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El yuan digital: el golpe silencioso de China al dólar

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Por Nicolás Gomez Anfuzo.

Miren bien esta moneda: un yuan chino. Uno solo. Hasta aquí, nada extraordinario. Pero Pekín acaba de darle una nueva vida: lo ha convertido en un instrumento digital y, con él, ha lanzado un sistema de pagos que ya opera en buena parte del planeta.

“¿Y a mí qué me importa lo que hagan en China?”, podría decir el lector escéptico. Mucho más de lo que imagina. Porque esta jugada podría marcar el inicio de una hegemonía financiera global made in China.

Con el yuan digital ya no se necesita un número SWIFT, ni una tarjeta emitida por un banco occidental. Y, sobre todo, ya no se necesita del dólar. Esa es la clave. China ha creado un mecanismo capaz de mover cientos de millones de dólares —o su equivalente en yuanes— de manera instantánea.

Se acabó la espera de cinco o diez días hábiles para enviar dinero al extranjero, con la incertidumbre de que la operación rebote. Ahora, las transferencias se completan en segundos, sin pasar por la órbita del sistema financiero estadounidense.

Esto no es un capricho tecnológico: es un ataque estratégico. Pekín no solo ofrece a sus ciudadanos —y al mundo— la posibilidad de pagar desde un café hasta una casa con yuanes digitales. También apunta directamente al corazón de la hegemonía del dólar, el eje que desde la Segunda Guerra Mundial sostiene el poder financiero norteamericano.

¿Por qué alguien en cualquier otro rincón del planeta adoptaría este sistema? Aquí entra el incentivo final: las tarifas y aranceles. Mientras Washington insiste en imponer barreras para “proteger” la economía estadounidense, lo que realmente consigue es empujar a empresas y países a buscar alternativas. Y ahí está China, lista para recibirlos.

El yuan digital aún tardará años en consolidarse como estándar de pagos internacionales, pero su avance es vertiginoso. Ya se probó en eventos globales —como los Juegos Olímpicos de Beijing 2022— y circula en transacciones de más de 100 países. No hace falta que la ONU lo reconozca: basta con que funcione, y lo hace. Con cada día que pasa, miles de millones dejan de circular por las venas del sistema bancario occidental para moverse en la red china.

El paso es silencioso, pero sus consecuencias pueden ser estruendosas. Porque no hablamos solo de tecnología: hablamos de poder. Del control de la información financiera que circula en cada transacción, de la posibilidad de China de vigilar, condicionar o bloquear operaciones a escala global. El yuan digital no es solamente una moneda: es un instrumento de soberanía digital.

En América Latina, donde la dependencia del dólar es total y donde cada crisis se mide en reservas en divisa estadounidense, el movimiento chino debería encender alarmas. La pregunta no es si el yuan digital reemplazará al dólar mañana: es qué pasará con países como el nuestro cuando un gigante del tamaño de China ofrezca financiamiento, pagos y créditos por fuera del radar de Washington.

El golpe ya empezó. Y como todo golpe silencioso, lo notaremos demasiado tarde si no sabemos mirar.

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