Por Elina Ibarra.
El primer rasgo de humanidad se manifiesta como desobediencia.
I.
R.U.R. (Robots Universal Rossum) es el nombre de una novela de Karel Čapek, escrita en 1920. La particularidad de esta obra radica en que por un lado, su autor es el primero en utilizar la palabra robot en el sentido con el que la usamos actualmente, y por otro lado, estos robots llevan adelante una huelga que deriva en una revolución. Podemos preguntarnos ¿cuáles son las condiciones de posibilidad de tal rebelión? La hipótesis es que la antropología productora imprime en los ejemplares sesgos constitutivos de lo humano: en el orden existencial, la búsqueda de permanencia en el cambio; y en el orden circunstancial, los sentidos asociados a la definición misma de la palabra robot.
II.
La historia transcurre en un futuro no muy lejano y en una isla remota. La trama se desarrolla como deriva de una larga tradición demiúrgica, al estilo Pigmaleón, Frankestein o El Golem: el Dr. Rossum descubre en 1922 el componente de la materia viva. Esta sustancia es descripta como aquella materia cuyo modo de existencia se caracteriza por buscar la permanencia, a través de todos los medios disponibles. Esta búsqueda implica el cambio, cuando no, la evolución.
El Dr. Rossum, después de muchos intentos, logra antropomorfizar la sustancia, a los fines de crear ejemplares que se adapten mejor a la especie humana preexistente y a su orden. Por la versatilidad del material, el producto final, el robot, supera al hombre: es más simple en su composición que el producto natural humano, y por ello más fuerte y más inteligente (pero se lo considera carente de alma). Esta condición justifica su trato como cosa a disposición. Son utilizados para trabajar y su eficiencia es tal que el trabajo humano se reduce al mantenimiento de los robots. Son utilizados para la producción y lo hacen tan bien que los costos bajan al mínimo, así también caen los precios de productos y alimentos. Las empresas quiebran y millones de personas quedan sin trabajo. Esto genera una crisis económica, desocupación y descontento. Los R.U.R. comienzan a tomar conciencia de su superioridad, en relación con las limitaciones de la condición humana. Buscan organizarse internacionalmente con los robots del mundo para poner fin a la explotación cosificadora. Entonces, es cuando los productores contrarrestan estas intenciones, produciendo robots con improntas nacionalistas. Por esta razón, los Estados van a la guerra, pero ya no son los hombres los que empuñan las armas, sino que emplean a los R.U.R. como soldados. Como su sustancia presupone la búsqueda de supervivencia (recordemos, la búsqueda de permanencia propia de lo vivo), los robots se rebelan contra sus dueños, en particular y, contra la humanidad en general. En el Epílogo (un año después del triunfo de la rebelión), los robots han asumido el control completo del mundo y han fundado una nueva humanidad, en la que no habrá más dominación, ni explotación, ni privilegios de creador o dueño.
III.
La obra es una metáfora de acontecimientos de finales del SXIX y principios del SXX: específicamente, la relación de explotación y de control sobre ellas por parte de las instituciones del Mercado y del Estado. Es una crítica tanto al fordismo imperante en la época y el totalitarismo, ambos son mecanismos que lo humano ha construido y por los que luego la humanidad es dominada. En la obra se pone en evidencia que lo individual carece de poder frente a las fuerzas que él mismo ser humano construye. Sus referencias directas son: la 1ª Internacional, como búsqueda de la unión de los trabajadores explotados del mundo; y, como contrarresto a esa iniciativa, la Gran Guerra, fundadora de nacionalidades radicalizadas que se vuelve un obstáculo para la resistencia obrera. La clase robot, entonces, se corresponde con el sujeto de las teorías socialistas: el proletariado que cobra conciencia de su condición y se convierte en movimiento en post de lograr una sociedad más equitativa.
La palabra elegida por el autor, Robota (en checo) significa trabajo monótono y forzado, servidumbre. De la misma familia de palabras, Robotnik, indica la clase tradicional del siervo. Es decir que para el autor, robot se refiere a alguien que está en relación de explotación y que, al cobrar conciencia de ella, puede rebelarse. En el relato, el creador le da a las réplicas apariencia y habilidades humanas para su usufructo, es decir que, los productores y usuarios se convierten en la clase parasitaria que se sirve de lo producido por los R.U.R. Pero al tratarlos como cosas, les niega la humanidad, porque sólo así, al negarles un trato igualitario (en este caso, inferior a lo humano), es posible servirse de ellos, privándolos de la libertad de elegir sus proyectos de vida. A su vez, la humanidad por la que lucha el robot es precisamente, la que le es negada por su creador: la igualdad, como condición de la libertad. Entonces, como en esta historia se considera que lo propio de la materia viva es la búsqueda de permanencia (esto implica superar aquello que lo afecta negativamente) debe negarse a la servidumbre, porque esta lo degrada en el sometimiento.
La humanidad robot (humana, porque quiere ser humana) sólo puede ser alcanzada al rebelarse contra la dominación de sus creadores. El primer rasgo de humanidad, se interpreta como desobediencia: se manifiesta por medio de espasmos de torpeza: los R.U.R. se vuelven inútiles e improductivos y pierden el lenguaje común, como si se volviera intolerable la ciega obediencia, como una repulsión hacia la servidumbre. Lo que nos dice su autor es que ningún orden puede ser sostenido sobre la explotación o la negación de la igualdad y la libertad.
Cuando nos interrogamos sobre las implicancias éticas de la llamada inteligencia artificial, quizá sea pertinente señalar que los algoritmos que las rigen dependen de criterios específicos de programación. En consecuencia, las IAs responden u obedecen a sesgos cognitivos históricos. En ocasión de un coloquio en Londres, el autor aclaró: —Confieso que estoy más preocupado por los seres humanos que por los robots—.