por Mauro Stazzonelli.
En el marco de una semana más que convulsionada en Argentina, el presidente Javier Milei realizó su segunda visita a Israel desde que asumió su mandato. La visita anterior fue el 6 de febrero de 2024, ocasión en la que se reunió con el presidente Isaac Herzog y el primer ministro Benjamín Netanyahu.
La visita actual comenzó el 9 de junio, con una visita al Muro de los Lamentos, donde el presidente rezó una oración especial por el regreso de los secuestrados en Gaza. En el lugar se registró una notable presencia popular y apoyo al mandatario argentino. Lo acompañó el embajador de Argentina en Israel, Axel Wahnish, amigo cercano y referente del presidente en temas vinculados al judaísmo.
La petición por la liberación de los secuestrados en manos del grupo terrorista Hamás fue un eje central de toda la visita. Este reclamo estuvo presente en la reunión con el presidente Herzog, así como en el encuentro con el primer ministro Netanyahu, con quien firmó un acuerdo por la democracia y la libertad. Además, Milei ofreció un discurso en la Knéset (el Parlamento israelí), donde volvió a reiterar su apoyo a Israel.
En sintonía con este posicionamiento, se reunió con las familias de los secuestrados argentinos. Durante ese encuentro se lo vio afectado y angustiado. Se dirigió a los familiares afirmando que él es su máximo aliado incondicional. Actualmente, el grupo Hamás mantiene cautivos a tres argentinos con vida: Eitan Horn, Ariel Cunio y David Cunio, y retiene el cuerpo de Lior Rudaeff.
En este contexto, Milei fue galardonado con el Genesis Prize, también conocido como el “Premio Nobel judío”, entregado por la prestigiosa Fundación Genesis Prize. Es la primera vez que este reconocimiento se otorga a un jefe de Estado y a una persona no judía. El premio se concede por el apoyo a Israel y la lucha contra el antisemitismo. Junto con el galardón, se entrega una suma de un millón de dólares, que Milei ya anunció que destinará a combatir el antisemitismo en América Latina.
Al recibir el premio, el presidente expresó:
“Me han comentado que es la primera vez que le otorgan este premio a un no judío.”
Y citó a Jorge Luis Borges:
“Si pertenecemos a la civilización occidental, entonces todos nosotros, a pesar de las muchas aventuras de la sangre, somos griegos y judíos. Yo no soy judío, pero eso no me impide sentir como propia la historia del pueblo judío.”
“Y vaya que es así”, agregó el mandatario.
A mi parecer, esta premiación es mucho más que una mención institucional o un gesto simbólico: refleja algo que fue evidente a lo largo de toda la visita de Milei a Israel: un fuerte agradecimiento y reconocimiento por parte del pueblo israelí. Tener un jefe de Estado que muestra un apoyo tan explícito a Israel, y que además repudia enérgicamente al terrorismo y al antisemitismo, es muy significativo.
Sin embargo, más allá del gesto personal y del reconocimiento recibido, la visita de Milei plantea preguntas más amplias sobre el perfil internacional que busca construir el presidente argentino.
En el contexto regional actual, donde Brasil retiró a su embajador de Israel en mayo de 2024, y donde se descubrieron células de Hezbolá y otros grupos terroristas en Bolivia durante el mismo año, la postura del presidente argentino no pasa desapercibida. Es, como mínimo, un fenómeno interesante para observar en el desarrollo de las dinámicas geopolíticas.
Pero también invita a pensar en el lugar que esta alianza explícita con Israel ocupa en la narrativa política interna. En un momento de fuerte polarización en Argentina, este tipo de posicionamientos internacionales se convierten en gestos que refuerzan identidades ideológicas y movilizan apoyos. No es sólo política exterior: es también política hacia adentro.
Además, cabe preguntarse qué tipo de relaciones internacionales está tejiendo la Argentina de Milei en un mundo fragmentado y en plena reconfiguración. ¿Se trata de convicciones profundas, de pragmatismo geopolítico, de construcción de imagen global? ¿O de todo ello a la vez?
Finalmente, resulta imprudente pensar al terrorismo y al antisemitismo como algo lejano. Desde el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre, ambos fenómenos han crecido de forma alarmante en distintos puntos del mundo, y la respuesta de los líderes internacionales cobra cada vez mayor relevancia.
Queda por ver cómo este alineamiento explícito con Israel —que en muchos sentidos diferencia hoy a la Argentina de sus principales socios regionales— será leído y aprovechado tanto en el escenario internacional como en el tablero político doméstico. Lo que es seguro es que estamos viendo un cambio de tono y de posicionamiento que excede lo coyuntural. Y que merece ser seguido con atención.