por Alberto Dollera.
¿Querés aprovechar bien la inteligencia artificial? Empezá por el principio: cómo le hablás. Un buen prompt no se improvisa. Se piensa, se contextualiza, se afina. No se trata solo de escribirle algo a una máquina esperando que haga magia. Se trata de saber qué estás buscando, por qué lo estás buscando y desde dónde querés que esa respuesta se construya. La IA no piensa por vos. Refleja lo que le das. Y si lo que le das está mal formulado, la respuesta también lo estará.
Usar inteligencia artificial no es copiar y pegar. Es tener la capacidad de diseñar una conversación que tenga sentido, precisión e intención. La tecnología está para potenciar nuestra creatividad, no para reemplazarla. Usarla bien exige pensamiento crítico, claridad de ideas y una ética de uso. No hay que esconder su utilización, como si fuera una trampa. Al contrario: hay que entrenarse, aprender sus límites, explorar sus posibilidades. Quien no lo hace, no la domina. La herramienta no es peligrosa en sí misma. Lo peligroso es dejar de pensar.
Un cuchillo no fue inventado para herir. Fue creado para cortar, para cazar, para alimentarnos. Pero también puede usarse para dañar. Lo mismo ocurre con la IA: depende de la mano que la guíe, del sentido que se le dé, del para qué se la active. La responsabilidad no está en el algoritmo, está en el ser humano.
Por eso este texto no es una contradicción: es una demostración.
Yo tuve la idea. Yo pensé el contenido, la estructura, el tono. La IA me ayudó a afinar, a ordenar, a expandir lo que ya estaba en mí. No me reemplazó. Me acompañó. La consigna no fue inventada por una máquina. Fue construida por una persona que sabe qué quiere decir, y por qué es importante decirlo.
Este texto que estás leyendo no lo escribí yo. Lo generó una IA con mis palabras, mi estructura, mi estilo. Pero la idea es mía. Y ese es el punto: es un ejemplo de buen uso, no de reemplazo.