las monedas digitales pueden transformarse en mecanismos de control sin precedentes, donde cada transacción queda registrada y puede ser monitoreada en tiempo real.

China ofrece un ejemplo claro de este fenómeno. Su sistema de crédito social, que combina datos bancarios, redes sociales y comportamientos ciudadanos, asigna puntajes de confiabilidad que pueden determinar el acceso a préstamos, empleos o permisos de viaje. En este contexto, una moneda digital programable permitiría al Estado imponer restricciones automáticas en el uso del dinero, como bloquear compras de ciertos bienes o aplicar impuestos en tiempo real.

El economista Richard Werner advierte que la digitalización del dinero otorga a los bancos centrales un nivel de control sin precedentes. “Con una CBDC, el Estado no solo puede rastrear cada transacción, sino también condicionar su uso. Si un gobierno decide limitar el consumo de carne o gasolina, podría hacerlo a través de restricciones en los pagos digitales”.

El sociólogo Zygmunt Bauman, en su análisis sobre la sociedad de control, advertía que la tecnología no solo permite gestionar la economía, sino que también redefine las relaciones de poder. Para Bauman, el paso de un mundo analógico a uno digital ha transformado a los ciudadanos en “seres transparentes”, donde cada acción puede ser predecida, regulada y eventualmente censurada.

¿Hacia el fin de la autonomía económica?

Uno de los argumentos más inquietantes es la posibilidad de que las monedas digitales permitan la aplicación de políticas de ingeniería social. En tiempos de crisis, los gobiernos podrían programar vencimientos en los saldos digitales para obligar al consumo o incluso imponer tasas negativas sobre los ahorros, reduciendo la capacidad de los ciudadanos para gestionar su propio dinero.

Casos recientes han mostrado el uso del sistema financiero para ejercer presión política. En 2022, el gobierno de Canadá congeló cuentas bancarias de manifestantes en el marco de las protestas del “Convoy de la Libertad”, demostrando cómo la digitalización bancaria puede convertirse en un arma contra la disidencia política. Con una CBDC, estas medidas podrían ser aún más rápidas y extendidas.

Gilles Deleuze, en su ensayo sobre las sociedades de control, advertía que la era digital ha permitido la transición de un poder disciplinario a un control difuso y constante. En este contexto, la digitalización del dinero no es solo una cuestión económica, sino un dispositivo que podría extender la vigilancia y la regulación de la conducta en niveles sin precedentes.

Resistencia y alternativas: ¿es posible escapar del control digital?

Ante el avance del dinero digital centralizado, han surgido movimientos que promueven alternativas descentralizadas como Bitcoin y otras criptomonedas. Sin embargo, los gobiernos han intensificado sus esfuerzos por regular y restringir el uso de estos activos. En 2021, China prohibió por completo las transacciones con criptomonedas, mientras que la Unión Europea discute regulaciones que podrían limitar la privacidad en el uso de activos digitales.

El experto en tecnología y privacidad Edward Snowden ha señalado que “las CBDC no son criptomonedas, sino una perversión del concepto original del dinero digital: en lugar de descentralización, ofrecen control absoluto”. Esta declaración pone en evidencia la tensión entre la autonomía financiera y la creciente vigilancia de los Estados.

El filósofo Giorgio Agamben ha analizado cómo los estados de excepción se han convertido en una norma bajo la lógica de la seguridad. En su visión, las crisis son utilizadas como justificación para implementar sistemas de control que, una vez establecidos, difícilmente se revierten. En este sentido, la digitalización del dinero podría ser presentada como una medida de eficiencia económica, pero con implicancias políticas que la consolidarían como un mecanismo permanente de regulación social.

¿Un futuro sin efectivo o sin libertad?

El avance hacia un sistema sin efectivo parece inevitable, pero la verdadera cuestión es quién tendrá el control del dinero digital. Si las monedas digitales son diseñadas como herramientas de monitoreo y restricción, podrían transformar radicalmente la relación entre ciudadanos y gobiernos, dando lugar a un nuevo paradigma de control social.

A medida que los Estados avanzan en la digitalización del dinero, la sociedad se enfrenta a una encrucijada: aceptar la conveniencia a cambio de mayor vigilancia o defender la autonomía financiera en un mundo donde el efectivo está en retirada. La pregunta clave no es si desaparecerá el dinero físico, sino si la tecnología nos llevará a un sistema más libre o más controlado.

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