por Maria José Mazzocato.
Desde su elección en 2013, el Papa Francisco ha logrado posicionarse como una figura fundamental no solo para la Iglesia Católica, sino también en el ámbito político y social global. Su mensaje de paz, justicia social y cuidado del medioambiente, su cercanía a los más vulnerables y su capacidad para conectar con personas de diferentes creencias lo han convertido en un líder único, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Sin embargo, su pontificado ha estado marcado por tensiones internas dentro de la institución, muchas de ellas relacionadas con la jerarquía eclesiástica y los límites estructurales de la Iglesia.
Para explorar el impacto de Francisco en la Iglesia y en el mundo, conversamos con María Ruth Ramasco, teóloga y filósofa, quien ha seguido de cerca el pontificado de Francisco y ha reflexionado sobre su legado. Su análisis, profundamente crítico y a la vez comprensivo, permite entender las contradicciones y los logros del Papa argentino desde una mirada intelectual y filosófica.
Un Papa con una visión global y humanitaria
Una de las características más sobresalientes del Papa Francisco es su enfoque humanitario. Desde su elección, se ha destacado por su cercanía con los pobres y los marginados, y por su lucha constante contra la desigualdad social, la pobreza extrema y el cambio climático. “Francisco tiene un lenguaje propio, que dialoga con los pueblos, más allá de los credos”, nos dice Ramasco, resaltando su capacidad para conectar con una audiencia diversa, no solo católica, sino también con personas de diferentes religiones o sin credo. Esto lo ha convertido en una figura clave para los movimientos sociales y políticos que abogan por la justicia social y los derechos humanos.
Uno de los momentos más significativos de su pontificado fue su participación en la lucha contra el cambio climático, tema central en su encíclica Laudato Si’, donde hizo un llamado urgente a la acción por parte de los gobiernos y las instituciones internacionales para frenar la crisis ecológica. Su capacidad para abordar estos temas desde una perspectiva ética y humanitaria le permitió ocupar un rol de liderazgo mundial, en el que no dudó en desafiar a poderosos actores políticos y económicos que continúan ignorando las advertencias sobre el futuro del planeta.
En este sentido, Francisco ha sido considerado un líder que no teme desafiar al poder establecido. Su visita a los Estados Unidos en 2015, donde se enfrentó a la industria armamentística y a los intereses corporativos, es un claro ejemplo de cómo ha utilizado su posición para hacer un llamado a la moralidad en el ámbito político. Según Ramasco, “su capacidad para entrar en el terreno político, sin perder su esencia espiritual, es una de las grandes virtudes que lo han convertido en una figura clave en los debates globales”.
La reforma eclesiástica: avances y resistencias
Uno de los aspectos más destacados de su papado ha sido el intento de reformar la estructura de la Iglesia Católica, especialmente en lo que respecta a la administración y la Curia Vaticana. Francisco asumió el reto de enfrentar una institución profundamente jerárquica, con siglos de historia, y con una estructura administrativa opaca y propensa a la corrupción. A lo largo de su pontificado, el Papa ha impulsado reformas significativas en la gestión de los recursos del Vaticano, en un esfuerzo por hacer la Iglesia más transparente y responsable.
Sin embargo, estas reformas no han sido fáciles. La resistencia interna ha sido fuerte, especialmente entre los sectores más conservadores dentro de la jerarquía eclesiástica. La crítica más común hacia Francisco es que, a pesar de sus esfuerzos por promover una Iglesia más sinodal y descentralizada, la estructura de poder sigue siendo profundamente vertical. “La contradicción está en que el Papa habla de sinodalidad, de horizontalidad, pero la estructura sigue siendo verticalista”, señala Ramasco, quien observa que, a pesar de las reformas, la forma en que se toman las decisiones importantes dentro de la Iglesia no ha cambiado sustancialmente.
Esto es especialmente evidente en su relación con los obispos y cardenales, quienes siguen siendo figuras centrales en la toma de decisiones, mientras que las bases, en muchas ocasiones, permanecen al margen de los procesos de deliberación. Ramasco subraya que “Francisco ha promovido una Iglesia que escucha, pero esa escucha aún no ha logrado cambiar la cultura de poder que prevalece dentro de la institución”. La resistencia de muchos sectores internos ha puesto límites a su capacidad de transformar la Iglesia de manera más profunda.
La mujer en la Iglesia: una voz que aún no se escucha lo suficiente
Uno de los temas más controvertidos en la Iglesia Católica es el rol de la mujer. Francisco ha sido un defensor de la inclusión de las mujeres en la vida eclesial, pero sus esfuerzos en este sentido han sido moderados y no han logrado cambiar sustancialmente la posición de las mujeres en la jerarquía de la Iglesia. No hay mujeres en el sacerdocio ni en los altos cargos eclesiásticos, y la participación femenina en los procesos de toma de decisiones sigue siendo extremadamente limitada.
En su entrevista, Ramasco reflexiona sobre el papel de la mujer en la Iglesia y destaca que uno de los problemas fundamentales es la falta de una verdadera “escucha” de las mujeres dentro de la institución. “El problema no es solo estructural, es de escucha. Aún no se ha abierto a la experiencia espiritual, social y política de las mujeres dentro de la Iglesia”, sostiene Ramasco, quien resalta que, aunque Francisco ha promovido algunas iniciativas para mejorar la visibilidad de las mujeres, aún queda un largo camino por recorrer. La falta de una verdadera paridad en los roles de liderazgo y la exclusión de las mujeres de las discusiones teológicas importantes son una barrera que persiste, a pesar de los avances en otros ámbitos.
Para Ramasco, el feminismo dentro de la Iglesia es un desafío que Francisco no ha logrado superar por completo, pero reconoce que su papado ha sido crucial para visibilizar el problema y ponerlo en la agenda. “Francisco ha abierto una ventana de diálogo, pero el techo de cristal sigue siendo alto”, afirma Ramasco, señalando que la verdadera transformación en la Iglesia dependerá de una mayor inclusión y de una revisión profunda de la tradición eclesial.
Para concluir, el legado de Francisco es, sin duda, uno de los más complejos y controvertidos de la historia reciente del papado. A lo largo de su pontificado, ha sido criticado tanto por sectores conservadores, que lo acusan de ser demasiado liberal, como por sectores progresistas, que consideran que sus reformas no han ido lo suficientemente lejos. A pesar de las resistencias que enfrenta, Francisco ha logrado abrir debates fundamentales sobre el futuro de la Iglesia, el papel de la mujer, la justicia social y la ecología.
En un tiempo en el que la desinformación y las fake news son moneda corriente, Francisco ha sido también víctima de campañas de difamación, muchas veces por su postura frente a la política y la economía global. Sin embargo, su figura sigue siendo una referencia para muchos. Como afirma Ramasco, “Francisco ha hecho de la contradicción una oportunidad de diálogo. Ha sabido hacer frente a las críticas y abrir espacio a la diversidad de voces dentro de la Iglesia y la sociedad”.
En conclusión, el legado de Francisco no es un legado de soluciones rápidas ni de respuestas definitivas. Es un legado en construcción, lleno de tensiones y desafíos. Ha logrado avanzar en algunos frentes, pero la resistencia interna y las estructuras de poder han frenado muchos de sus proyectos. Sin embargo, su figura sigue siendo fundamental en los debates sobre el futuro de la Iglesia y del mundo. Y, como señala Ramasco, “aún hay mucho por hacer, pero su influencia es innegable. Francisco ha puesto en evidencia la necesidad de una Iglesia más inclusiva, más abierta, más humana”.